La Universidad española pierde a otra de sus cabezas irremplazables. Alberto Blecua dio su última clase en Barcelona el jueves; el artículo de Guillem Martínez le rinde el homenaje sin estrépito que merece un profesor por parte de sus alumnos. Los grandes profesores, creo, no transmiten corpus cerrados de conocimientos, perfectas construcciones pulidas donde no hay error ni duda; lo que los distingue es que son infecto-contagiosos de entusiasmo, curiosidad y minuciosidad. No lo buscan, no recurren a tácticas ni destrezas comunicativas, es el carisma no aprendido lo que los convierte en profesores inolvidables, de esos que un día te das cuenta de que estás repitiendo un comentario, una finta, una deducción para enfrentarte a un problema y solucionarlo.
¿Para cuándo el reconocimiento público que se merecen docentes como Alberto?
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Querido Mencu:
He leído tu hermosa apología. Mil gracias. Muchos besos para los dos. Más abrazos.
Alberto