Historia de vida elaborada por Noa Aldrey Vázquez (Estudiante del Grado en Trabajo Social)
Mi nombre es Azmán Teyeb Abdalahe, tengo 25 años y soy del Sáhara Occidental (África), lo que antes era colonia de España hasta, más o menos, el año 75.
Vine a España a los 6 años, con eso de las “vacaciones en paz”, los programas de acogida de niños y niñas saharauis procedentes de campamentos de refugiados, por parte de familias españolas. Pues yo vine así, con 5-6 años; y, cuando pasó ese verano, mis padres vinieron a España y ya me fui a vivir con ellos. Yo creo que esto fue sobre 2001, pero no recuerdo la fecha concreta.
El que vino primero fue mi padre, o sea que lo que voy a contar es desde su experiencia. Él llegó con “una mano delante y otra detrás”: vino a Salamanca porque se enteró de que había trabajo aquí, así que se quedó unos meses en un hostal, hasta que encontró trabajo y pudo sacar dinero para alquilar una casa en el pueblo en el que estamos viviendo ahora. A partir de ahí, fue ahorrando y vino mi madre. Y, poco a poco, nos fueron trayendo a nosotros. Él pudo hacerlo porque, por suerte, hubo gente que “le echó una mano”; entonces se enteró de que, aquí en Salamanca, había asociaciones de ayuda al pueblo saharaui. Desde una de estas asociaciones le ofrecían ayuda con el tema del “papeleo”, ya que no resulta nada fácil realizar los trámites necesarios para cambiar tu situación administrativa. Pero, por suerte, con ayuda de unos y otros, lo consiguió. Ahora vivimos en Alba de Tormes, mi madre, mi hermano pequeño y yo, porque mi padre trabaja “fuera”. Y ha venido también mi hermano mayor, que ha conseguido trabajo, ha alquilado una casa en el pueblo, y ha traído a su mujer y a su hijo pequeño. Así que, poco a poco, somos más los que conseguimos avanzar.
Yo creo que uno de los motivos principales que nos llevó a emigrar fue la mala calidad de vida, como quien dice, porque los campamentos Saharauis no dejan de estar en un campo de refugiados. Según la historia de mi país, las leyes aprobadas desde Europa tenían por norma dejar un Gobierno autóctono, pero España no lo hizo cuando dejó las colonias, sino que firmó un acuerdo con Marruecos. Entonces, sufrimos la invasión por parte de Marruecos y, desde el 75 o así, estamos en guerra con este país. Y, por suerte, mucha gente pudo escapar del Sáhara y refugiarse en los campamentos de “La Hamada”, que es un territorio que nos ha cedido Argelia para que podamos asentarnos durante el tiempo que dure esto. En el año 1991 se hizo un “alto al fuego”, porque la ONU lo solicitó para tratar de resolver el conflicto democráticamente, mediante la convocatoria de referéndums de autodeterminación y continuas negociaciones para determinar a quién pertenecían esas tierras. El problema es que, año tras año, se ha ido retrasando dicho referéndum hasta la actualidad. Lo más difícil de vivir allí era –y es- la vida, porque no deja de ser un desierto. Y es que no fue hasta hace unos años que los campamentos empezaron a contar con luz corriente, gracias a Argelia construyó el sistema para que tuviéramos luz. Antes, lo que tenías que hacer era coger energía en baterías, con las placas solares, para poder usarla. Agua tampoco hay, sino que pasan unos camiones en los que rellenas los barreños y cubos de agua; y, aun así, no es ni agua limpia. De hecho, un problema frecuente que presenta la gente es que suele tener los dientes agrietados por la arena que contiene el agua, al no haberse potabilizado.
Yo no pude prepararme para emigrar, porque no sabía que iba a hacerlo de forma definitiva. Yo pensaba que venía a España a lo de las “vacaciones en paz”, con fecha de vuelta al mi país de origen; pero mis padres vinieron, hicieron todo bien y me pude quedar con ellos. Tengo hermanos que han ido y venido, y que ahora están en el campamento, y allí tienen su pareja y sus hijos. Así que, a nivel personal, no me puedo quejar, porque, a pesar de las dificultades, hemos salido bastante bien y ahora tenemos una buena vida: mis padres han podido pagarme los estudios y he tenido una buena infancia. En términos generales, se pasan momentos difíciles, pero, en realidad, han sido momentos puntuales. Pero bueno, yo soy consciente de que esta suerte que he tenido no la tienen otras personas que han vivido la misma situación.
Lo más duro de emigrar a otro país es dejar a la familia y todo lo que quieres atrás, y empezar de cero en un país que desconoces. En realidad, no lo desconocía del todo, conocía algo del idioma, porque, al ser una colonia de España, el segundo idioma oficial era el español; que no lo manejas muy bien, pero te suena y vas entendiendo algunas palabras.
Lo más difícil de llegar a un país nuevo es empezar. El empezar es lo más difícil, hasta que conozcas por dónde moverte, cómo moverte y, sobre todo, el idioma, porque apenas lo conocíamos. Luego es cuestión de acostumbrarte, la situación va mejorando poco a poco. Pero yo creo que, al llegar a un país desconocido, no es nada fácil salir adelante sin ayuda. Es decir, cualquier persona que vaya a otro país, si no tiene ayuda en ese país –sea de quien sea-, es muy difícil que avance. Eso es algo básico. Si no tiene ayuda de familiares o amigos, o de asociaciones, o de lo que sea; si no tiene un poco de ayuda, posiblemente, no avance. Y es que no dejamos de ser de un país en el que incluso la gente de un estatus socioeconómico medio-alto pasa dificultades. Entonces, ¿qué se va a esperar de alguien que viene de otro país, la mayoría de las veces sin conocer el idioma y sin recursos? Si no tiene esa pequeña ayuda es muy difícil que sobreviva, por lo que tiene que volver a migrar, a un tercer país o de vuelta a su país de origen -eso si pueden. Lo bueno es que, siempre que te toca vivir algo así, sales reforzado; yo creo que echas mucho de menos lo que dejas atrás, pero sale reforzada tanto tu personalidad como todo lo demás.
Personalmente, creo que la vida que tenemos aquí en España no está nada mal, porque, por suerte, recibimos bastante ayuda por parte de los vecinos del pueblo al que llegamos. Algunos amigos de mis padres preguntan opiniones sobre pueblos o van a zonas en las que haya más gente de su nacionalidad o similar, porque, al fin y al cabo, quieres sentirte arropado por tu gente. Pero, que yo recuerde, cuando llegamos a Alba de Tormes éramos una de las pocas familias de inmigrantes. En realidad, no es malo el ser tan pocas familias extranjeras en el pueblo, porque así la gente se para a conocerte, y no te juzga por los estereotipos. Y a nosotros nos dieron esa oportunidad. Desde el primer día nos integraron como a una familia más en el pueblo, pero siempre te toca lidiar con gente a la que no le parece bien tu existencia; pero, en términos generales, nunca hemos tenido ningún problema trascendental por culpa de nuestro origen.
He ido a mi país tres veces con mis padres desde que llegué a España, durante el verano, para ver a la familia. Y, la verdad es que, cada vez que voy, veo que se vive peor. Simplemente, el hecho de que haga un calor inaguantable no te deja apenas vivir, porque debes levantarte a las 6 de la mañana si quieres hacer cosas. Cuando sale el sol la gente ya no puede moverse o, si lo hace, con dificultades; de manera que la vida básica se realiza por la mañana y cuando cae el Sol. Tengo pensado regresar para visitar a mi familia, para ver cómo va todo por allí; pero no tengo pensado volver para quedarme, porque no son condiciones para labrarte un futuro o crear una familia. No tienes garantías. Y tampoco tienes condiciones de trabajo, porque los trabajos que hay son muy precarios, como quien hace de taxista, o se hace con una pequeña tienda. No hay un sistema económico que lo respalde, porque no dejan de ser campamentos de refugiados, a pesar de llevar allí más de 40 años. Por muy asentados que estén, yo no lo veo como un hogar. Nuestro hogar, hoy en día, está ocupado por Marruecos. Esa es otra de las cosas que me llamó la atención cuando fui: se están construyendo infraestructuras. Por un lado, tiene un matiz positivo, porque a la gente le viene bien que haya infraestructuras para el desarrollo de las comunidades; pero, personalmente, me parece que también tiene un matiz negativo, porque es como si estuviéramos asentándonos, dejando de lado nuestro país, olvidándonos de todo ello y asentándonos en otro territorio, como si fuera nuestro. Así corres el riesgo de olvidar cuál es tu sitio y a dónde quieres volver. Y hay cosas que no se deben olvidar.
Como ya he comentado, yo vine a España siendo muy pequeño y sin ser del todo consciente de la situación, pero creo que cualquier persona que tenga que abandonar su país siendo consciente de las circunstancias, lo pasa mal; como mis padres, que huyeron a otro país –muy diferente al suyo- a causa de una guerra y que, al llegar a ese país y ver que no tenían medios para criar a una familia en el campo de refugiados, tuvieron que irse a un tercer país. Por eso, a mí lo que siempre me han enseñado es que debemos centrarnos en lo primordial, que las cosas “nimias” se queden en un segundo plano, en la medida de lo posible, y que hay que centrarse en lo que realmente importa o, al menos, lo que tú percibes que importa realmente.
Yo creo que la sociedad, en su gran mayoría, está avanzando y recibe mucho mejor a la población inmigrante. Siempre existe una pequeña parte que no, que hace todo lo posible para que los demás no lo acepten, y que, por desgracia, tiene mucha voz; esos son a los que no hay que hacer caso, a los que debes alejar de ti. Sin embargo, creo que, en términos generales, la sociedad acepta cada vez mejor el fenómeno de la migración. Lo que he pasado yo no es la voz de todas las personas migrantes, pero, como mi familia, mucha gente –o familiares suyos, como sus padres o sus abuelos- habrá pasado por la situación de tener que emigrar para “buscarse las habichuelas”. Yo creo que hay mucha gente que eso lo entiende, por lo que tratan ayudarte y, si no pueden, al menos te respetan.


