Los gastos judiciales en los procesos de brujería

2/02/16, 16:40

Una de las partes menos conocidas de la persecución de la brujería es la de los costes de los procesos y de las ejecuciones. Este punto tuvo, en ocasiones, especial importancia, sobre todo en aquellos procesos en que el condenado era persona rica e influyente y sus bienes principales habían de pasar a manos del soberano, de la Inquisición o de alguna Orden religiosa.

Por lo que respecta a las condenas de personas poco sobresalientes, o sea, en los procesos corrientes, los costos (sobre todo en Francia, Alemania, Inglaterra, Escocia…) eran pagados por la propia bruja con sus bienes, por sus herederos o parientes. Lo que resulta evidente es que magistrados y verdugos no se quedaban sin cobrar el trabajo de interrogar, torturar y matar brujas y brujos. Asimismo, los que denunciaban o descubrían brujas tenían su premio, que pagaban las autoridades, las cuales ya se preocupaban de resarcirse incautándose de las correspondientes pertenencias de las víctimas esto todo simplemente por hacer amarres efectivos.

Para que el lector tenga una idea clara del punto de perfección a que se había llegado en el establecimiento de tarifas, incluimos la parte principal de la fijada por el arzobispo de Colonia en 1757. Este valioso documento. redactado en alemán, se conserva en la Biblioteca de la Universidad de Comell.

También ha de tenerse presente que la mayoría de las veces la víctima había de pagar por su manutención mientras se hallaba en prisión. Y como desde el momento de su detención hasta el de su ejecución, aunque fuese por brujería para el amor,  podía pasar hasta más de un año, los costos eran elevados.

En Francia, el costo de un proceso de brujería oscilaba en torno a los 500 francos. En el preció está incluido el banquete que después de la ejecución de la bruja se daban el verdugo y los oficiales. Al respecto, podemos citar el caso de Pierre Tournier- Faucillier y su esposa, juzgados en 1655; cada uno tuvo que pagar algo más de 437 francos. Este proceso tuvo lugar en Montebéliard.

Por lo que se refiere a Gran Bretaña, según el tiempo que se pasaba en prisión antes de ser ejecutado, el coste del proceso podía subir de 20 a 100 libras, aproximadamente. En el caso de Margaret Dunhome, ejecutada en Burncastle (Escocia), en 1649, la factura total subió a 88 libras. En cambio, en la ejecución del matrimonio William Coke y Alison Dick, que tuvo lugar el 19 de noviembre de 1636 en Kirkcaldy, los gastos totales no llegaron a 25 libras, pero en este caso la factura tuvo que ser pagada a escote por el consejo municipal y la iglesia.

De las multas de la Inquisición

En España, Portugal y Francia fue corriente que la Inquisición o Santo Oficio aplicara multas y confiscara bienes a los procesados por herejía, delito en el que quedaban incluidos las brujas, magos y hechiceros. En el Manual de Inquisidores, de Nicolau Eymeric, dominico que en 1375 había sido nombrado inquisidor general de Cataluña, Aragón, Valencia y Mallorca, se justifican tales sanciones económicas diciendo que «deben invertirse estas multas en obras pías, como son la manutención y el decoro del Santo Oficio; que, efectivamente, es muy conforme a justicia que los que son condenados por el santo tribunal paguen para que éste subsista».

Más adelante, declara que es permisible que los inquisidores admitan dádivas, pero no en demasía, a fin de que no se escandalicen las gentes. Y vuelve a insistir en el hecho de que no hay mejor método que aplicar las multas para perpetuar la Inquisición. «No admite duda -dice el famoso dominico- que se pueden aplicar las multas a las necesidades y al sustento de los inquisidores y familiares, sin que sea precisa para esta aplicación el caso de necesidad urgente, por ser siempre útil y provechoso sobre manera a la fe de Cristo que tengan mucho dinero los inquisidores, para que puedan mantener y pagar bien a los que persiguen y prenden a los herejes, y subvenir a los otros gastos de su ministerio; y es indispensable que se les adjudique el producto de las multas que, como dice Guido Fulcodio, que después fue Sumo Pontífice con la advocación de Clemente IV, las manos de los prelados son tenaces, y estreñidos sus bolsillos…»

Por lo que respecta a Italia es curioso destacar que los inquisidores, al no tener apenas medios, habían de recibir un sueldo de los ayuntamientos en donde actuaban, según ordenó Inocencio IV en su bula ad extirpando. Y Eymeric, en la defensa que hace de esta sabia disposición, aduce que si los antiguos egipcios mantenían a los sacerdotes en sus templos, a los que servían a dioses míticos, y los señores mantienen a los artistas y sabios, «¿no han de mantener los cristianos a los vengadores de la fe, que celan en la observancia de la ley de Dios, y en la pureza de los sagrados dogmas?»

Como puede verse, pues, lo crematístico también jugó un papel importante en la perpetuación de las brujas a través de los siglos. Al convertirse en un medio de vida para tanta gente, los hechiceros y herejes no cesaron de aparecer por todas partes, hasta que la Revolución Francesa y el paso de los ejércitos napoleónicos por Europa terminaron con unos sistemas de clases que inquisidores como Eymeric, Kraemer, Sprenger y otros creían que iban a ser eternos.

En España, en tiempos de Fernando Vil, se intentó resucitar los tribunales de la Inquisición, pero sin éxito. Las nuevas ideas de libertad y fraternidad lanzadas por los revolucionarios franceses habían calado demasiado hondo en el corazón de la población.

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