El “Gíbaro” de Manuel Alonso y su vigencia en el siglo XXI

13/10/14, 19:03

Manuel_A._Alonso

“Volvamos la vista hacia aquella patriarcal colonia, tan fértil en frutos como exhausta de instrucción, en la que el exceso de placer sensual y egoísmo positivista enervaban las facultades psicológicas, y en la que el rumor prolongado de vertiginosa danza, al escaparse de los salones, se entremezclaban en el espacio con el crujido del látigo que azotaba las carnes del esclavo, en los cañaverales del ingenio, confundiéndose las carcajadas de arriba y los gemidos y blasfemias de abajo en un solo interminable eco, en una sola inexplicable sinfonía”.

-Salvador Brau

En 1849 don Manuel Alonso, nacido en San Juan en octubre de 1822, mandó a publicar en Barcelona El Gíbaro.  Cuadro de costumbres de la isla de Puerto Rico, motivado, entre muchas razones, por dos obras colectivas publicadas por un grupo de puertorriqueños que se había instalado en la ciudad condal antes de la llegada de él: Aguinaldo puertorriqueño (1842) y Álbum puertorriqueño (1843).  Tanto fue el impacto de la obra de M. Alonso en la isla, que en 1882-83 mandó a publicar la segunda parte de la obra.

I.  El Gíbaro en el siglo XIX

En términos literarios e históricos, la importancia de El Gíbaro de M. Alonso radica en dos aspectos fundamentales.   En primer lugar porque por medio de ella,  M. Alonso persigue “perpetuar” nuestras costumbres e idiosincracia como pueblo; en segundo lugar, porque a través de ésta realiza una radiografía de nuestras particularidades y problemas que nos aquejaban como pueblo motivada por las ideas reformistas que compartía con otros compatriotas como Román Baldorioty de Castro y Alejandro Tapia y Rivera, por ejemplo. Entre las tradiciones que más destaca están la gran cantidad de ferias y fiestas en San Juan, -muchas que actualmente han desaparecido-, la tradición de las peleas de gallos, que aún se mantienen en la isla, y los bailes de garabato, en otras palabras, la música jíbara-campesina.

Por otro lado, entre las cuestiones más sensibles que se tocan en El Gíbaro están el tema de la educación en la isla que, dado a la negativa de gobierno colonial español de que se fundase una universidad en la isla, el pueblo puertorriqueño se veía impedido de alfabetizarse como se hacía en España o en Cuba, lo que le afectaba a la isla en términos sociales y culturales a largo plazo y demostraba la indiferencia que el gobierno colonial tenía hacia la isla.  Prueba de la indiferencia del régimen español incluso la resalta Salvador Brau, escritor del prólogo del segundo libro, es el haber permitido la publicación del libro aún cuando M. Alonso dice, independientemente de si era verdad o no, que para el gíbaro eran más importantes las galleras que las iglesias, cuestión que lo pudo haber metido en problemas con las autoridades coloniales y eclesiásticas.  Es por esto que para M. Alonso era muy importante reivindicar la escolarización de la isla porque entendía que Puerto Rico no era menos que el resto de España.  Toda esta argumentación la va constatando a través de la infinidad de casos que discute, como por ejemplo las peleas que se formaban entre los gíbaros en las fiestas de los pueblos, las peleas de gallo, o el alto desarrollo musical que desembocó en los “bailes de garabato”, cuyos orígenes admite sin temor alguno que no son nuestros, sino que provienen de nuestra herencia hispana e indígena.

Según M. Alonso, la cultura debe estar al servicio de los pueblos, con lo cual ésta no debe volverse un obstáculo ni mucho menos una distracción que impida prestarle atención a los problemas de fondo que nos aquejan y que nos deben preocupar, como lo son las cuestiones políticas, sociales y económicas.  No obstante, esto no debe ser excusa tampoco para renegar de nuestra identidad cultural, -hispana, indígena, africana, antillana, etc.-, ni mucho menos resaltar más una parte de esa herencia sobre la otra, -aunque es cierto que M. Alonso pone en un segundo, o hasta tercer plano, nuestra herencia africana, cuestión que no atenderemos de momento por no ser parte del problema histórico-cultural que nos interesa, y porque entendemos que merece ser discutido como tema aparte-.  Incluso resalta que no podemos olvidar el beneficio económico que nos da mantener muchas de nuestras ferias y fiestas porque son empleos que se generan, trabajos artesanales que se crean y valores y tradiciones que se fomentan a las generaciones futuras.

Todos los “retratos” que hace de las costumbres de la isla de Puerto Rico son reiterativos de la desigualdad socio-cultural y política que vivía la isla con respecto a España.  Es por eso que M. Alonso constantemente, y sin reparo alguno, menciona casos en los que el gíbaro se ve envuelto en peleas, porque si bien es verdad que muchas de nuestras tradiciones corrían el riesgo de desviarse, también es cierto que con educación y valoración se pueden encarrilar para beneficio nuestro.  Es por todo esto que M. Alonso sostiene que no es necesario negar de nuestras tradiciones, costumbres ni mucho menos de nuestra identidad como pueblo:

“¿Cómo se entiende, señores reformistas? ¿Queréis que no quede rastro bueno ni malo de los usos de nuestros padres?  ¿Tenéis acaso la vanidad de pensar que nada es bueno más que lo que hagamos nosotros?  Si os molesta el sol porque os habéis vuelto más delicados mudad la hora, pero no me toquéis a la costumbre”.

II. El Gíbaro del siglo XXI

No podemos negar los profundos cambios que la sociedad puertorriqueña ha enfrentado desde que M. Alonso escribió El Gíbaro.  Sin embargo, muchos de los problemas que identifica el ilustre doctor en su obra, como por ejemplo el problema de la educación y la falta de reflexión en torno a nuestra identidad como pueblo siguen intactos.  Vista desde esta perspectiva esta trascendental obra de nuestra literatura puertorriqueña, todavía es mucho lo que nos puede aportar al estudio de la cultura puertorriqueña desde diversas disciplinas, sea la literatura, la sociología, la antropología, y en nuestro caso particular, la historia.  En Puerto Rico todavía urge más reflexión en torno a lo que hemos construido y ha devenido a ser nuestra “nacionalidad” puertorriqueña sin negar unos referentes que están ahí cuando estudiamos nuestro proceso socio-histórico, que no son estáticos, pero sin que tampoco signifique que los relativicemos absolutamente. Evidentemente hablar de “nacionalidad” es problemático por que supone en términos epistemológicos, pero aún así dicha reflexión es necesaria si todavía sentimos preocupación por el avance de los estudios puertorriqueños y por el devenir de nuestro pueblo.   Tan trascendental es la obra de M. Alonso, que aún con lo mucho que ha cambiado nuestra sociedad, todavía estamos falto de un proyecto de escolarización que nos ponga a la altura que nos merecemos como pueblo.  Es por ello que no debe extrañarnos el profundo empobrecimiento social y cultural que ha sufrido nuestra isla en los últimos años, y hasta incluso décadas.  Pero para caminar hacia adelante, hay que mirar hacia atrás, y ciertamente Manuel Alonso en su momento nos señaló uno de los caminos que podemos seguir para mejorar como pueblo, y es el mirarnos y reflexionar sobre nuestra historia y cultura.

Referencia:

Alonso, Manuel.  El Gíbaro.  Cuadro de costumbres de la isla de Puerto Rico.  San Juan, Academia Puertorriqueña de la Lengua Española, Plaza Mayor, 2007.