Si pensamos en nuestra etapa en el colegio o en el instituto me atrevo a decir que la inmensa mayoría recordamos las excursiones escolares con anhelo y cariño. El día que había excursión era un día diferente, la noche anterior costaba conciliar el sueño aunque fueras a escasos metros de tu escuela pero aun así era un día especial.
Nos divertíamos aunque solo fuera por el hecho de romper nuestra rutina. Cambiabas de ambiente y te olvidabas de los exámenes y los trabajos. Esta liberación es necesaria, es un descanso que te ayuda a recargar las pilas y no solo eso, es una actividad en la que aprendes nuevas cuestiones, descubres lugares desconocidos y acedes a otros que con tu familia o amigos sería imposible ir (por ejemplo una fabrica, una potabilizadora). Estas experiencias permiten ver la vida desde otra perspectiva, conocer otros planteamientos y experiencias. Además, interactuamos con aquellos conocimientos que se nos han contado en el aula, al igual que os comentaba en la entrada sobre el laboratorio esta metodología nos permite llevar a cabo un aprendizaje activo.
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