Prosopagnosia

4/10/12, 14:02

F D Rodríguez

Los enfermos que padecen prosopagnosia no son capaces de reconocer el rostro de un individuo al que miran. No pueden interpretar gestos y expresiones emocionales (aunque sitúan un lunar, o un ojo, o una oreja). Miran y ven pero no comprenden de forma integrada;  ni siquiera son capaces de percibir su propio rostro reflejado en un espejo como una entidad completa –solo perciben las partes, que no guardan relación coordinada e integrada para configurar un todo complejo–. Los pacientes conservan la agudeza visual, ven con absoluta normalidad (color, contraste, movimiento, profundidad del campo visual…) La alteración de la visión puede referirse  también  a objetos y animales (por ejemplo, torpeza para identificar una flor cuya esencia solo es asida al oler el aroma que desprende). Las causas de esta rara afección son variadas (traumatismos, accidentes cerebro-vasculares, tumores, alteraciones metabólicas…) y el lugar anatómico del descalabro es  una pequeña región del cerebro situada en la frontera de los lóbulos occipital y temporal. Quien sufre esta afección aprende, con el tiempo, a reconocer a las personas utilizando recursos que dependen de la integridad funcional de otras regiones del cerebro (sonido de la voz, tacto, olor de un perfume, movimientos genuinos del cuerpo, etc.). Como en todo aprendizaje se requiere paciencia, esfuerzo, tesón.  El neurólogo Oliver Sacks describe un caso de prosopagnosia en su libro: El hombre que confundió a su mujer con un sombrero.

Comenzamos un nuevo curso en la Universidad. Los comienzos vienen acompañados de expectativas, sueños, planes, intenciones…, por parte de todos los miembros de la comunidad universitaria.  Es este un buen momento, es mi reflexión, para estar atentos y evitar un fenómeno que intuyo es frecuente en nuestro medio universitario (aunque no exclusivo del mismo). Es la prosopagnosia funcional.  Es decir, se conserva  intacta la capacidad de reconocer rostros pero, por un extraño, complejo y no bien conocido fenómeno, se practica una salida inhibitoria que hace que los estudiantes tengan una faz común, desdibujada. La realidad nos dice que no hay una cara igual a otra, como no hay un ser humano igual a otro, por mucho que exhibamos numerosos parecidos. Sin embargo, afrontamos el curso con un grupo de rostros, a veces desconocidos, a veces familiares,  que acuden al aula, al laboratorio de prácticas, al seminario… sin rostros individualizados. Son rostros anónimos (qué contradicción). Esperemos que nuestra prosopagnosia funcional sea transitoria, se produzca un desbloqueo y comencemos a interpretar las caras de los estudiantes, a descubrir sus peculiaridades y necesidades, a interesarnos por su desarrollo intelectual, a estimular sus capacidades de aprendizaje, estudio, esfuerzo y motivación. A su vez, también sería conveniente que el desbloqueo nos permitiera reconocer los rostros de los compañeros con quienes colaboramos en el trabajo. Reconocer, interpretar  e identificar a los demás y a nosotros mismos son  procesos complejos que integran muchas capacidades del cerebro. Es, pues, conveniente tener conciencia de las mismas y ponerlas al servicio de un desempeño laboral rico y efectivo. Considerar a los demás y a nosotros  es una actividad muy humana. Desde estas líneas deseo a toda la comunidad universitaria un  provechoso curso 2012-2013, pleno de encuentros saludables y fructíferos.