Las microfinanzas se han manifestado como una forma eficaz de desarrollar el sistema financiero de países en desarrollo, facilitar la iniciativa empresarial de las personas excluidas de los canales financieros tradicionales y contribuir a la reducción de la pobreza. Muhammad Yunus recibió el Premio Nobel de la Paz en 2006 por su impulso al microcrédito, lo que contribuyó a difundir en todo el mundo las virtudes del sistema. La característica distintiva de los microcréditos no es su pequeña cuantía, sino que se conceden sin que el prestatario aporte garantías, al menos en el sentido tradicional (patrimonial) de la palabra.
El portal web de Kiva (significa “acuerdo” en Swahili) permite que cualquier persona pueda actuar como prestamista y “conceder” microcréditos a microempresarios de todo el mundo. La tasa de devolución es superior al 98%, pero no es posible ganar dinero con las operaciones porque los prestamistas de Kiva no cobran intereses (he aquí una diferencia con los banqueros tradicionales).
Pero sería factible que estableciera el cobro de intereses bajísimos a ingresar en plazos muy flexibles (como el resto del crédito), aunque dejaría de llamarse Kiva. Por otra parte, el microcrédito ha sacado ya a 5 millones de personas de la pobreza en todo el mundo, demostrando ser aplicable en cualquier región deprimida del orbe. ¿Caridad eficiente?
Ummm, préstamos a interés cero, es decir ganancia cero… No parece muy buen negocio ¿no crées? Entonces, ¿donde está el éxito de este tipo de concesiones crediticias? A mí se me escapa…
Carlos,
En el caso de Kiva, los donantes no cobran intereses, pero las instituciones intermediarias sí. Es importante para que cubran sus costes operativos y para instaurar una verdadera cultura del crédito (y no de la donación). Para los donantes de países desarrollados se trata de una actividad de cooperación al desarrollo, no remunerada (al menos monetariamente).