En abril de este año 2021, la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial presentó el primer estudio oficial sobre la incorporación de la Inteligencia Artificial (IA) en las empresas, según el cual las firmas españolas presentan un nivel de adopción del 7%. Esto es un punto por encima de la media europea, que se sitúa en el 6%, pero lejos de los países europeos destacados como Irlanda, con un 20%. En contraste, tal y como mencionaba en el artículo anterior (La digitalización de la economía que no cesa. De SMAC a DARQ pandemia mediante), el McKinsey Global Survey sobre el Estado del Arte de la Inteligencia Artificial en los negocios de 2021 recoge que el 57% de los encuestados informa de que en su empresa se están implementando tecnologías de inteligencia artificial (en la encuesta de 2020 fue el 45%, una subida de 12 puntos), siendo las regiones con mayores niveles de adopción en India, China y los países de Asia-Pacífico. Es cierto que son estudios muy diferentes (el primero se basa los datos que Eurostat publicó en febrero de 2021 a partir de los datos de la encuesta de uso TIC y comercio electrónico en empresas del año 2020, mientras que el de Mckinsey es una encuesta anual que se realiza a 33.000 ejecutivos de todo el mundo), pero la diferencia porcentual es tan grande que la comparación apoya la tesis de que España y Europa se están quedando atrás en la adopción de las tecnologías de la Inteligencia Artificial.
El muy recomendable libro “Europa frente a EE.UU. y China. Prevenir el declive en la era de la inteligencia artificial”, de Andrés Pedreño y Luis Moreno, analiza en profundidad las razones del retraso europeo en la adopción de la IA. En este texto simplemente quiero compartir algunas reflexiones sobre el papel que podrían jugar los consejos de administración de las empresas para tratar de corregir esta situación.
Con más de un 90% de empresas españolas aún sin estrenarse en la IA parece claro que, en la mayoría de los casos, el papel actual del Consejo de Administración debería ser el de impulsar los primeros proyectos de aplicación de las tecnologías de Inteligencia Artificial. En ejercicio de su facultad de cuestionamiento constructivo a la dirección ejecutiva de la empresa, la pregunta de los consejeros debería ser “cuándo” se va a comenzar y tendría que estar seguida de sugerencias sobre los posibles objetivos a perseguir: mejorar la productividad y la eficiencia modificando procesos operativos, fortalecer las relaciones con los clientes, mejorar la competitividad o proteger la reputación de la marca.
Observar a los referentes internacionales del sector puede ayudar a seleccionar los primeros casos de uso por los que empezar. La encuesta de McKinsey revela que los tipos de aplicación de IA más comunes son la optimización de operaciones de servicio (un 27% de los encuestados informan de que en su empresa se ha llevado a cabo un proyecto de este tipo), mejoras en los productos basadas en IA (22%), automatización de contact-centers (22%) y la optimización de características de producto (20%).
Es importante elegir proyectos iniciales de implantación relativamente sencilla y que puedan producir mejoras cuantificables, que puedan avalar el desarrollo de otros proyectos subsiguientes. Al fin y al cabo, las empresas de todo el mundo no están invirtiendo en proyectos de IA por “ir a la moda” tecnológica, sino por los beneficios que les reportan. El 27% de los encuestados por Mckinsey atribuye, de forma directa, a las tecnologías de Inteligencia Artificial adoptadas en su empresa una mejora de al menos un 5% en sus resultados operativos.
Probablemente el trabajo deba comenzar dentro del propio Consejo de Administración, actualizándose y modificando sus prioridades. Es necesario poner el foco de atención de los Consejos de Administración en las posibilidades e implicaciones de las tecnologías de la Inteligencia Artificial por el carácter transversal y transformador que tienen. La responsabilidad del Consejo de Administración sobre la estrategia y sus deberes de supervisión demandan una mayor preocupación de los consejeros por el patente retraso de nuestras empresas en este ámbito. La actualización del Consejo de Administración puede venir por la formación de los consejeros y/o por la incorporación de nuevos perfiles al consejo que puedan centrar su trabajo en esta nueva área.
En la medida en que el proceso de adopción de estas tecnologías vaya desarrollándose, el papel del Consejo de Administración irá pivotando hacia la supervisión, control, gobernanza y control de riesgos asociados a la Inteligencia Artificial. La encuesta de McKinsey pone de manifiesto que, a nivel mundial, la gestión de riesgos asociados a la IA sigue siendo una deficiencia para la mayoría de las empresas. Preocupan sobre todo los riesgos de ciberseguridad y los asociados al cumplimiento normativo. Crece con respecto al año anterior la preocupación por la equidad e imparcialidad de los algoritmos. La atención a los riesgos es imprescindible pero tampoco puede paralizar toda iniciativa, como parece que le esté ocurriendo a las empresas españolas. Da la impresión de que la necesidad de control y un exceso de prudencia y afán regulatorio nos están dejando fuera de la competición.
Este artículo contiene parte de mis reflexiones sobre la evolución de la digitalización de la sociedad compartidas en el coloquio “Retos y perspectivas económicas pos-Covid’19: La digitalización de la economía | Visión global para el 2022” en el que participé como ponente el 16 de diciembre de 2022.
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