Una poética del instante: Historia del corazón (1954) de Vicente Aleixandre

15/04/20, 19:59
Paolo e Francesca (Mosè Bianchi)

Paolo e Francesca (Mosè Bianchi)

Cuando hablamos del amor en poesía, muy útil nos es la dicotomía entre amor idealizado y amor erótico. En uno, el sujeto forma para sí la imagen de una mujer benéfica y de corporalidad reducida. El otro, trata del contacto corporal y la pasión, tan edificante como destructiva, que lo alimenta. Pero al hablar de la poesía de Vicente Aleixandre, la dicotomía no es igual: erotismo e idealización son acaso causa y anhelada consecuencia, respectivamente. El amor se asume, entonces, como condición humana en todas sus posibilidades, donde los bellos labios pueden ser como espadas. Esta perspectiva característica de la obra de Aleixandre encuentra su realización más feliz en Historia del corazón (1954).

Y ello se debe a que el autor confiere una dimensión temporal al tema amoroso, elemento ausente en la visión cósmica e intemporal de sus versos anteriores. Historia del corazón marca un hito en la obra de Aleixandre. Carlos Bousoño, su crítico más autorizado, nos revela el drama nuclear del tiempo en estos poemas, el conflicto que sostiene la intensidad de su sentir: el hombre solo puede realizarse en acciones esforzadas y, a la vez, su vida es fugaz.

Replanteada la idea en términos amorosos, Aleixandre nos la declara así en el poema que principia el conjunto («Como el vilano»):

Nació el amante para la dicha,
para la eterna propagación del amor,
que de su corazón se expande
para verterse sin término
en el puro corazón de la amada entregada.

Pero la realidad de la vida,
la solicitación de las diarias horas,
la misma nube lejana, los sueños, el corto vuelo inspirado del juvenil corazón que él ama,
todo conspira contra la perduración sin descanso de la llama imposible…

El amor, más que un sentir, es un principio ético: el hombre debe procurar la perduración de la unión gozosa. Notemos el énfasis del léxico en la idea de la extensión.

Este mandato (¿imperativo estético?) comporta una sensibilidad nueva: el poeta procura dilatar el instante con las palabras. Leemos en «Mano entregada» una composición entera sobre el roce de las manos. Y en «Nombre», el acto de nombrar a la amada ocupa todos los versos:

… Por eso,
cuando digo tu nombre,
algo oculto se agita en mi alma.
Tu nombre suave, apenas pasado delicadamente por mi labio.
Pasa, se detiene en el borde, un instante se queda
y luego vuela, ligero ¿quién lo creyera? hecho puro sonido.
Me duele tu nombre como tú misma dolorosa carne en mis labios.
No sé si él emerge de mi pecho. Allí estaba
dormido, celeste, acaso luminoso. Recorría mi sangre
su sabido dominio, pero llegaba un instante
en que pasaba por la secreta yema donde tú residías,
secreto nombre, nunca sabido, por nadie aprendido…

Aleixandre toma los gestos más breves como motivos poéticos. Pero esos instantes tienen para quien ama una temporalidad distinta (¿cerrada al tiempo real?). Una simple pronunciación se analiza en todas sus sensaciones y se multiplica en muchos movimientos.

Esta poética persigue otra forma de perduración. En Historia del corazón el poeta abandona su profusa imaginación anterior y busca, con dilatar el instante, una vía de simbolización. En «Nombre», el nombre de la mujer es la sustancia que sostiene la existencia del amante. Para Aleixandre, perdurar un momento no solo es demorarlo, sino hallar en él otras resonancias que trascienden la fugacidad de las horas.

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