En los últimos años la tecnología ha aparecido en todos los ámbitos de nuestra vida y como no, en una de las fuertes industrias mundiales, la del automóvil.
Ya a nadie le suenan a “chino” siglas como ABS o ESP o palabras como airbag. En el ámbito de las TIC también han estado a la vanguardia con la implantación del GPS, el bluetooth, sistemas que detectan la presencia de un obstáculo cercano y avisan al conductor ect.
Todos estos sistemas están controlados por unidades de control electrónico (en inglés ECU) que reciben información de múltiples sensores y actúan en relación a unos parámetros establecidos. Además almacenan la información más relevante de forma que se pueda acceder a ella en el momento requerido (fallo en algún sistema, por ejemplo).
En fin, nadie duda que las nuevas tecnologías implantadas en nuestros vehículos ayudan a la conducción, ahorran en combustible y mantenimiento, previenen accidentes e incluso en caso de sufrirlos minimizan el impacto de estos. Pero ¿es esto lo que buscamos? Con la aparición de estos sistemas el conductor está perdiendo progresivamente significación en la conducción, para muchos, atractivo, ya que su protagonismo a la hora de conducir disminuye paulatinamente. ¿Llegará el momento en el que el conductor únicamente tenga que sentarse y esperar?
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