Su inolvidable “magestad”

22/03/16, 16:54

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Dice un refrán que “no todo lo que brilla  es oro”.  Y es que en ocasiones en Puerto Rico nos dejamos eludir por todo lo que viene de afuera, como si fuese irremediablemente mejor que lo de adentro.  Es por esto que no debe parecernos extraño el reciente “boom” de “Fatmagül”, o peor aún que no se hayan vislumbrado las consecuencias de ser los anfitriones del VII Congreso Internacional de la Lengua Española. Acoger esta actividad, a primera instancia, parece una chulería juvenil, pero como todo en la vida, la responsabilidad asumida tiene consecuencias que inevitablemente se han de enfrentar como país.  Al menos a eso se aspira, cómo bien explicó Luis Rafael Sánchez en la conferencia inaugural del congreso: pese a que no transamos con la pérdida de la ciudadanía estadounidense, el credo puertorriqueñista “arrasa en las calles”.

Al parecer, todo estaba bien organizado en el Congreso, ya que contábamos con la presencia de innumerables figuras del quehacer científico e intelectual del mundo hispanoparlante como Mario Molina, o Jean-Marie Le Clézio.  Y, ¿cómo olvidar la presencia de los reyes de España que pisan suelo boricua por segunda vez en menos de treinta años?  Menos los olvidaremos ahora por el error imperdonable de ponerle una “g” a su “magestad”.  No podemos negar, por un lado, que esto pasó por descuido, pero por otro lado, como puertorriqueño radicado en España, me apena que esto sea lo más comentado en los medios noticiosos españoles, obviando lo mencionado anteriormente.

Que esto nos sirva de lección, y que la defensa del idioma persiga fines puramente pedagógicos para que así nuestras herencias culturales se valoren en su justo balance.  Pero, más aún, que resuene el refrán comentado al principio, pero adaptado a la realidad puertorriqueña: “no todo lo prieto es morcilla”.

Las navidades comienzan cuando soplan los aires navideños

14/11/15, 12:11

Instrumentos musicales boricuas: el cuatro, las maracas, el pandero y el güiro.  Abajo, la pava, sombrero del jíbaro

 

 

Las navidades en Puerto Rico se caracterizan por ser una de las más largas y festivas del mundo.  Muchos amigos extranjeros, y ajenos a la cultura puertorriqueña, no dejan de sorprenderse cuando les digo que desde finales de octubre ya suenan en Puerto Rico aguinaldos, villancicos, seis, plenas y bombas relacionadas con esta época.  Pero, ¿por qué es esto así?  Por medio de este ensayo más reflexivo que científico-social analizaremos algunos de los factores por los cuales el periodo de la navidad es uno muy largo en Puerto Rico.

Hay muchos factores adicionales por los cuales las navidades son muy largas y las celebramos con particular esmero: en primer lugar, porque es en esta época cuando hacemos gala de nuestras manifestaciones culturales más distintivas. Nos referimos, por ejemplo, a la música, puesto que más de tres-cuartas partes de nuestra música autóctona (los seis, aguinaldos, villancicos, bombas, plenas, danzas, etc.) gira en torno a esta época del año, además de que asociamos nuestro instrumento nacional, el cuatro, a la misma (aunque hay que aclarar que dicho instrumento no es exclusivo a dicha época, pero eso es otro tema aparte en el que no nos meteremos por el momento).  A nuestra gastronomía le pasa igual, ya que es durante esta época que se hace despliegue de nuestros platos y postres más emblemáticos: morcillas, pasteles, el lechón, el coquito y el arroz con dulce, por ejemplo;  pero sobre todo el arroz con gandules, nuestro plato de arroz más distintivo respecto a los otros pueblos caribeños.

También las fiestas tradicionales marcan la extensión de las fiestas.  Antiguamente las fiestas terminaban a comienzos de febrero con la fiesta de la Virgen de la Candelaria, cuando en el calendario litúrgico se marcaba la fiesta en la que María y José presentaban en el templo al niño Jesús.  No obstante esta fiesta, aunque no ha sido olvidada, poco a poco se ha ido perdiendo.  Las tradicionales misas de aguinaldos, nacientes en España, extendidas por todo el mundo hispano, pero que sobreviven de modo particular en Puerto Rico, anticipan el comienzo de la navidad por el componente cultural en torno a esta novena previa a la navidad.  Tampoco podemos olvidar los aguinaldos de reyes, como signo de la devoción que se le tiene a los sabios de Oriente, al punto en el que ese día el puertorriqueño lo dedica para “reyar”.  Recientemente, otras fiestas han marcado el inicio y fin de la navidad, como el día de Acción de Gracias, de origen estadounidense, puesto que es un día de fiesta en el que el puertorriqueño tiene la oportunidad de reunirse con la familia y amigos y comenzar “oficialmente” la navidad.  También las Fiestas de la Calle San Sebastián en las que se han tenido en años recientes como el final de la navidad, ya que tienen lugar a finales de enero.

A estos factores queremos añadir otros, no desconocido, pero que al ser tan habitual, se da muy por sentado y casi pasa desapercibido.  Nos referimos a los llamados “aires navideños”, que tanto les han cantado a través de aguinaldos, seis, entre otros géneros musicales.  El término alude al momento en que se siente por fin los vientos que traen el clima más agradable del año, aproximadamente desde finales de octubre hasta febrero (aunque ciertamente esto no es fijo por el cambio climático), razón por la cual no debe extrañarnos lo pronto que comienzan las navidades en Puerto Rico si guarda también una relación con el clima.

En fin, podemos afirmar que nuestra tradición navideña es  producto de todos estos factores culturales, sociales y climáticos ya señalados.  No podemos ignorar el que haya una estrategia de mercado detrás en la que se ha tratado de comenzarlas lo antes posible y terminarlas lo más tarde posible por una cuestión de económica. Pero tampoco podemos ignorar que ésta también es la época del año de las oportunidades y dejar atrás el año vivido, sobre todo en tiempos de crisis, para nada ajenos a la historia de nuestro pueblo.  No en vano nuestras manifestaciones culturales han girado en torno a estas fiestas y estos motivos, el año que dejamos atrás y la oportunidad de volver a comenzar con la llegada de otro nuevo.

 

“Por mi reggae muero”, pero aún así no es música autóctona: problemas fundamentales del artículo de William García “Por mi reggae muero: Why Reggaetón Still Matters”

23/08/15, 16:31

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 (Rafael Cepeda, el fallecido patriarca de la bomba y plena puertorriqueña)

 

Problemas fundamentales del artículo de William García “Por mi reggae muero: Why Reggaetón Still Matters”

 

Recientemente, el historiador y pedagogo William García, ha publicado un artículo titulado ”Por mi reggae muero: Why Reggaetón Still Matters” en el que dice que el reggaetón no es del agrado de muchos puertorriqueños por una cuestión de discrimen y marginación contra los sectores más pobres y negros de la isla.  Sin embargo, hay otros aspectos fundamentales que toca sobre el género, como el papel de éste en la cultura puertorriqueña, y la política pública isleña que merecen ser problematizados para promover la discusión respecto a este tema, tal y como se puede apreciar a continuación:

1. El reggaetón no es un género autóctono de PR, sino de ida y vuelta que comenzó con el rap y las aportaciones de Panamá, PR, Rep. Dom, etc.

2. Mezcla la política de la Mano Dura de Rosselló, gobernador del Partido Nuevo Progresista, con la cruzada de Velda González, legisladora del  Partido Popular Democrático, contra los regaetoneros.  Ambos sucesos no ocurrieron a la misma vez, pues todos los operativos de droga llevados a cabo por el  gobernador PNP fueron durante la década de los 90 y la oposición de la legisladora González fue a comienzos del 2000.  En otras palabras, ambos sucesos los mezcla.

3. Según el autor, “tropicalize” (o “tropicalizar”, palabra inventada por él), es sinónimo de “blanquear” (o ” to whiten”), y se le olvida que está hablando sobre un pueblo que en esencia es mestizo.

4. El reggaetón es “atacado” por una mera cuestión subjetiva. No creo que es porque sea porque su música es asociada a los barrios marginados de San Juan. Si esto fuese lo contrario, ¿por qué ha tenido tanta acogida internacional, independientemente del gusto musical?
Que no quede duda: el reggaetón,al igual que la salsa, son géneros de ida y vuelta. No quiere decir que no se pueden escuchar o respaldar, pero no son autóctonos. Por tanto, promoverlo como los géneros típicos no sería justo para los propios géneros típicos como la danza, la música jíbara, la bomba, plena, etc., que de por sí andan en peligro de extinción porque, contrario a lo que puede decir el autor de que el reggaetón es visto como un género bajo amenaza por falta de educación, estos sí que lo están. Primero que pongan en el currículo una clase de música (que consta apenas de medio crédito) en la que enseñen quién fue Juan Morel Campos, Manuel G. Tavárez, Rafael Hernández y luego se puede discutir si el reggaetón podría discutirse si vale la pena incluir este tema.

5. Actualmente la susodicha riña entre los “salseros y rockeros”, no se sostiene y ha sido bastante superada desde hace tiempo.  Prueba de ello son bandas de rock puertorriqueñas como Puya, que supo conciliar ambos género musicales, y no solo eso, ya que entre las influencias afroantillanas que toma sobresale la africana por delante de las otras herencias tradicionales, la española y taína.  El autor se atreve a sugerir, pero sin fundamentos claros, que dicha riña ha cambiado y ahora se da entre el reggaetón y el rock.  Sinembargo, el autor no tiene en cuenta que esta misma banda en sus inicios incorporó el rap en sus canciones y ha hecho colaboraciones con raperos como Tego Calderón y hasta incluso Daddy Yankee ha expresado admiración por la banda.

Por último, podría concedérsele al autor la iniciativa de utilizar el género del reggaetón como medio para la enseñanza.  Con todo, primero habría que enfrentar el hecho de que apenas tenemos una clase de música en como parte de la educación primaria y secundaria de Puerto Rico.

http://www.upliftt.com/music/por-mi-reggae-muero-why-reggaeton-still-matters/

Nuestros tesoros al descubierto

26/03/15, 12:34

 

Acueducto de época española en Ponce, PR (s. XIX)

 

Acueducto de época española en Ponce, PR (s. XIX)

Puerto Rico tiene que apostar más por su cultura.  En los últimos meses nos hemos enterado a través de la prensa sobre hallazgos y la existencia de verdaderos tesoros históricos nuestros.  Tomemos por ejemplo los se han sido encontrado en San Juan, entre los cuales llama la atención no sólo el hallazgo de unas antiguas murallas de época española, sino los restos arqueológicos pertenecientes a la cultura saladoide, aproximadamente del siglo VII d. C.  Por otro lado, en Ponce se está luchando mucho para que se declare como monumento histórico un acueducto de época española, pues enriquece lo que conocemos sobre la historia de ese pueblo.

 

Estos hallazgos son muy beneficiosos para nuestra isla, ya que además de que amplían lo que conocemos sobre la ingeniería y urbanismo español, los mismos pueden ser un punto de partida para desarrollar una experiencia educativa diferente para nuestros estudiantes de todos los niveles y ámbitos.  Y también sirven para exportar a Puerto Rico como un destino turístico que alberga un pasado histórico centenario y milenario.

Las otras necrópolis del San Juan viejo: un acercamiento a la arqueología del paisaje de las necrópolis capitalinas

1/02/15, 13:22

 

 

El cementerio Santa María Magdalena de Pazzi

 

El cementerio Santa María Magdalena de Pazzi

 

Previo a la fundación del cementerio Santa María Magdalena de Pazzi, existieron en San Juan una gran cantidad de necrópolis dentro de toda la ciudad, algunas de las que sólo conocemos su localización, ya que en muy pocas ocasiones han podido ser excavadas por estar debajo de nuestros edificios históricos,  y otras que apenas conocemos, en parte por falta de más investigaciones sobre ellas.  No obstante, hay varias fuentes documentales y hasta historiadores que nos han facilitado el camino para poder, al menos, hacer una arqueología del paisaje inicial sobre algunos de los cementerios que existieron previo a la fundación de nuestro querido cementerio de “próceres de San Juan”, -percepción muy curiosa y que posiblemente ha sido producto de la inhumación de próceres como José de Diego, Pedro Albizu Campos, Tite Curet Alonso, et. al., aun cuando la documentación decimonónica parece demostrar todo lo contrario: que el cementerio era muy odiado por los vecinos, lo que explicaremos a continuación.

 

No perdamos de vista que el cementerio fue fundado de manera provisional en 1814 por dos cédulas reales, una de 1787 y otra de 1789, en las que la Corona prohibe la fundación de cementerios y el cierre progresivo de los que ya existían dentro de las ciudades, ya que los cementerios localizados dentro de las ciudades empezaron a ser vistos como la causa de epidemias.  Aun así, dichas órdenes encontraron mucha resistencia y falta de consenso entre las autoridades coloniales.  En primer lugar, por parte del cabildo municipal, que no se ponía de acuerdo en torno a dónde fundarlo, teniendo entre sus opciones, la batería de San Agustín, a la izquierda del Morro.  Segundo, la iglesia, que también mostró resistencia, teniendo como principal opositor al obispo Arizmendi, el cual favoreció inicialmente el proyecto, pero luego fue cambió de parecer en gran medida  por diferencias que tuvo con el gobernador Salvador Meléndez .  Tercero, los vecinos, que mostraron mucha oposición al cementerio, lo que sabemos indirectamente, pero que curiosamente es confirmado tanto por el propio obispo Arizmendi como por el gobernador Meléndez.  Según apreciamos en los documentos de la época, ambos admiten que ya estaba bastante generalizada la noción entre los vecinos que el cementerio iba a ser un espacio para enterrar a los esclavos y los que tenían no más que “la señal de los cristianos”, es decir, para los pobres.  Por tanto, el cementerio Santa María de Pazzi enfrentó un desprecio bastante generalizado por miedo a que la fundación del nuevo camposanto y el cierre de los espacios viejos implicaría la “desacralización” de los espacios y ritos funerarios.

 

Conscientes de la aversión generalizada, el cabildo municipal trató por todos los medios posibles cambiar esa percepción a través de diversas medidas y que los sanjuanero se olvidaran poco a poco de los cementerios ya existentes.  Entre estas medidas sobresale por ejemplo la división jerárquica del cementerio con el objetivo de asignar espacios específicos para los religiosos, políticos y vecinos, con el miras a demostrar que, a pesar de que el proyecto no contaba con muchos recursos económicos, iba a ser igual de sagrado que los antiguos cementerios.  La selección del nombre del cementerio, Santa María Magdalena de Pazzi, -nombre de una mística carmelita-, también sugiere que le fue puesto no solo para resaltar que el nuevo espacio iba a ser sagrado, sino también para volverlo atractivo para las monjas carmelitas que vivían en el monasterio en frente de la catedral.  Respecto a las monjas carmelitas, sabemos de la aversión de ellas a ser enterradas allí por documentos encontrados en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, en los que se revela una solicitud de éstas a seguir con sus inhumaciones en su monasterio, algo que le fue permitido por la Corona, y, por lo cual, las monjas siguieron con sus inhumaciones a lo largo de todo el siglo.  En su momento, el cabildo catedralicio también le solicitó la Corona gozar del mismo privilegio que gozaban las monjas carmelitas, lo cual, a diferencia de a las monjas, no les fue permitido.

Todo esto nos conduce a nuestro cuestionamiento principal.  ¿Cuáles fueron los cementerios que existieron antes de que se fundase el Santa María Magdalena de Pazzi?  Adolfo de Hostos y María de los Ángeles Castro nos ha identificado algunos de los cementerios que existieron antes del Santa María, como por ejemplo el antiguo cementerio de la catedral, que estaría debajo del antiguo Parlamento Autonómico, hoy Departamento de Estado.  También muchas de nuestras iglesias sanjuaneras tuvieron cementerios dentro de sus recintos, como por ejemplo en la iglesia San José o la San Francisco.  Por su parte, los conventos albergaron los restos no solo de los religiosos que los integraban, sino también de muchos de los vecinos de la isleta, como es el caso del antiguo monasterio de Carmelitas, en el actual Hotel el Convento, del que se sabe a través de la documentación del monasterio de San José que fueron inhumadas mujeres laicas y esclavas, además de las religiosas, en el monasterio.   Otros espacios para la inhumación, aunque no tan conocidos, posiblemente porque eran más fosas que cementerios, fue el de la Puntilla, nuestro antiguo puerto en época española, que según Adolfo de Hostos, albergó a muchos esclavos negros que morían en el camino para venderlos para el trabajo.

 

A pesar de los retos que implica hacer estudios arqueológicos e históricos sobre algunos de los espacios históricos de la isleta, esperamos que esto sea una guía breve en la que podamos identificar algunas de las necrópolis que existieron en San Juan que a su vez contribuyan al avance historiográfico que ha iniciado historiadores como Luis A. López Rojas, Ignacio Olazagasti, María de los Ángeles Castro, Adolfo de Hostos o Norma López de Victoria.

 

Fuentes primarias:

 

Caro Costas, Aida ed.  Actas del Cabildo de San Juan de Puerto Rico,  1812-1814.  San Juan: publicación oficial del municipio de San Juan, 1968.

 

________________.  Actas del Cabildo de San Juan de Puerto Rico, 1814.  San Juan: publicación oficial del municipio de San Juan, 1968.

 

Carroll, Henry K.  Report on the Island of Porto Rico: Its Population, Civil Government, Commerce, Industries, Productions, Roads, Tariff, and Currency, with Recommendations.  Puerto Rico, Ediciones Puerto, 2005.

Luis Martínez Fernández, Protestantism and Political Conflict in the Nineteenth-Century Hispanic Caribbean.  United States, Rutgers University Press, 2002.

 

Circular que dirige el Señor gobernador de la Sagrada Mitra á los parrocos, eclesiasticos, y fieles cristianos del arzobispado de Mexico, sobre Ereccion de Cementerios fuera de las Poblaciones.  Mexico Oficina de Doña Maria Fernandez de Jaurequi, calle de Santo Domingo, año de 1809.

 

Real Academia de la Historia.  Informe dado al Consejo por la Real Academia de la Historia en 10 de junio de 1783 sobre la disciplina eclesiástica antigua y moderna relativa al lugar de las sepulturas.  En Madrid, en la oficina de Don Antonio de Sancha, impresor de la Academia, año de 1786.

 

Reglamento para la administración, cuidado y conservación del Cementerio Municipal de San Juan Bautista de Puerto Rico.  Puerto Rico, A. Lynn Imprenta del municipio, Fortaleza, 24 y 26, 1888.

 

Planos:

 

“Plano y perfiles en que se manifiesta el pie de la muralla desde el ángulo flanqueado del Baluarte de Santo Domingo hasta el de San Antonio, el terreno comprendido entre ellos y la Mar, el desnivel del mismo terreno, la batería, cuerpo de guardia,  y almacén de San José, la situación de las cercas  del Cementerio estable y las del provisional”.A.G.I.  MP-Santo Domingo, 708\1\1.

“Plano no. 1o. del cementerio proyectado para la plaza de Sn. Juan de Puerto Rico”. A.G.P.R.  Municipio de San Juan.  Caja 325, leg. 96, pieza 1, núm. 1.

“Expediente sobre saneamiento del terreno destinado a ensanche del cementerio de la ciudad, 25 de febrero 1889- 6 febrero 1890”.  A.G.P.R.  Municipio de San Juan.  Caja 325, leg. 96, pieza 1.

“Construcciones municipales”.  A.G.P.R.  Municipio de San Juan.  Caja 325, leg. 96, pieza 1, núm. 7.

 

“Expediente sobre destinar un lugar fuera del mismo convenientemente cerrado, para los cadáveres de las personas, que no pertenezcan al seno de la Religión Católica. 21 sept. 1875-5 marzo 1878”.  A.G.P.R.  Municipio de San Juan.  Caja 325, leg. 96, pieza 1, núm. 7.

 

Archivo Histórico Nacional. Ultramar. Leg. 2005, exp. 32

Archivo Histórico Nacional. Ultramar. Leg. 379, exps. 14-16

 

Sobre Arqueología del paisaje y la Memoria social:

 

Halbwachs, M., La memoria colectiva, Zaragoza, 2004.

Geary, P. J., “Memoria”, en Le Goff, J. y Schmitt, J.-C. (eds.), Diccionario razonado del Occidente medieval, Madrid, 2003, pp. 527-536.

Jones, A., Memory and Material Culture, Cambridge, 2007.

Fentress, J. y Wickham, C., Memoria social, Valencia, 2003.

El paisaje en perspectiva histórica. Formación y transformación del paisaje en el mundo mediterráneo, Zaragoza, 2008.

 

Otras fuentes:

 

Coll y Toste, Cayetano.  Boletín histórico de Puerto Rico.

 

 

Cosas del pasado

18/01/15, 15:53

Archivo General de Puerto Rico

Archivo General de Puerto Rico

 

No podemos quejarnos de la crisis social vivida en Puerto Rico, y de la falta de ideas, si no apostamos por nuestra cultura e historia.  El presente estado en el que se encuentra el Archivo General de Puerto Rico (AGPR) es reflejo de la poca atención que le damos al tema de la cultura, pues hace ya casi dos meses que su directora Karin Cardona De Jesús solicitó la reubicación de la gran cantidad de documentos de la institución a otra instalación que esté en mejores condiciones.  Dicha solicitud la hizo por el deterioro de nuestro patrimonio documental al verse afectado por la ubicación de su depósito, en un sótano que se inunda cada vez que llueve y por la propia ubicación de la institución, muy cerca del mar, y por consiguiente, muy expuesta a la humedad y a la salinidad, entre otras cosas.

 

Hace ya varias semanas, el 20 de noviembre, el profesor Fernando Picó comentó, a través del artículo “Una visita al Archivo General de Puerto Rico”, lo importante que es la conservación de la colección documental del AGPR para facilitar el avance de las investigaciones históricas sobre Puerto Rico.  Es por ello que, suscribiendo lo dicho por el historiador en torno a lo importante que es la institución por ser depositaria de nuestro patrimonio documental y la necesidad de que su infraestructura se mantenga en las mejores condiciones posibles, exigimos que se atienda la situación precaria en la que se encuentra el AGPR para ver si queda demostrado de una vez por todas si hay interés por preservar y promover nuestra Historia.  Si realmente sentimos preocupación por el devenir de nuestro pueblo, no podemos seguir indiferentes ante estos problemas.  Todavía tenemos tiempo para rectificar tomando acción en torno al problema del AGPR.  Pero para que esto sea posible, hay que cumplir, responder y valorar.  Cumplir con la prometida digitalización de sus fondos documentales para que podamos acceder a ellos con tan sólo un “click” como en muchos archivos, bibliotecas y museos en los Estados Unidos y Europa; responder a los problemas denunciados sobre el estado en que se encuentra el AGPR; y sobre todo, valorar las cosas del pasado para que nuestro pueblo no se vuelva cosa del pasado.

El “Gíbaro” de Manuel Alonso y su vigencia en el siglo XXI

13/10/14, 19:03

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“Volvamos la vista hacia aquella patriarcal colonia, tan fértil en frutos como exhausta de instrucción, en la que el exceso de placer sensual y egoísmo positivista enervaban las facultades psicológicas, y en la que el rumor prolongado de vertiginosa danza, al escaparse de los salones, se entremezclaban en el espacio con el crujido del látigo que azotaba las carnes del esclavo, en los cañaverales del ingenio, confundiéndose las carcajadas de arriba y los gemidos y blasfemias de abajo en un solo interminable eco, en una sola inexplicable sinfonía”.

-Salvador Brau

En 1849 don Manuel Alonso, nacido en San Juan en octubre de 1822, mandó a publicar en Barcelona El Gíbaro.  Cuadro de costumbres de la isla de Puerto Rico, motivado, entre muchas razones, por dos obras colectivas publicadas por un grupo de puertorriqueños que se había instalado en la ciudad condal antes de la llegada de él: Aguinaldo puertorriqueño (1842) y Álbum puertorriqueño (1843).  Tanto fue el impacto de la obra de M. Alonso en la isla, que en 1882-83 mandó a publicar la segunda parte de la obra.

I.  El Gíbaro en el siglo XIX

En términos literarios e históricos, la importancia de El Gíbaro de M. Alonso radica en dos aspectos fundamentales.   En primer lugar porque por medio de ella,  M. Alonso persigue “perpetuar” nuestras costumbres e idiosincracia como pueblo; en segundo lugar, porque a través de ésta realiza una radiografía de nuestras particularidades y problemas que nos aquejaban como pueblo motivada por las ideas reformistas que compartía con otros compatriotas como Román Baldorioty de Castro y Alejandro Tapia y Rivera, por ejemplo. Entre las tradiciones que más destaca están la gran cantidad de ferias y fiestas en San Juan, -muchas que actualmente han desaparecido-, la tradición de las peleas de gallos, que aún se mantienen en la isla, y los bailes de garabato, en otras palabras, la música jíbara-campesina.

Por otro lado, entre las cuestiones más sensibles que se tocan en El Gíbaro están el tema de la educación en la isla que, dado a la negativa de gobierno colonial español de que se fundase una universidad en la isla, el pueblo puertorriqueño se veía impedido de alfabetizarse como se hacía en España o en Cuba, lo que le afectaba a la isla en términos sociales y culturales a largo plazo y demostraba la indiferencia que el gobierno colonial tenía hacia la isla.  Prueba de la indiferencia del régimen español incluso la resalta Salvador Brau, escritor del prólogo del segundo libro, es el haber permitido la publicación del libro aún cuando M. Alonso dice, independientemente de si era verdad o no, que para el gíbaro eran más importantes las galleras que las iglesias, cuestión que lo pudo haber metido en problemas con las autoridades coloniales y eclesiásticas.  Es por esto que para M. Alonso era muy importante reivindicar la escolarización de la isla porque entendía que Puerto Rico no era menos que el resto de España.  Toda esta argumentación la va constatando a través de la infinidad de casos que discute, como por ejemplo las peleas que se formaban entre los gíbaros en las fiestas de los pueblos, las peleas de gallo, o el alto desarrollo musical que desembocó en los “bailes de garabato”, cuyos orígenes admite sin temor alguno que no son nuestros, sino que provienen de nuestra herencia hispana e indígena.

Según M. Alonso, la cultura debe estar al servicio de los pueblos, con lo cual ésta no debe volverse un obstáculo ni mucho menos una distracción que impida prestarle atención a los problemas de fondo que nos aquejan y que nos deben preocupar, como lo son las cuestiones políticas, sociales y económicas.  No obstante, esto no debe ser excusa tampoco para renegar de nuestra identidad cultural, -hispana, indígena, africana, antillana, etc.-, ni mucho menos resaltar más una parte de esa herencia sobre la otra, -aunque es cierto que M. Alonso pone en un segundo, o hasta tercer plano, nuestra herencia africana, cuestión que no atenderemos de momento por no ser parte del problema histórico-cultural que nos interesa, y porque entendemos que merece ser discutido como tema aparte-.  Incluso resalta que no podemos olvidar el beneficio económico que nos da mantener muchas de nuestras ferias y fiestas porque son empleos que se generan, trabajos artesanales que se crean y valores y tradiciones que se fomentan a las generaciones futuras.

Todos los “retratos” que hace de las costumbres de la isla de Puerto Rico son reiterativos de la desigualdad socio-cultural y política que vivía la isla con respecto a España.  Es por eso que M. Alonso constantemente, y sin reparo alguno, menciona casos en los que el gíbaro se ve envuelto en peleas, porque si bien es verdad que muchas de nuestras tradiciones corrían el riesgo de desviarse, también es cierto que con educación y valoración se pueden encarrilar para beneficio nuestro.  Es por todo esto que M. Alonso sostiene que no es necesario negar de nuestras tradiciones, costumbres ni mucho menos de nuestra identidad como pueblo:

“¿Cómo se entiende, señores reformistas? ¿Queréis que no quede rastro bueno ni malo de los usos de nuestros padres?  ¿Tenéis acaso la vanidad de pensar que nada es bueno más que lo que hagamos nosotros?  Si os molesta el sol porque os habéis vuelto más delicados mudad la hora, pero no me toquéis a la costumbre”.

II. El Gíbaro del siglo XXI

No podemos negar los profundos cambios que la sociedad puertorriqueña ha enfrentado desde que M. Alonso escribió El Gíbaro.  Sin embargo, muchos de los problemas que identifica el ilustre doctor en su obra, como por ejemplo el problema de la educación y la falta de reflexión en torno a nuestra identidad como pueblo siguen intactos.  Vista desde esta perspectiva esta trascendental obra de nuestra literatura puertorriqueña, todavía es mucho lo que nos puede aportar al estudio de la cultura puertorriqueña desde diversas disciplinas, sea la literatura, la sociología, la antropología, y en nuestro caso particular, la historia.  En Puerto Rico todavía urge más reflexión en torno a lo que hemos construido y ha devenido a ser nuestra “nacionalidad” puertorriqueña sin negar unos referentes que están ahí cuando estudiamos nuestro proceso socio-histórico, que no son estáticos, pero sin que tampoco signifique que los relativicemos absolutamente. Evidentemente hablar de “nacionalidad” es problemático por que supone en términos epistemológicos, pero aún así dicha reflexión es necesaria si todavía sentimos preocupación por el avance de los estudios puertorriqueños y por el devenir de nuestro pueblo.   Tan trascendental es la obra de M. Alonso, que aún con lo mucho que ha cambiado nuestra sociedad, todavía estamos falto de un proyecto de escolarización que nos ponga a la altura que nos merecemos como pueblo.  Es por ello que no debe extrañarnos el profundo empobrecimiento social y cultural que ha sufrido nuestra isla en los últimos años, y hasta incluso décadas.  Pero para caminar hacia adelante, hay que mirar hacia atrás, y ciertamente Manuel Alonso en su momento nos señaló uno de los caminos que podemos seguir para mejorar como pueblo, y es el mirarnos y reflexionar sobre nuestra historia y cultura.

Referencia:

Alonso, Manuel.  El Gíbaro.  Cuadro de costumbres de la isla de Puerto Rico.  San Juan, Academia Puertorriqueña de la Lengua Española, Plaza Mayor, 2007.

El Grito de Lares y el sistema cultural puertorriqueño

23/09/14, 12:01

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“¿Y qué? ¿Hemos de negar acaso nuestra tierra adorable, cielo luminoso, compañeras encantadoras, costumbres cariñosas, lengua criolla, cantos populares, melancólicos reflejos de aspiración a libertad, nuestra historia brillante? ¿Todo lo que constituye la Patria?”

-Ramón Emeterio Betances

 

Es una verdad innegable que Manuel Rojas, uno de los líderes de la rebelión de Lares, nació en Venezuela de padre puertorriqueño y de madre venezolana.  Aún así, ¿es esto motivo para cuestionar cuán puertorriqueño fue uno de los principales líderes del Grito de Lares como si un trasfondo adicional al puertorriqueño le restase credibilidad?  Los estudios en torno a la conformación de los pueblos pueden llegar a ser tan complejos que reducir el tema de la identidad a una cuestión geográfica les restaría el rigor sistemático que éstos demandan; Tomemos de ejemplo algunos personajes históricos importantes.  ¿Es que acaso fue necesario para Pelayo, líder de la revuelta cristiana contra los musulmanes invadir la península ibérica, sentirse español en el momento que decidió rebelarse contra éstos en el 722?  ¿En qué momento de la historia fue que George Washington pasó de ser un criollo británico en de las Trece Colonias a ser un estadounidense de los Estados Unidos?  ¿Realmente fue este el factor que le movió para rebelarse contra la Corona Británica?  En fin, múltiples pueden ser las razones por las cuales se lleva a cabo una revolución, y dentro de esos motivos puede o no puede que esté incluido el tema de la cultura y la identidad. Prueba de esto la podemos encontrar en los Diez Mandamientos de los Hombres Libres del Dr. Betances, en los que reclama mayores libertades y derechos, y que curiosamente pone a los puertorriqueños, por la propia opinión de los españoles y los isleños como españoles, como malos españoles y como puertorriqueños.  No obstante, el hecho de que la identidad no haya estado entre las razones de peso que justificaron Los Diez Mandamientos ni en el Grito no tiene nada que ver con que en esa época teníamos o no teníamos identidad.

Para profundizar más en el tema de la identidad, tomemos como ejemplo el caso del obispo puertorriqueño Juan Alejo de Arizmendi, que nació en San Juan -aunque sabemos que tiene apellido vasco- y se formó en Venezuela.  Fue el único obispo puertorriqueño que tuvimos en todo el periodo español porque tras su obispado, el gobierno español le negó el acceso a insulares a un puesto eclesiástico tan alto. ¿Por qué había que asumir esa actitud si tenía ascendencia vasca, tal y como claramente se aprecia en su apellido? Sencillo, porque se consideraba y era considerado como puertorriqueño, no como vasco, y con una identidad subjetiva aparte.  Prueba de ello la encontramos en la bendición que le echó a los soldados que fueron a La Española a combatir los haitianos en la que hace una distinción entre los puertorriqueños y los españoles y llamó Puerto Rico como patria suya. Por eso a Arizmendi, junto a Power y Giralt, se les consideran en la historiografía puertorriqueña como los primeros en defender la identidad puertorriqueña, aunque no necesariamente esto implique que ambos querían la independencia de la isla. Sin embargo, y como dijimos antes, al poder colonial no le interesó que los criollos asumieran puestos de poder porque los veían como personas diferentes a los peninsulares, además de que se quería evitar  en Puerto Rico el inicio de una revolución igualita a las que estaban ocurriendo por toda la América Hispana. Manuel Rojas no era un “puro” puertorriqueño, sino que tenía ascendencia venezolana con ideas liberales y por consiguiente era diferente, con ideas diferentes a los peninsulares y agendas diferentes a la de los peninsulares, por tanto no era peninsular.

Manuel Rojas fue hijo de su época, y evidentemente tuvo una exposición en Venezuela que no tuvieron muchos puertorriqueños, al igual que Betances, con el que sucede lo mismo. Padre dominicano y madre caborrojeña, pero con ascendencia francesa; sus respectivas formaciones liberales y exposiciones culturales “ajenas” a la puertorriqueña y a la española, no debe volverse una razón para que quede deslegitimada toda la insurrección de Lares ante lo “diferente” que eran a los puertorriqueños isleños, sino como un factor que explica su trasfondo socio-cultural.

Los puertorriqueños no se sintieron identificados con el movimiento de Lares por razones que van más allá de puritanismos étnicos que no tienen nada que ver con la pureza de sangre, puesto que somos un pueblo mestizo, ni mucho menos porque nuestra sistema cultural y nacional no estaba conformado.  El tema es que el Grito de Lares no tuvo el alcance que sus líderes quisieron que tuviera, demandas de más libertad, más derechos y la abolición de la esclavitud, aspectos que no se relacionan directamente con la cultura, pero que tampoco no la anula.  Si no, no tendría sentido el hecho de que Luis Laret y Alcazar, a finales del siglo XVIII, haya pintado al “gíbaro” puertorriqueño, Louis Moreau Gottschalk se haya inspirado en los aguinaldos puertorriqueños para componer “Souvenir de Porto Rico”, el poema del español, Manuel de Palacios sobre Puerto Rico y más tarde Manuel Alonso haya escrito “El Gíbaro” por mencionar algunos ejemplos.

Aún con el fracaso de Lares, el malestar fue real y siguió presente en todos los sentidos, el social, político y económico, lo que desembocó en el desarrollo del movimiento autonomista, ante lo insatisfecha que se encontraba la clase política, la pequeña burguesía isleña y el pueblo puertorriqueño, pues bastante abundante es la documentación con respecto al tema.  Hubo políticos, incluso, dentro del autonomismo, como Baldorioty de Castro, que en principio defendía una autonomía que desembocase en la independencia, pero que luego tuvo que abandonar -porque no era posible dentro de la tradición política española-, mientras que otros solo aspiraban a la mayor autonomía posible, lo cual nos demuestra lo heterogéneo que fue el movimiento y porqué fue tan perseguido por el gobierno colonial.  Como hemos anticipado ya, el independentismo, manifestado en la rebelión de Lares, y el autonomismo, fueron sólo síntomas adicionales de la insatisfacción que se vivía en la isla ya desde comienzos del siglo XIX.  Puerto Rico alcanzó un trato igualitario con las Cortes de Cádiz al declararse la isla en una provincia más de España antes los reclamos de mejores condiciones de vida para la isla por parte de Ramón Power y Giralt en las Cortes; no obstante, tal estatuto jurídico quedó sin efecto con el regreso al trono de Fernando VII.  La condición política tampoco mejoró mucho con la Constitución española de 1876.  Tuvimos que esperar hasta el 1897 para que nuestra situación política mejorase para que todo se echara a perder un año después con la invasión estadounidense.

El Grito de Lares no fue exitoso porque no había propuesta económica ni una clase burguesa local que lo sostuviera.  Es natural que personas como Manuel Rojas y Betances, que tuvieron otra formación y perspectivas, tomaran las riendas.  Pero esto no fue suficiente para que el Grito desembocase al éxito tal y como ocurrió en Yara, pues, a diferencia de lo que pasaba en Cuba, que si gozaba de una burguesía mucho más fuerte.

En conclusión, podríamos considerar con mucha cautela que el Grito de Lares es un producto socio-cultural puertorriqueño, teniendo en cuenta todas las cuestiones en torno a una propuesta de esta clase, pero no a la inversa.  La cultura puertorriqueña no necesariamente fue el producto último del Grito de Lares, aunque sí fue y sigue siendo un acontecimiento importante dentro de nuestra cultura.  El Grito de Lares debe ser visto más como un choque de visiones entre los discursos dominantes en contra de los discursos liberales.  Sin embargo esto no fue suficiente para los puertorriqueños, pues todos sabemos el desenlace de la insurrección.

Una cosa eran las élites criollas y la gente culta y otra cosa era el pueblo, el jíbaro. Era lo que Manuel Zeno Gandía denominaba en la Charca como “un país dentro de otro país”, porque los jíbaros no se sentían totalmente identificados ni con San Juan ni con la poca clase criolla que existía. Por eso el Grito de Lares fue un acto fallido, pero que para nada anula el sistema cultural puertorriqueño.

 

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Ramón Emeterio Betances

 

Referencias:

 

*Pido disculpas por la falta de referencias al hacer esta entrada al blog, puesto que el acceso a las mismas no fue posible.  Sin embargo, recomiendo leer los siguientes artículos, aunque no necesariamente hayan sido escritos por historiadores:

 

González,J.L., El país de cuatro pisos y otros ensayos. Río Piedras, Ediciones Huracán, 1989.

Álvarez Curbelo, S., ”Despedida”, en Revista de Indias, 1997, vol, LVH, núm. 211.

Castro Arroyo, M.A.,  ”¿A qué pelear si los de Madrid no nos quieren?  Una versión criolla de la Guerra del 98 en Puerto Rico”, en Revista de Indias, 1997, vol. LVII, núm. 211.

 

El cementerio de San José en Villa Palmeras: reflexiones en torno a un camposanto salsero.

14/07/14, 15:14

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Tumba de Rafael Cortijo en el cementerio de San José en Villa Palmeras

San Juan ocupa un lugar importante dentro de la historia puertorriqueña por el patrimonio arquitectónico y documental que encierra, lo cual es de gran beneficio para los que estamos interesados en el estudio de nuestra cultura.  Un ejemplo excelente de esto que estamos hablando es la gran cantidad de cementerios que hay en nuestra ciudad capital, como por ejemplo el cementerio Santa María Magdalena de Pazzi en el viejo San Juan, el cementerio de Río Piedras, el ya desaparecido cementerio de Cangrejos que se localizaba en la calle San Jorge y en nuestro caso particular, el cementerio San José en Villa Palmeras.

 

El cementerio de San José en Villa Palmeras goza de la particularidad de albergar los restos de varios de los artistas y músicos más importantes dentro de la historia musical puertorriqueña.  Entre estos merece la pena destacar el panteón de Rafael Cortijo, fundador de Cortijo y su Combo, una de las más importantes orquestas puertorriqueñas enfocadas en la música afrocaribeña y también en los ritmos más autóctonos de la isla que abarca esta sombrilla musical que hemos señalado, la bomba y la plena.  Impresionó tanto a la población puertorriqueña la muerte de Rafael Cortijo en 1982 que se estima que en el cortejo fúnebre le acompañaron alrededor de 15,000 fanáticos; incluso, esta manifestación de pueblo fue motivo de inspiración para que un año después el escritor Edgardo Rodríguez Juliá escribiera una novela sobre esto titulada “El entierro de Cortijo”.  Cinco años después moriría Ismael Rivera, bautizado como “El Sonero Mayor” y fue cantante de la orquesta de Rafael Cortijo.  Según los biógrafos de Ismael Rivera, la muerte de su amigo Rafael le afecto tanto que perdió la voz, impidiéndole participar en un homenaje póstumo a la memoria de él.

 

Uno de los autores de las plenas más importantes de Cortijo y principales defensores de la bomba y la plena en Puerto Rico, don Rafael Cepeda, también está enterrado en el cementerio de San José.  Don Rafael Cepeda es autor de gran cantidad de bombas, plenas, aguinaldos, calypsos y guarachas, pero se destacan  “El bombón de Elena”, la bomba “A la verdegué” y el aguinaldo “Flores de amistad” como sus composiciones más importantes.  Ha sido tan importante  Santurce y todos sus barrios, pero particularmente Villa Palmera, en la trayectoria de este sanjuanero que, como ya hemos anticipado, fue enterrado en el cementerio de San José al morir en 1996, y desde 1978 su hijo, Modesto Cepeda,  fundó en el sector Playita de Villa Palmera , barrio que alberga el cementerio, una escuela dedicada exclusivamente a la enseñanza de la bomba y la plena.

 

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Otro que está enterrado en este cementerio es Pedro Rodríguez de Gracia, o mejor conocido como Pellín Rodríguez, que formó parte de El Gran Combo de Puerto Rico, orquesta formada tras la disolución de la Orquesta de Rafael Cortijo con Ismael Rivera de vocalista.  Pellín fue e segundo en ser enterrado allí, pues murió en 1984, dos años después de la muerte de Rafael Cortijo.  Por último, pero no menos importante, está Carlos Samuel Ayala Román, o Sammy Ayala, cantante y percusionista relacionado también a la música afroantillana, sobre todo por haber pertenecido a la orquesta de Cortijo y su combo y contribuir con la composición de temas como el de la plena “Para mi gente” y la bomba “Dios los cría y ellos se juntan” por mencionar algunos.  Éste falleció y fue enterrado en el 2012.

 

Estos entierros son grandes casos en los que podemos identificar manifestaciones culturales que nos ayudan a entender cómo se manifiestan los puertorriqueños ante la muerte.  En estos tres casos específicos tenemos como denominador común el elemento de la música y  a San Juan como contexto sociohistórico, y  particularmente a Santurce, el antiguo pueblo que terminó absorbido por la ciudad capital, pero sigue siendo la zona histórica en donde encontramos este importante cementerio.  Sin embargo, ha sido muy poco lo que se ha investigado sobre este cementerio; y ni hablar del estado de conservación del mismo, pues aún no ha sido capitalizado seriamente como un lugar de interés cultural y patrimonio histórico de la isla.  No obstante, los restos de estos artistas están ahí como símbolo de esa memoria histórica y cultural a la espera de que futuros investigadores se interesen por ellos y contribuyan a su avance investigativo desde diversas perspectivas y a la conservación patrimonial.

 

 

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Cementerio de San José en Villa Palmeras

Boricuas en la Luna, en “el continente” y en Borinquen

1/06/14, 22:42

Bandera de Puerto Rico

“Puerto Rico, una nación flotante entre dos puertos de contrabandear esperanzas”.

-Luis Rafael Sánchez.

 

En todos los pueblos existen referentes que les identifica y les permiten compartir ciertas costumbres y tradiciones a lo largo del tiempo.  Estos referentes no son para nada estático, sino todo lo contrario: son muy cambiantes y sujeto al devenir del proceso histórico.  Esta identificación entre pueblos en ocasiones ocurre porque los pueblos se denominan a sí mismos u otros pueblos denominan a otros pueblos.  Estos referentes identitarios eventualmente se conforman en sistemas culturales complejos dentro de entornos particulares.  De acuerdo con C. Geertz, “[...] la cultura es un contexto dentro del cual pueden describirse todos esos fenómenos de manera inteligible, es decir, densa”.  En algunos casos los pueblos han tenido la necesidad de salvaguardar su sistema cultural y su devenir como pueblo a través de convenciones políticas y nacionalistas o, en otras palabras, proyectos de Nación-Estado.

Esta reflexión en torno a la identidad de los pueblos no es producto exclusivo de los movimientos nacionalistas y románticos del siglo XIX -aunque sí hay que reconocer que gran parte de la reflexión sobre la identidad de los pueblos se llevó a cabo en ese siglo-, puesto que ha sido motivo de gran debates entre historiadores enfocados en otros periodos históricos como la Antigüedad o el Medievo en los cuales nos encontramos con pueblos como los francos, que, desde tiempos remotos, tenemos constancia documental de su presencia en la Historia occidental.  Esto nos demuestra que la nación francesa no es un mera construcción de la Revolución Francesa (aún con los matices que se puedan resaltar en torno a esta identidad nacional), sino que  es producto de un proceso histórico bastante complejo y profundo.

No podemos negar que existe un componente bastante fuerte de subjetividad sobre la construcción identitaria de los pueblos.  Difícilmente podemos hablar de un pueblo y sentarnos a identificar algunos atributos y características culturales cerradas como el idioma, la tierra, las costumbres como unos requisitos imprescindibles para que un individuo sea considerado de un pueblo en particular.  Pero este componente subjetivo no deber ser motivo para que entremos en una negación total de las culturas porque bien sabemos que un filipino es libre de asumir que es suizo, pero si no conoce la cultura suiza, su contexto, ni sus tradiciones, difícilmente sus afirmaciones las podemos considerar como ciertas.  Si aceptamos esta propuesta, entonces no podemos negar que hay ciertos atributos y costumbres inherentes a las idiosincracias de los pueblos que los identifica como tales.  Es por esto que los conceptos de “nación” e “identidad” entre otros no son propiedad exclusiva de los nacionalismos decimonónicos imperialistas y colonialistas ni de los fascismos europeos.  Estos todavía son necesarios debido a que lamentablemente el debate académico no ha sido tan fructífero como para proponer nuevas concepciones en las que podamos referirnos a la cultura e identidades de los pueblos y todavía hay mucho por describir, estudiar y analizar sobre los pueblos y sus particularidades históricas, como por ejemplo el fenómeno de los “New York Ricans” o “niuyorricans” en “contraposición” al puertorriqueño “insular”, que recientemente fueron analizados por el historiador Harry Franqui-Rivera en un artículo titulado “¿Boricuas en la Luna?”.

En este artículo, H. Franqui-Rivera considera que los puertorriqueños “insulares”, como él los denomina, tienen a los puertorriqueños “continentales”, como he optado denominar a esa diáspora no por denigrarlos a ellos, sino para criticar cordialmente las propuestas del autor y la construcción que hace del puertorriqueño que vive en el exterior-, como  carentes de autenticidad, o sea, que no son los verdaderos puertorriqueños.  Para mi sorpresa, éste usa como uno de sus argumentos para sustentar esto las redes sociales: “Una corta exploración de las redes sociales cibernéticas hará evidente que una gran proporción de insulares no considera a la diáspora, y en especial a los nacidos fuera de la isla, como puertorriqueños auténticos”.  No creo que apoyarse en lo que sucede en las redes sociales es prueba suficiente como para concluir que esa es la “visión” que tiene el puertorriqueño isleño,      -como prefiero llamarle al puertorriqueño que ha nacido y vive en la isla con la idea de mirar más allá del “insularismo” que brillantemente observó en el pasado A. S. Pedreira-, sobre todo si tenemos en cuenta el fenómeno del “troll”, fenómeno usual en las redes sociales en el que un cibernauta se dedica a hacer bromas pesadas, hablar con poca o ninguna inhibición debido a que el internet permite a los cibernautas “enmascarse” con mucha más facilidad que en la vida cotidiana.  ¿Podrían ser las expresiones hechas en internet sobre los puertorriqueños de la diáspora por los puertorriqueños isleños representativas de la opinión que tiene el puertorriqueño del diario vivir?   ¿Pueden considerarse las redes sociales una fuente realmente fiable para alguien que ejerce la profesión de un historiador?

Peor aún es comparar al puertorriqueño isleño con el español “peninsular” del siglo XIX, algo que H. Franqui-Rivera, que no se quería mezclar con los criollos.  Dicha comparación, además de  ser anacrónica y denigrante, sobra, puesto que este caso para nada es comparable con esta problemática actual si tenemos en cuenta la posición de poder aventajada con la que venía el peninsular tanto en lo económico como en lo político en comparación con la que poseía el criollo.  Para que no quede duda de esta desigualdad, es solo cuestión de mirar lo sucedido en 1898 que Puerto Rico, aún gozando desde 1876 un carácter jurídico igual al de cualquier otra provincia española, fue cedido sin mucha resistencia ni reclamos posteriores a EE.UU.

Para nada quiero defender la raíz colonial del Estado Libre Asociado porque debido a la unilateralidad de EE.UU. y complicidad incluso de los puertorriqueños en su momento, seguimos siendo extranjeros de nuestra propia tierra, con la diferencia de que nos volvimos un asunto interno de los EE.UU., a diferencia de otras como las Islas Vírgenes Estadounidenses que sí están en la lista y, por consiguiente, pueden ser denunciadas con más facilidad en foros internacionales.  Pero este asunto de momento no me concierne analizarlo, sino la crítica que hace H. Franqui-Rivera a las medidas que ha tomado el ELA para incentivar el regreso de la diáspora a la isla.  Es verdad, creo que el ELA debe hacer más para motivar a los puertorriqueños que se quedan en la isla que preocuparse por los que se encuentran en el exterior.  Pero lo que H. Franqui-Rivera ignora es que la emigración de los puertorriqueños ha sido uno de los muchos factores que ha impedido que la situación económica, y hasta incluso política mejore en la isla, puesto que el capital humano es vital para la puesta en marcha de cualquier proyecto económico y político, y Puerto Rico actualmente está falto de proyectos que contemple ambos aspectos, sobre todo si queremos lo mejor para nuestra isla a largo plazo.  Pero esto sólo puede ser posible rompiendo con estas demonizaciones que hemos hecho de los “nacionalismos” como si el fascismo y los imperios fueran dueños de él, sobre todo cuando Puerto Rico se encuentra en una era “post-colonial”.

Los nacionalismos para nada tienen que ser desbocados como lo fueron en el pasado.  Bastante tenemos con dos Guerras Mundiales como para que se repita algo así, pero si queremos conducir a Puerto Rico en una nación de primer orden es necesario que pasemos por un proceso de introspección y nos valoremos como tal, como una potencial nación de primer orden,  tal y como han hecho los estadounidenses, que a fin de cuentas los une una sola bandera, o Japón, nación que dos bombas nucleares no han sido motivos para negarse a sí misma y colocarse en el sitial que se encuentra actualmente.  Para que esto sea posible en Puerto Rico es necesario reconocer que esa diáspora está ahí y tiene que ser contemplada en cualquier futuro proyecto político económico.  No considero que muchos de los factores como la lengua y la tierra son determinantes dentro de la construcción identitaria de los puertorriqueños, pero son factores que están ahí y hay que tenerlos en cuenta aún.  Son muchísimos los factores que mueven a los puertorriqueños irse de la isla, -lo que no viene al caso en este ensayo-, y posiblemente eso no dejará de suceder nunca, pero tal vez la tasa de emigrantes bajaría considerablemente si dejamos de pensar como territorio y nos ponemos a pensar como un verdadero país.  El puertorriqueño de la “diáspora” tiene que estar conectado con la isla de la manera que mejor entienda y pueda, en lo mínimo en su nostalgia, porque la isla todavía sigue siendo como una especie de “tierra prometida” que todavía no hemos conseguido.  Y esa diáspora tiene que seguir como ciudadanos del mundo que somos, pero sobre todo en  EE.UU. para velar por nuestros intereses como pueblo porque después de todo, EE.UU. fue fundado sobre una base multicultural que suele ignorarse.   Por eso al fin de cuentas creo que es posible englobar dentro de los que es “ser puertorriqueño” todas las posibles realidades socio-históricas que vive el puertorriqueño tanto en el exterior como en la isla, porque como sostuvimos al principio, existen unos referentes culturales, pero que no son totalmente estáticos, sino que se ajustan a los procesos históricos.  Para que esto sea posible, es necesario reflexionar más en torno a lo que es “ser puertorriqueño” y menos reflexiones que nos dividan y polaricen más como pueblo.

 

Fuentes:

 

Franqui-Rivera, H., ¿Boricuas en la Luna?, http://www.80grados.net/author/harry-franqui-rivera/

Geertz, C., La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa Editorial, 1990, p. 27.

Pedreira, A. S., Insularismo: ensayos de interpretación puertorriqueña.  San Juan, Plaza Mayor, 2001.

Sánchez, L.R., La guagua aérea.  San Juan, Editorial Cultural, 1994.