Confesiones de las brujas de Zugarramurdi

25/05/16, 15:36

Siempre siguiendo a Juan Antonio Llórente, resumimos las declaraciones que los reos de Zugarramurdi hicieron a los inquisidores. Empezamos por la confesión de una bruja llamada María de Jurreteguía. que fue denunciada por una francesa. María se mostró arrepentida por haber llevado una vida tan sacrilega y reveló al tribunal de Logroño cuanto sucedía en el Prado del Cabrón, dando detalles de los actos de necrofagia que cometían, los excesos sexuales a que eran sometidos todos los asistentes, de la untura mágica del sapo… Confesó que era una bruja desde su puericia, por haberla llevado a las asambleas satánicas sus tías maternas, María y Juana Chipia, que fueron detenidas y confesaron sus culpas. A ambas se las reconcilió en el mismo auto de fe.

Debido a su arrepentimiento y a las confidencias que hizo desde el primer momento, María de Jurreteguía sólo fue condenada a llevar el sambenito durante el auto de fe, y quedó libre sin más penitencia que lo padecido durante la reclusión.

Miguel de Goiburo, rey de los brujos de Zugarramurdi, manifestó que había incurrido numerosas veces en el pecado carnal contra naturaleza, ya pasivamente con el demonio, ya activamente con otros brujos. Asimismo confesó haber profanado muchas iglesias, haber practicado adivinacines mediante el tarot amor desenterrado muertos para llevar a su señor la ofrenda de huesos humanos pequeños…, y haber matado niños. Sobre este último punto Llórente asegura que «Ies chupaba la sangre por las fisuras de las heridas de alfiler que clavaba en diferentes partes del cuerpo, y a veces por el sieso o partes pudendas…»

Joannes de Goiburo, hermano del anterior y marido de Graciana de Barrenechea, reina de las brujas, y padrastro de María y Estefanía Iriarte Barrenechea (todos reconciliados en el mismo auto de fe), confesó que había ido muchas veces a desenterrar muertos para comerse sus huesos y había practicado magia roja. También admitió que había asesinado a un hijo suyo de corta edad, que enterró, y que al poco tiempo lo exhumó para comerse los huesos, invitando al banquete a varios brujos y brujas de la secta.

No son menos espeluznantes las declaraciones de Graciana de Barrenechea, esposa del anterior y reina de esa secta de brujos. Según relata Llórente, Graciana tuvo celos de las preferencias que el demonio que presidía el aquelarre tenía por María Juánez de Oria, una bruja bastante agraciada, por lo que tomó la determinación de eliminar a su rival. Estando ésta dormida en su cama, Graciana entró en la casa y roció a María con polvos venenosos, que le produjeron una enfermedad violenta de la que María falleció al tercer día, entre espantosas convulsiones.

Graciana reveló también que mató a muchos niños para vengarse de sus madres, y que destruyó cosechas y causó enfermedades con sus polvos o con el ungüento.

María de Iriarte Barrenechea, hija de Graciana, reconoció haber dado muerte a nueve criaturas chupándoles la sangre por las partes pudendas, y a tres hombres y una mujer (cuyos nombres facilitó a los inquisidores) por medio de los polvos letales. A otras cuatro personas confesó haberlas matado con el agua verdinegra, que es un veneno muy potente, pues mata al instante por contacto al que no es brujo.

Estefanía de Tellechea, otra bruja de avanzada edad, se declaró culpable del óbito de varias personas, a las que había untado el cuello u otras partes del cuerpo con el citado ungüento letal, que procuraba llevar en las puntas de sus dedos, ya que los brujos y brujas estaban inmunizados contra el mismo.

Crímenes parecidos fueron admitidos por todos los componentes de la secta, que tuvieron que rendir cuentas a la Inquisición de Logroño, cuyo tribunal ya tenía experiencia en tales menesteres, pues en 1507 había castigado a más de treinta personas y en 1527 a ciento cincuenta.

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