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Carta para ti, que no estás solo. La historia de Lina

Historia de vida realizada por María Ángeles Jiménez González (Estudiante del Grado en Trabajo Social).

El presente trabajo es un relato en primera persona sobre la historia de vida de mi amiga Lina, nacida en Colombia.

Es una carta dirigida a todas aquellas personas que estén o se hayan encontrado en una situación similar y que de esta manera se sientan acompañados, puesto que no son los únicos que están viviendo esta situación.

 

Carta para ti, que no estás solo.

Mi nombre es Lina Marcela González Urbano y tengo 23 años.

Soy una chica nacida en Colombia, donde me crié con mis abuelos y demás familiares, ya que desde pequeña mis padres emigraron a España en busca de un futuro mejor para mí y para mi familia, puesto que carecíamos de recursos económicos para tener una vida digna.

Desde que tengo uso de razón ellos siempre han sido un ejemplo a seguir, debido a la valentía que tuvieron de dejar a sus familiares y a lo que más querían en su país, al cual no sabrían si volverían.

A lo largo de mi vida nunca entendí esta situación ya que mi mayor ilusión era tener a mis padres a mi lado, tal vez fui un poco egoísta pero una niña por más que quisiera no podría entender eso a la perfección.

Crecí en un entorno amoroso donde mis abuelos daban la vida por mí y nunca me faltó de nada, gracias a ellos y a la ayuda de mis padres pude tener una educación digna y unos valores ejemplares.

Mis padres al poco tiempo de marchar a España se separaron, fue una terrible noticia que me desestabilizó por completo, pero pese  a todo eso los seguía teniendo a mi lado, cada llamada que me hacían me alegraba porque aunque nos separaba la distancia, yo los sentía cerca.

Mi madre siempre tuvo la ilusión de que yo partiera hacia España para estar a su lado y recuperar todo el tiempo perdido y ahí es cuando empieza mi verdadera historia.

Un 24 de septiembre de 2011 me encontraba cogiendo un avión, marchándome del país que me vio nacer y alejándome de mi familia. Todavía recuerdo la dolorosa despedida, entre llantos y risas me despedía de mis abuelos con la incertidumbre de si algún día los volvería a ver. La migración fue voluntaria, puesto que nadie en ningún momento me obligó a salir de mi país.

De camino al aeropuerto los nervios me invadían, mis sentimientos cada vez estaban menos claros, quería ver a mi madre, pero dejaba toda mi historia atrás. La espera en el aeropuerto fue eterna e incluso hubo un momento de arrepentimiento, por mi cabeza pasaban miles de recuerdos y eso me generaba tristeza.

Llegó la hora de partir, no me salían las palabras solo abrazaba a mis abuelos para que este último abrazo se me quedase marcado de por vida.

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El 25 de septiembre del 2011, con diez años de edad, puse ya pie en tierras españolas, un poco desubicada porque estaba en un sitio que no conocía de nada e iba a conocer realmente quien era mi madre, esa cara que llevaba viendo en fotos durante 11 años.

Me encontré con mi madre y entre lágrimas y abrazos me daba la bienvenida.

Todo era distinto, me encontraba en un país que era completamente diferente a  lo que estaba acostumbrada, mi nueva casa me sorprendió, lo que me había imaginado durante años se quedó corto comparado con la realidad.

La emoción me embargaba tanto que no me acordaba de todo lo que había pasado en esos dos días, aunque eso duró poco, llegó la noche y pasé de la felicidad absoluta a una inmensa tristeza. Recuerdo como las horas pasaban y tumbada en la cama no dejaba de llorar reprochándome la decisión que había tomado. Las noches de insomnio fueron una detrás de otra, con el único consuelo de ver a mi abuela detrás de una cámara. Mi madre al verme así estaba destrozada y no sabía qué hacer para cambiar esa situación y poder verme feliz.

Me intentaba dar consejos para crearme ilusiones por la nueva vida que iba a tener en adelante, durante tres meses estuvo durmiendo conmigo, me acariciaba  y me entretenía hasta que me lograse dormir, dejó de lado su rutina para pasar las 24 horas conmigo con el fin de que algún día me pudiera sentir como en casa.

Me sentía culpable al verla así, tan decaída y planteándose la idea de dejarme ir otra vez a Colombia, pero a la vez no podía hacer nada, toda esta situación me superaba y no tenía la suficiente madurez para afrontarla de otra manera.

Era una chica demasiado tímida, me costaba relacionarme con los demás y todo esto fue un motivo más para aumentar mi inseguridad.

Mi madre me hablaba  siempre de una chica de mi edad que era vecina nuestra, me decía maravillas de ella. La primera vez que la conocí me acuerdo que estaba con sus amigos, y sí que tenía razón mi madre, era un amor de persona, en cuanto me vio me invitó a salir, pero sentía que no estaba preparada, me venían recuerdos de mis amigos de la infancia y no me encontraba bien.

Empezó el colegio y era la oportunidad para poder relacionarme, me costó muchísimo, me encontraba sola y rodeada de mucha gente, una sensación durísima que me amargaba por dentro. Siempre tendré que agradecer mucho a esta amiga, porque día tras día intentaba que me sintiera como una más, hasta que se convirtió en una hermana para mí.

Pasaron los meses y cada vez estaba más acostumbrada a mi nueva vida, empecé a tener amigos que me hacían los días más amenos, hoy en día pienso en la enorme suerte que he tenido de poder conocer a tantas buenas personas que me ayudaran, que me dieran la confianza de abrir mi corazón y contarles mis sentimientos ya que sin ellos todo habría sido más duro.

Cada vez que llamo a mis familiares de Colombia les cuento como ha cambiado mi vida, aunque todavía les sigo extrañando igual que el primer día, pero ahora son recuerdos bonitos que vienen a mi mente y que espero algún día poderlos repetir.

Aquí en España ahora tengo una enorme familia, que es la del marido de mi madre, que al igual que acogieron a mi madre en su llegada, también lo hicieron conmigo. Me quieren mucho y se preocupan por mi bienestar.

Al igual que me encontré personas maravillosas, también habían personas que no lo eran, que me hicieron los días menos bonitos, al principio esto si me importaba mucho porque no entendía la crueldad de aquellos niños, no hay razón  alguna para que justifique porque algunos discriminan a las personas extranjeras  y menos por su raza, cuando al fin y al cabo todos somos iguales. Esto fue algo que siempre lo lleve dentro de mí porque creía que nadie me iba a entender.

Durante estos años mi vida ha cambiado muchísimo, la primera alegría fue la llegada de mi hermano, una personita que se iba a convertir en lo más importante que tengo, verlo crecer y amar a mi país y a mi familia tanto, me llenaba de orgullo, algún día iremos los dos de vacaciones juntos de eso no tengo  dudas.

En Febrero de 2018 llegó otra alegría para mí, mi madre se casaba.  Ella estaba muy ilusionada porque iba a compartir el resto de su vida con el hombre que quería, que ahora es mi padrastro, alguien a quien tengo mucho cariño desde que llegué a España y se preocupó por mí desde el primer momento y hoy en día lo sigue haciendo. Mi madre y yo tenemos una grandísima suerte de tenerlo a nuestro lado.

Lo mejor de su boda era la visita de mis abuelos, que después de tantos años sin verlos por fin los volvería a abrazar. Recuerdo que  desde que mi madre me dio la sorpresa de que vendrían, no dormía tranquila, ansiosa de que llegara ya ese momento hasta que llegó. Cuando los volví a ver, fui corriendo hacia ellos con lágrimas recorriendo mis mejillas, los abracé y sentí como se reiniciaba de nuevo mi vida, como recuperaba un trocito de mi infancia.

No quería que llegase de nuevo la despedida, pero era algo que no podía evitar puesto que tenían que volver junto al resto de mi familia. Recuerdo ese adiós, el ver como se marchaban de mi lado de nuevo y me volvía a sentir vacía, en ese momento me prometí regresar a mi país de vacaciones.

Mi madre una vez casada, puso en marcha el papeleo para sacarme la nacionalidad, fue un trámite  muy complejo ya que me pedían demasiados documentos y todos ellos tenían que estar en regla y en mi caso tenía la ventaja de que mi madre ya disponía de  la nacionalidad española por lo que era más fácil obtenerla.

Fue una época muy estresante para mí ya que teníamos que coordinar todos los papeles para que estuvieran en fecha, muchos de ellos tuvimos que pedirlos por segunda vez ya que en algunos de estos el trámite tardó más de lo que esperábamos por lo que se nos pasaba el plazo. A todo esto se le sumó mi falta de comunicación con mi padre biológico, ya que desde mi llegada a España la relación con él se quebró, llevaba muchísimo tiempo sin establecer una conversación decente con mi padre pero esta ocasión  requería que lo hiciese.

Recuerdo que me costó muchísimo convencerle de que me ayudara, pero después de múltiples intentos entró en razón y me proporciono su ayuda y por fin pude solicitar la nacionalidad. A los meses me llegó la notificación de que me la aceptaban y me presente en el juzgado para realizarla y así fue como conseguí la doble nacionalidad.

 

Desde ese momento volver a mis país era más fácil, por lo que mis ganas de ir aumentaron, pero debido a temas como mis estudios y por supuesto el importe económico que supone era complicado,  ya que mi familia es humilde y necesita muchas horas de trabajo para poder permitirse un viaje tan costoso.

Durante estos años en España, mi familia en Colombia ha pasado por momentos muy difíciles. En primer lugar, mi abuela  ha sufrido cáncer de mama tres veces consecutivas, fue una época larga y angustiosa ya que la sanidad en mi país es bastante deplorable puesto que no disponen de recursos ni de presupuestos necesarios para dar una atención digna a las personas debido al sistema sanitario que tienen establecido. No tiene nada que ver con la sanidad española, pero gracias a su valentía y las ganas de seguir viviendo todo se quedó en un susto.

Esto fue un factor que me llevó a tomar la mejor decisión de mi vida, estudiar enfermería, considero que es una profesión muy bonita y necesitas una gran vocación para poder dedicarte a ella. Estoy en mi segundo año y cada día me siento más  orgullosa de pertenecer a esta profesión, gracias a mi esfuerzo y el apoyo de mis padres, estoy consiguiendo todo lo que me propongo y espero algún día poder ser una gran enfermera y poder ayudar a todas las personas que se encuentran en situaciones vulnerables, porque son estas quienes necesitan que en esos momentos de fragilidad haya alguien que les coja la mano y les asegure que todo va a salir bien.Imagen que contiene persona, interior, tabla, comida  Descripción generada automáticamenteImagen que contiene interior, persona, cuarto, mujer  Descripción generada automáticamente

 

Hace un año tuve la oportunidad de ir en verano a Colombia y ver a mi familia,  pero llegó la pandemia por COVID-19 y no pude realizar el viaje, nunca había tenido esa oportunidad tan cerca, pero no era el momento adecuado. Deseaba que todo esto se acabara y poder cumplir ese sueño.

En agosto llegó la peor noticia, el Covid-19 entró en mi casa de Colombia para adueñarse de la vida de mi abuelo, era algo que no quería creer. La impotencia que tenía hacía que me sintiese cada vez peor y la culpabilidad de no estar al lado de  mi familia en esos momentos era grandísima, tanto que me plantee cogerme un vuelo y marcharme a mi país para estar al lado de mi abuela en esos momentos tan difíciles, pero no podía ser porque España se encontraba en situación crítica.

Pasados varios días, nos dieron la alegría de que mi abuelo había despertado del coma provocado por el virus y se estaba mejorando, la felicidad no nos cabía en el pecho, esta vez llorábamos de alegría.  Recuerdo que tras la pantalla le gritaba lo mucho que le quería y que reuniera las fuerzas necesarias para poder salir de ese hospital pronto, pero al final volvió a recaer y nos abandonó.

Todas estas experiencias me han ayudado a crecer como persona y a mejorar en todos los aspectos, a valorar las cosas insignificantes de la vida pero sobre todo, a la familia, que es lo más importante que cada ser humano tiene. Una persona que se marcha de su país dejándolo todo, a sus seres queridos, su hogar  y sus costumbres, estos valores los tiene marcados de una forma especial. Si me  preguntan hoy en día si volvería a hacerlo, siendo sincera no sabría qué responder, mi nueva vida me ha dado muchísimas cosas buenas de las que nunca me arrepentiré, pero la familia siempre gana en esa balanza. Espero algún día poder volver ya sea para pasar el resto de mi vida de nuevo allí o por lo menos un tiempo.

Parte del testimonio del tío de Lina.

‘Después de que mi sobrina se fue, ha sido muy duro al estar acostumbrados a ella, a sus juegos y a su sonrisa… Ha sido como si fuera el último día de nuestras vidas, tanto mis padres como yo, siempre que la recordábamos era como si estuviésemos en una gran mentira, como si estuviésemos soñando y algún día iba a volver a entrar por la puerta. Nos costó  asimilarlo, fue como si algo se nos desprendiera del corazón, la soledad inundó la casa y ya nada era lo mismo. Mi sobrina era la que alegraba la calle, desde su partida nadie salía, a sus amigos los dejamos de ver, hoy en día  nos paramos a pensarlo y nos produce una gran tristeza, solo esperamos tenerla de nuevo en nuestros brazos.

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