Entregar algo valioso de manera gratuita lo llamamos regalo. Hay negocios que parecen regalos. La radio nos da una serie de contenidos a cambio de nada, pero solo en apariencia. En realidad, el negocio de la radio, que emite programas sin cobrar un precio a los oyentes, estaría en la publicidad emitida entre y durante los programas. También en la promoción de ciertos contenidos. La transformación de la prensa de papel a la prensa de internet parecía suponer un paso de un precio relativamente bajo -gracias a la inclusión de publicidad- a un modelo basado de manera exclusiva en publicidad. En los últimos meses, en España hemos ido viendo cómo cabeceras bien conocidas (El Mundo, El País y, desde ayer, El Confidencial) han pasado a ser de pago, mediante un sistema de suscripción. Como va descubriendo bastante gente, suscribirse a un medio puede no ser muy oneroso y menos aún aprovechando las ofertas de lanzamiento; pero hacerlo a dos o tres puede ser algo caro.
Por mi parte, no tengo ningún problema en que algo valioso tenga un precio. Esta entrada no trata sobre si el acceso debe ser gratuito o no, sino sobre si el sistema de suscripción es el adecuado teniendo en cuenta los hábitos de los consumidores de noticias en internet hasta ahora y la demanda tradicional de periódicos de papel. Mi argumento es que el sistema de suscripción y el de pagar por un ejemplar de periódico en papel en un quiosco no son equivalentes. A mi juicio, la suscripción encarece el consumo de noticias respecto del sistema en papel, con una repercusión sobre la cantidad de suscriptores -y los ingresos- que no parece tenerse en cuenta.
Siempre he sido un gran lector de prensa, pero nunca he tenido una suscripción a ningún periódico. Me gustaba comprar el periódico el fin de semana (dos periódicos, casi siempre) y, en días laborables, lo compraba un par de días, cuando los periódicos que seguía tenían suplementos temáticos que me gustaba leer, pero solo uno cada vez. A otros periódicos les daba un vistazo de manera ocasional en la cafetería o en la hemeroteca, pero de manera muy ocasional. También oía mucho la radio por las mañanas temprano, algo que sigo haciendo. El gasto de dinero que yo hacía en prensa en papel para informarme era un gasto que yo podía incrementar o disminuir a voluntad. Los sistemas actuales de suscripción de la prensa en internet se basan en pagar por acceso. Se paga una cierta cantidad para tener acceso a las noticias durante, digamos, un año. Hay alguna modulación del precio en términos de si se quiere acceso a ciertos contenidos especiales, como los equivalentes a las revistas de fin de semana que se venden con los periódicos dominicales en papel, pero tienen la misma forma básica, es decir, pago por acceso a más contenidos durante un tiempo. Aunque, a posteriori, las cantidades pagadas puedan equivaler a lo que, en promedio, yo me gastaría en un periódico a lo largo de un año, tengo que decidirlo a priori, pero, sobre todo, ahora tendría que hacer ese mismo gasto para cada periódico.
El consumidor actual de prensa en internet tiene un consumo más variado de noticias que el lector tradicional de periódicos de papel. Pero es que, incluso este último, también buscaba la variedad en formas parecidas a como era mi consumo de noticias en el pasado. Nada me impedía comprar un periódico el martes por su suplemento en educación y otro el jueves por su suplemento de ciencia. Atar al consumidor a una sola cabecera a través de la suscripción dificultando la variedad en el origen de las noticias no me parece la mejor manera de ganar clientes en este mercado a medio plazo. No creo que vaya a haber muchos lectores, más allá de los institucionales o de los profesionales que necesitan acceso inmediato a la prensa diaria, que se suscriban a dos o más medios, como tampoco en el viejo mundo en el que solo había prensa papel había muchos particulares que se suscribieran para recibir en casa más de un periódico. La suscripción es un sistema en el que se paga primero y se lee (se consume) después; es decir, no es posible modular la demanda del bien, salvo en periodos relativamente largos de tiempo y algo engorrosos, pues hay que cancelar la suscripción, darse de alta en otro medio, etc., por no mencionar lo que estos cambios suponen de trasiego de los datos personales de acá para allá. En definitiva, a mi juicio, este nuevo modelo de pago por acceso no creo que genere los fondos que los medios de comunicación privados están buscando y que serían necesarios para generar servicios de noticias de mayor calidad.
¿Cómo se resuelve este problema? En mi opinión, la solución nos la proporcionó hace un tiempo el mercado de la música. Este mercado sufrió como pocos el cambio tecnológico de la digitalización. De repente, se volvió muy sencillo y barato copiar canciones esquivando los sistemas tradicionales de copyright. Esto también implicaba que ya no era necesario para los consumidores comprar un paquete completo de canciones del mismo autor, sino que podía ir escogiendo sus canciones preferidas y desechar las que no le gustan. Si un artista tiene que gastar tiempo y esfuerzo en generar una serie de canciones, que han de grabarse luego con caros equipos técnicos, pagando a toda un conjunto de profesionales cualificados, producir el soporte en el que irán esas canciones (un CD, por ejemplo) y distribuirlo a todos los lugares, pero luego el primer consumidor que adquiere ese CD puede generar infinitas copias a un coste marginal prácticamente nulo subiéndolo a una plataforma que comparte esos contenidos, ¿dónde está el negocio? ¿Cómo puede un artista ganarse la vida con su trabajo en un entorno como este? La solución actual ha consistido en crear un sistema en el que se paga por acceso, pero no a todos los contenidos que pueda generar un artista a lo largo de su vida laboral, sino que paga acceso a una plataforma que ha negociado los derechos con toda una serie de artistas. Así, el consumidor paga por acceder a todos esos contenidos variados, con cantidades mayores o menores de contenidos. Este sistema permite al artista cobrar por su trabajo y al consumidor modular su consumo en función de sus preferencias. No es el sistema perfecto -ser artista no parece ser tan rentable como en los tiempos del vinilo y las casetes-, pero esta forma de fijar precios parece haber traído algo de calma a este mercado.
Es decir, ¿para cuándo algo como Spotify de la prensa?
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