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Creación artística - Facultad B.B.A.A.
 

El Gusto

Los estudios sobre historia del arte contemporáneo nos ofrecen factores que contribuyen de manera decisiva a dudar del placer estético como condición necesaria y suficiente para explicar el gusto, tal y como viene siendo habitual en muchos trabajos recientes y fue propio de los filósofos diochescos. El placer estético se convierte, entonces en un problema que debe ser abordado en mayor o menor medida.
En un principio, no hay más que apoyarse en un hecho bien sencillo: cuando decimos que una pintura, una novela, una poesía o una pieza musical nos gustan, estamos, si así lo deseamos, en el punto de partida adecuado para un examen crítico, histórico o estético más riguroso. Todavía no lo hemos iniciado, el gusto es previo. En sentido similar, cabe decir que las categorías del gusto son previas a las más estrictamente estilísticas, aunque también en éstas intervenga.
El gusto se ejerce todos los días y a todas horas, aunque aquí se restringa al gusto artístico, al gusto por las obras de arte y de las obras de arte. El gusto está en el centro mismo de las relaciones que constituyen la vida cotidiana y es un modo de “fijar” la imagen del mundo.
            Gusto es, por tanto, uno de los conceptos más equívocos de la estética, también uno de los más utilizados y de más difusa extensión. Designa las preferencias de una colectividad y de un individuo, suele referirse a creaciones artísticas, musicales o literarias, pero también a actividades lúdicas, la contemplación de objetos naturales, preferencias de carácter erótico, tendencias sexuales, indumentaria…, por diferentes que sean, como lo son, todos estos asuntos. Cuando se trata de gustos individuales es habitual introducir criterios de valoración y hablar de buen  o mal gusto, y aunque estos criterios no son necesariamente ajenos al gusto colectivo, es cierto que en este caso no se presentan con tanta naturalidad.
            Decir buen o mal gusto implica criterios de valoración cualitativa y un sistema de preferencias que no tiene por qué incluir las notas de bueno o malo.
            Además, cabe decir que el gusto es histórico. No sólo porque cambian sus preferencias a lo largo de los tiempos, sino ante todo porque cambia su fundamento y su situación en el espacio de lo artístico, espacio que es, él mismo, histórico. El gusto cambia de lugar en el sistema de relaciones que con el mundo se establece, un cambio que afecta, incluso, a la condición de ese mundo.
            Desde los primeros años del siglo pasado, asistimos a una transformación de las orientaciones artísticas que reciben diversas denominaciones estilísticas, pero que, en todo caso, ofrecen un rasgo común: el abandono de las pautas idealizadoras y su sustitución por otras centradas en una idealización que enfatiza rasgos sensibles de la realidad.
            El movimiento de los estilos y la difusión y progreso de las ideas no es suficiente para explicar la nueva situación. A lo largo del siglo se produce una nueva organización de la recepción del arte. Fenómeno fundamental en este sentido es la consolidación y desarrollo de los salones y del comercio, que llevan aparejado el nacimiento y la difusión de la crítica de arte. En los salones se muestran al gusto del público las obras más notables, y ese gusto adquiere la forma de juicio en los escritos que a los salones se dedican.
            La autonomía artística que se manifiesta paulatinamente en el desarrollo de los estilos, la evolución de las ideas y el ámbito de su difusión y crítica, es rasgo central autofundado, mediador él mismo de la relación con el mundo, y no mediado por criterios externos que den cuenta de sus preferencias.

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