Inglaterra y la Reforma Protestante (II)

18/04/15, 22:05

El luteranismo no tardó en difundirse también fuera de Alemania, concretamente en los reinos de Dinamarca y Suecia. Pero el mensaje luterano, dado su propio contenido intrínseco, debía favorecer el nacimiento de corrientes que, dentro del marco de una rebelión frente a la Iglesia romana, adoptarían posiciones distintas y autónomas. En la propia Alemania una serie de grupos religiosos, como el de los anabaptistas, quienes sostenían que el bautismo sólo debía administrarse a los adultos una vez estos conociesen y aceptasen la doctrina cristiana, adoptaron una línea notablemente divergente del pensamiento de Lutero, y en muchas ocasiones incluso el abierto contraste con él. Fuera de Alemania el movimiento reformador adoptaría posturas más radicales y decisivamente autónomas con respecto a la doctrina luterana.

Hacia finales de 1522 había surgido en Suiza un movimiento anticatólico impulsado por Ulrich Zwinglio (1484-1531); Zurich se convirtió en el centro de su actividad reformadora. Zwinglio se había empapado profundamente de la cultura erasmiana y se inspiraba en las ideas del disidente reformador alemán Karlstadt. Movido por la convicción de que las Sagradas Escrituras debían ser consideradas como la única fuente de verdad religiosa y aceptando la doctrina de la salvación a través de la fe, atacaría duramente la doctrina y ritos de la Iglesia romana desde posiciones más radicales que las luteranas y acabaría por distanciarse radicalmente del reformador alemán. El bautismo y la eucaristía quedaban reducidos a simples símbolos, mientras que la misa se veía lectura de la Biblia. Este total distanciamiento del movimiento luterano seria fatal para la suerte del propio Zwinglio, quien atacado por las milicias de los cantones suizos católicos fue finalmente derrotado y muerto.

Juan Calvino (1509-1564) se mueve tras las huellas de la obra de Zwinglio. pero con una perspectiva más amplia y una actitud de mayor rigidez. La doctrina de Calvino se difundió rápidamente en numerosos países europeos, y a su través el protestantismo hallaba la posibilidad de difundirse sobre un campo mucho más vasto que hasta aquel momento. Quedaban con ello superados los límites del luteranismo, que anclado a la fuerza política de los príncipes alemanes había conseguido consolidarse en Alemania, pero no sin pagar el precio de perder su capacidad de proselitismo en otras zonas del continente europeo.

Juan Calvino, nacido en Noyon, Francia, había establecido contacto con los principales exponentes parisinos del humanismo cristiano, tras lo cual se trasladó a Basilea. Allí expondría sus ideas reformadoras y daría a la imprenta su obra fundamental, la Istitutio religionis christianae.

” También para Calvino las Sagradas Escrituras constituían el único fundamento de la verdad, pero adopta esta postura con más rigor que sus predecesores y rechaza todo aquello que no tenga un explícito reconocimiento en las mismas, donde incluso busca las normas de la constitución eclesiástica. Por otro lado, aunque acepta la doctrina de la salvación por medio de la fe, concibe ésta última como un don que Dios reserva para los elegidos y, por tanto, niega la libertad humana y subordina la salvación a la voluntad divina. De todas estas premisas deriva la distinción entre Iglesia invisible, constituida exclusivamente por los elegidos y cuya composición sólo conoce Dios, e Iglesia visible, la formada por todos los creyentes sometidos a la más severa disciplina moral y dedicados a velar por la sociedad.

Así pues, el concepto de predestinación queda ubicado en el núcleo mismo de la doctrina calvinista, aunque ello no exima de sus responsabilidades a los simples, que deben aceptar con humildad la ley divina, ni deba quedar resentida la dedicación de todos al trabajo, contemplado como un sacerdocio bajo cualquiera de sus formas.

Moviéndose alrededor de estos principios doctrinales, rígidamente ceñido a la Biblia y preocupado por evitar todo retorno a las prácticas de la Iglesia romana, muy duramente condenada, Calvino intenta reducir el culto a niveles de extrema simplicidad, para lo que elimina toda formalidad exterior inútil y se limita a reconocer validez a la misa dominical, la predicación y la lectura de los salmos en colectividad. El bautismo y la eucaristía, aunque aceptados dentro del calvinismo, quedan reducidos a puros signos simbólicos de participación de Dios en la vida espiritual del creyente.

Este programa reformador, tan preñado de consecuencias para toda la vida europea ulterior, pudo ser puesto en práctica en Ginebra, lugar donde Calvino se había trasladado en 1536, poco después de la publicación de la Istitutio. En la iglesia luterana la autoridad civil ocupaba el lugar de los obispos en cuanto a la dirección espiritual de los súbditos y el nombramiento de sus pastores, estructura que quedó superada en Ginebra al imponerse en 1541, con la publicación de las Ordonnances ecclésiastiques, una iglesia democrática en la que el gobierno eclesiástico dependía de la comunidad. Los órganos directivos pasaban a ser la Venerable Compañía, compuesta por todos los pastores, y el Consistorio, formado en su mayoría por laicos; ambos órganos colegiales eran de carácter electivo y estaban encargados de velar por la conducta moral de todo el mundo, imponiendo al propio poder político de la ciudad el respeto por las normas evangélicas y sirviéndose de él para el cumplimiento de las condenas contra los transgresores.

Calvino consiguió hacer triunfar su doctrina a través de este rígido sistema de competencias y responsabilidades. Ginebra cambió su faz rápidamente para convertirse en una ciudad donde predominaba un sentido de absoluta austeridad y en la que era usual la participación de todo el mundo en las tareas comunitarias. El modelo ginebrino constituía el mejor testimonio de la eficacia de las enseñanzas de Calvino, cuya doctrina se difundió rápidamente en numerosos centros franceses, flamencos, ingleses, alemanes, húngaros y, de forma episódica, italianos. En Francia también se palpaba en el ambiente la necesidad de llevar a cabo una reforma radical que impidiese los ya demasiado frecuentes escándalos y abusos, provocados de forma muy especial por la larga intromisión del poder real en cuestiones eclesiásticas. La acumulación de cargos y la costumbre de confiar las rentas de un beneficio eclesiástico a comendatarios, laicos en buena parte de los casos, se hallaba notablemente difundida, con lo que había crecido el más abierto descontento entre amplias capas de la población. Este descontento permitió a los calvinistas, que en Francia recibirían la denominación de hugonotes, captar prosélitos en todas las clases sociales, pero muy especialmente entre la burguesía de los principales centros comerciales e industriales, cuya estructura social presentaba una serie de características análogas a las de la ginebrina. Los hugonotes sufrieron duras represiones y persecuciones, pero hacia 1560 los seguidores de las doctrinas calvinistas ya habían conseguido organizar de forma estable iglesias similares a las existentes en Ginebra; sólo mucho más tarde, tras ásperas luchas y durísimas represiones, acabarían por ser aplastados.

Mientras el luteranismo se extendía por Alemania y en Suiza comenzaba a introducirse la reforma zwingliana y se preparaba la de Calvino, Inglaterra también iniciaba su camino de alejamiento de la iglesia romana. Pero a diferencia del caso alemán, el distanciamiento de Inglaterra con respecto a Roma no venía originado por una profunda exigencia espiritual de la nación sino por un vivo deseo de emanciparse del papado, que nunca había renunciado a considerare! reino inglés como un estado vasallo. La GscaUdad – amplios privilegios, la intromisión y relajamiento moral del clero habían inspirado el espíritu antirromano, que por otra parte tenía una vieja tradición en Inglaterra a través de su más ilustre valedor, John Wycliffe (1320-h. 1384).

El rey Enrique VIII fue el intérprete en la práctica de la difusa aspiración inglesa a desvincularse de la pesada intromisión papal. El rey, a quien el papa le había negado la disolución de su vínculo matrimonial con Catalina de Aragón para desposarse con Ana Bolena, joven y bella dama de la corte, publicaba en 1543 el Acta de supremacía, en la que se establecía que el soberano era la cabeza suprema de la iglesia en Inglaterra con facultades para reformarla y nombrar y destituir a sus obispos.

El documento poseía una excepcional importancia, no sólo porque sancionaba la separación entre la iglesia anglicana y la romana, sino porque constituía una innegable muestra de la evolución de la monarquía inglesa hacia el absolutismo.

Al día siguiente de la pública manifestación del cisma se desencadenaba una despiadada ola de persecuciones destinada a anular toda posible resistencia. El obispo Fisher, viejo confesor de la reina Catalina, y Tomás Moro eran decapitados; los monasterios fueron cerrados y se confiscaron sus patrimonios, para distribuirlos posteriormente entre la nobleza y la burguesía. Sólo varios años más tarde, tras una breve tentativa de restauración católica y de despiadada persecución contra los protestantes por parte de la reina María, llamada la Católica, lograba consolidarse definitivamente la iglesia anglicana durante el reinado de la gran reina Isabel (1558-1603), hija de Ana Bolena.

Las disposiciones promulgadas por Isabel conseguían dar un asentamiento definitivo a la resolución del problema religioso. Aunque conservando los ritos y organizaciones jerárquicas de la Iglesia romana, con su distinción entre obispos, sacerdotes y diáconos, la. doctrina anglicana se apartaba profundamente del catolicismo al adoptar numerosos principios del luteranismo, que quedarían fijados en los Treinta y nueve artículos simbólicos, fundamento aún hoy en día de la iglesia episcopal, la iglesia oficial anglicana. En base a tal articulado se rechazaba, además de la primacía papal, otros varios elementos del catolicismo, como el culto a los santos y las reliquias o la existencia del purgatorio, a la vez que los únicos sacramentos reconocidos pasaban a ser el bautismo y la comunión.

Pero las disposiciones de la reina inglesa no consiguieron impedir que una parte de los católicos y los núcleos calvinistas se mantuvieran fieles a sus respectivas doctrinas. Isabel mostró tolerancia en un principio frente a los católicos contumaces, pero no tardaría en desencadenar contra ellos una auténtica persecución, privándoles de la libertad de culto, de los derechos políticos y, en parte, incluso de sus derechos civiles. A causa de tal persecución los católicos fueron quedando reducidos paulatinamente a una minoría en la Gran Bretaña. Pero en Irlanda sucedió todo lo contrario, y aún cuando sus gentes se vieron sometida? a los más inhumanos sistemas de persecución, consiguieron constituir amplia mayoría, hecho que varios siglos más tarde pesaría de forma decisiva en la conquista de su autonomía nacional.

La persecución de Isabel también se desencadenó contra los calvinistas, que habían echado raíces en Inglaterra y condenaban por impuro el anglicanismo, de ahí el nombre de puritanos con que se les conocerá. Los objetivos reales no tuvieron éxito en este caso, inspirándose en las concepciones democráticas de Calvino, los puritanos hallaron su principal base de difusión entre las capas populares y, combatiendo el absolutismo real, irían edificando las bases de la futura doctrina liberal. En Escocia la suerte seguida por los calvinistas, denominados allí presbiterianos, fue bastante distinta. La nobleza deseaba apoderarse de los bienes eclesiásticos y los católicos, débilmente apoyados por la reina María Estuardo, quien en 1567 se vio obligada a abandonar el reino, fueron finalmente vencidos, de modo que en 1581 se proclamaba el presbiterianismo como religión oficial del Estado.

Más allá del éxito o del fracaso de las diferentes doctrinas religiosas permanecía en pie el hecho importante de que las continuas persecuciones habían inducido a muchas familias irlandesas y escocesas, católicas y protestantes, a emigrar hacia América septentrional, donde darían nacimiento a populosas comunidades y se mostrarían entre las más activas en la colonización del nuevo continente.

 

No se permiten comentarios