Las profundidades del océano
En asignaturas como biología o geografía os habrán hablado de las fosas oceánicas, también conocidas como fosas marinas, se trata de estrechas y profundas trincheras que suelen encontrarse adosadas a los bordes continentales o junto a arcos de islas volcánicas. La temperatura del agua en estos lugares se mantiene a unos 4ºC .
En el Pacífico es donde encontramos un mayor número de fosas oceánicas, existen hasta 6 fosas que superan los 10Km de profundidad. Estamos hablando de las más profundas de nuestro planeta. Una de estas fosas es conocida como fosa de las Marianas y se trata ni más ni menos que del punto más profundo de la corteza terrestre, goza de 11.000 metros de profundidad y por consiguiente una capa de agua de este calibre nos deja presiones de más de 1100 atm. Lo que equivaldría a que una persona sujetara en sus brazos 30 aviones Boeing 747 repleto de carga.
Como vemos las condiciones son extremas, sin embargo hay algunos seres vivos que se “atreven” a habitarlas. Estamos hablando de algunos tipos de moluscos y peces, destacan en concreto los bioluminiscientes de pequeñísimo tamaño. Estos seres vivos tienen cuerpos “diseñados” para aguantar fuertes presiones, son muy flexibles, formados por cartílagos, pues si tuvieran nuestros huesos se les fragmentarían. Además, estos seres vivos están en equilibrio con su entorno y se mueven con la misma indiferencia con que nosotros “buceamos” en el “océano de aire”.
Llegar hasta estos lugares tan remotos y descubrir un poquito más sobre la vida marina no es una tarea sencilla, requiere años de trabajo, diseñando un equipo que permita sumergirse hasta dichos niveles sin sufrir daños. Los científicos emplearon el batiscafo, un vehículo de pequeño tamaño con una cabina esférica suspendida debajo de un casco grande que garantiza su flotabilidad, está especialmente diseñada para resistir grandes presiones. Estos vehículos suelen estar equipados con cámaras y tecnología que les permite registrar, medir e incluso rescatar objetos del fondo marino.
El ser humano sería incapaz de realizar dichas inmersiones de otro modo. Las personas estamos en equilibrio con nuestro ambiente (el aire) igual que lo estaban los peces de las fosas marinas con el suyo (el agua). El aire pesa y ejerce presión sobre nuestros cuerpos. La sangre en nuestras venas, el aire en nuestros pulmones, los fluidos de nuestros cuerpos están a presión atmosférica. Ejercen una presión hacia fuera igual a la que la atmósfera ejerce hacia adentro. Este equilibro hace que salvo que variemos mucho nuestra altitud, por ejemplo subamos una montaña no notemos nada. Sin embargo, si decidimos hacer buceo debemos llevar un tanque que incluya un regulador que nos permita respirar aire a la misma profundidad que nuestro entorno. Las exposición a grandes presiones no son moco de pavo, puede dañar o matar.
Fue a finales del siglo XIX cuando un grupo de obreros que trabajaba fabricando puentes, concretamente los cimientos sumergidos bajo el agua comenzaron a sufrir una serie de problemas como dolores en las articulaciones, entumecimientos, parálisis e incluso la muerte al ser sometidos a descompresión. Hoy en día estos riesgos los sufren los buceadores, especialmente los principiantes, cuando ascienden a la superficie rápidamente reteniendo el aire, esto puede ocasionarles una embolia gaseosa, producida por la disminución rápida de la presión del entorno, lo que provoca que el gas de los pulmones se expanda. El pulmón se rasga y el aire escapa a la sangre. Ese aire que se va a la sangre puede ser conducido por los circuitos arteriales y llegar al cerebro provocando parálisis o muerte. La prevención consiste en ascender lentamente a razón de 9 metros por minuto.
Referencias:
https://es.wikipedia.org/wiki/Fosa_oce%C3%A1nica
https://elpais.com/elpais/2017/07/05/ciencia/1499249786_958443.html
Aún no hay comentarios.