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Universidad de Salamanca
Raúl Rivas González
Dpto. Microbiología y Genética
 
Aureobasidium pullulans

El último pasajero del Titanic

Este año se ha cumplido el centenario del naufragio del Titanic (15 de abril de 1912). El hundimiento se saldo con la nefasta cifra de 1500 muertos aproximadamente. Los restos del Titanic se encuentran en el fondo del océano Atlántico, a una profundidad de 3700 metros y fueron descubiertos en septiembre de 1985 por un grupo de investigadores franceses y americanos. Al año siguiente, el jefe del grupo americano, Robert Ballard, descendió hasta el pecio en el Alvin, un pequeño submarino para la investigación en los fondos abisales, con el que desde 1977 se estudian las chimeneas negras y las fuentes hidrotermales submarinas (“deep-sea vents”) en las dorsales oceánicas. Un pequeño robot dirigido a distancia, Jason Junior, penetró en los restos del Titanic, lo filmó y tomó fotografías. Las imágenes captadas por el robot mostraban el efecto del paso del tiempo en los restos del barco. Los restos de hierro colado, hierro forjado y acero estaban cubiertos por una capa de óxido y la corrosión había formado unas estructuras que, por su forma, Ballard designó con el neologismo rusticle, una palabra baúl que formó a partir de rust (óxido de hierro, orín) y icicle (carámbano).

En 1991, un grupo de oceanógrafos rusos, canadienses y estadounidenses bajaron de nuevo hasta el Titanic para filmar un documental en IMAX. Aprovechando el descenso, tomaron muestras de agua, del sedimento y de los carámbanos de óxido. El estudio microscópico de los carámbanos de óxido reveló que se trataba de una estructura compleja formada por un consorcio de bacterias y hongos y nieve marina, además de arena, arcilla, pequeños fragmentos de cristal, restos de conchas y en algunos lugares también trocitos de carbón, procedente de las calderas que generaban energía para el Titanic. Este tipo de estructura no es exclusiva del Titanic, se forma en los barcos sumergidos y en los pilares de las plataformas petrolíferas. Cuando el “rusticle” está ya bien desarrollado, otros organismos, como protistas y gusanos tubícolas, pueden instalarse allí.

Recientemente se ha descubierto al último pasajero que vive en los restos del Titanic, su nombre es Halomonas titanicae y se trata de una bacteria halófila gram negativa. En el año 2010 la revista International Journal of Systematic and Evolutionary Microbiology publicó el artículo que describía esta nueva especie, y en 2011 el International Institute for Species Exploration, de la Arizona State University, la incluyó entre las Top Ten nuevas especies descubiertas el año anterior (http://species.asu.edu/2011_species03). Los investigadores responsables de este descubrimiento fueron Henrietta Mann y Bhavleen Kaur, investigadoras de la Universidad Dalhousie de Halifax y del Ontario Science Center de Toronto, respectivamente y Antonio Ventosa y Cristina Sánchez-Porro de la Universidad de Sevilla.

Lo curioso es que la bacteria Halomonas titanicae está destruyendo su propia casa ya que se fija a la superficie metálica, de la que obtiene energía, por lo que se sospecha que esta bacteria es una amenaza para las estructuras metálicas submarinas. La Universidad de Dalhousie dijo a través de un comunicado que la bacteria Halomonas titanicae parece ser la responsable de la creación de los “rusticles” junto con otros organismos que aceleran la corrosión del metal. Por tanto, sin duda, junto con otros microorganismos está contribuyendo al deterioro del casco de Titanic. Los cálculos realizados indican que de aquí a unos treinta años, o quizás incluso antes, los restos del Titanic habrán desaparecido por la acción de los organismos que viven en su superficie. Este conocimiento de la acción degradadora del metal que realiza Halomonas  titanicae abre las puertas a su posible aplicación en biotecnología para la eliminación de barcos fuera de uso y de plataformas petrolíferas abandonadas.

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Profesor Titular del Departamento de Microbiología y Genética de la Universidad de Salamanca
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