Edward y Joan

Edward se enamoró de la bella Joan, y se casaron allá por 1955. Aquella gracil bailarina del Royal Ballet, que acabaría siendo una respetada coreógrafa y productora de televisión ahora estaba enferma. Después de más de medio siglo juntos y dos hijos, después de toda una vida compartida, Joan ya sabía que, en unas semanas,  su cáncer de hígado y pancreas ganaría la batalla.

Edward, casi totalmente ciego y algo sordo había dejado de dirigir hace ya algún tiempo, pero aún se le recuerdan sus grandes noches en la Opera de Sydney, la Royal Opera House dirigiendo de forma magestuosa a los grandes como Verdi, Prokofiev…  Suyo fue el estreno de Guerra y Paz en Australia, memorables sus inicios con la Callas… Joan siempre viajaba con él, era sus ojos, en los últimos conciertos le acompañaba desde el camerino hasta el mismo borde del escenario para después volver y disfrutar del trabajo de su marido.

Hoy, agarrados de la mano de la mejor dirección y coreografía, de sus vidas, su matrimonio, llamaron a sus hijos y hablaron con ellos. Después, Joan tomó un folio y escribió esto a su familia:

“Ahora, os debo decir que aunque me hubiera gustado estar por aquí un poco más, la muerte no me preocupa en absoluto. No tengo religión y hasta donde puedo saber, esto será algo así como “desconectarse”, a si que después de que halláis pensado un poco sobre ello, no os preocupéis.

Ha sido una feliz e interesante vida y no tengo reproches.  No tengo ni idea de cuánto duraré pero os mando desde aquí todo mi amor, a vosotros y a vuestras  familias. Disfrutad mientras dure.
Con mi amor para todos vosotros, Joan.”

El 10 de julio, Sir Edward Downes de 85 años y su esposa Joan, de 74, llegaron a la clínica. Ya estaba todo hablado y estaban preparados.

Aunque la ceguera y pérdida de audición del director no eran incompatibles con su vida, sí lo era la ausencia de su mitad, de su compañera de camino. Edward decidió que no estaba dispuesto a vivir sin Joan después de 54 años juntos.

Joan y Edward bebieron juntos el líquido y, agarrados de la mano, durmieron para ya no despertar. Ahora, Edward y Joan yacen juntos para siempre, después de una decisión consciente y meditada. Con toda la dignidad posible.

Joan y Edward Downes, descansen en paz.

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