Dos notas sobre el anhelo en la poesía de fray Luis de León

3/06/20, 18:17

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I

Fray Luis de León es un poeta clásico por la medida y claridad de su discurso. Así se nos presenta en la oda «A la vida retirada», que, como proemio de las poesías del agustino, nos advierte de sus temas y estética. En el diseño analítico de dicha oda, el maestro salmanticense fija desde la primera estrofa los parámetros de su materia moral, teológica y, principalmente, lírica:

¡Qué descansada vida,
la del que huye el mundanal ruido
y sigue la escondida senda
por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!

Esta lira lira define el deseo del enunciante de una vida en rechazo del desasosiego de la sociedad, donde se contempla el bien moral e intelectual como senda hacia la plenitud espiritual. Pero, clásico, el estilo de fray Luis es conciso, y busca condensar ideas (sin hacerse misterioso) aprovechando los detalles semánticos de las palabras que escoge. Por eso, cuando define la vida que desea como «descansada», no designa solo el reposo feliz, como tradicionalmente estilaba el beatus ille. Quiere que la palabra se entienda desde su raíz verbal (como derivación morfológica), por lo que su anhelo se presenta como el momento en el que el hombre podrá reponerse, por fin, de la violencia del mundo, tras una esforzada lucha por huir del naufragio (léanse las odas XIV y XXI). Y es, por lo tanto, un sosiego mejor. En «A la vida retirada», el adjetivo «descansada» funge de previsualización narrativa y plantea una meta, el «huerto», íntimamente ligada al camino anterior (la selección léxica responde a esa focalización: «senda», «huye»). La intensidad de la poesía luisiana reside en ese drama humano, que desdeña presentar un «huerto» maniqueo, delicia exenta de tensión histórica.

 

II

Cuando se analiza la naturaleza del anhelo luisiano, la crítica divide sus dimensiones y pone los énfasis que mejor le parecen (incluso hay quien, en clave romántica, lee en el «huerto» una metáfora de la escritura personal). De estas lecturas, la más justa lo define como deseo de búsqueda intelectual, de los «sabios» (se compara con la recusatio de la oda I, 1 de Horacio). Sin embargo, no puede desligarse ese querido saber de su finalidad espiritual, especialmente porque el mismo autor las reúne con claridad (según su carácter clásico):

El tiempo nos convida
a los estudios nobles, y la fama,
Grial, a la subida
del sacro monte llama,
do no podrá subir la postrer llama. (Oda «A Juan del Grial»)

Se trata de la sapiencia judeocristiana, donde el saber conduce a la capacidad de elección que permite el obrar recto. Y esto tiene un valor autobiográfico (lírico, si se le quiere ver desde la antigua teoría de géneros). No olvidemos que la investigación filológica de fray Luis sobre las Escrituras traza un camino ascensional desde la letra humana hacia la interpretación teológica.

Una poética del instante: Historia del corazón (1954) de Vicente Aleixandre

15/04/20, 19:59
Paolo e Francesca (Mosè Bianchi)

Paolo e Francesca (Mosè Bianchi)

Cuando hablamos del amor en poesía, muy útil nos es la dicotomía entre amor idealizado y amor erótico. En uno, el sujeto forma para sí la imagen de una mujer benéfica y de corporalidad reducida. El otro, trata del contacto corporal y la pasión, tan edificante como destructiva, que lo alimenta. Pero al hablar de la poesía de Vicente Aleixandre, la dicotomía no es igual: erotismo e idealización son acaso causa y anhelada consecuencia, respectivamente. El amor se asume, entonces, como condición humana en todas sus posibilidades, donde los bellos labios pueden ser como espadas. Esta perspectiva característica de la obra de Aleixandre encuentra su realización más feliz en Historia del corazón (1954).

Y ello se debe a que el autor confiere una dimensión temporal al tema amoroso, elemento ausente en la visión cósmica e intemporal de sus versos anteriores. Historia del corazón marca un hito en la obra de Aleixandre. Carlos Bousoño, su crítico más autorizado, nos revela el drama nuclear del tiempo en estos poemas, el conflicto que sostiene la intensidad de su sentir: el hombre solo puede realizarse en acciones esforzadas y, a la vez, su vida es fugaz.

Replanteada la idea en términos amorosos, Aleixandre nos la declara así en el poema que principia el conjunto («Como el vilano»):

Nació el amante para la dicha,
para la eterna propagación del amor,
que de su corazón se expande
para verterse sin término
en el puro corazón de la amada entregada.

Pero la realidad de la vida,
la solicitación de las diarias horas,
la misma nube lejana, los sueños, el corto vuelo inspirado del juvenil corazón que él ama,
todo conspira contra la perduración sin descanso de la llama imposible…

El amor, más que un sentir, es un principio ético: el hombre debe procurar la perduración de la unión gozosa. Notemos el énfasis del léxico en la idea de la extensión.

Este mandato (¿imperativo estético?) comporta una sensibilidad nueva: el poeta procura dilatar el instante con las palabras. Leemos en «Mano entregada» una composición entera sobre el roce de las manos. Y en «Nombre», el acto de nombrar a la amada ocupa todos los versos:

… Por eso,
cuando digo tu nombre,
algo oculto se agita en mi alma.
Tu nombre suave, apenas pasado delicadamente por mi labio.
Pasa, se detiene en el borde, un instante se queda
y luego vuela, ligero ¿quién lo creyera? hecho puro sonido.
Me duele tu nombre como tú misma dolorosa carne en mis labios.
No sé si él emerge de mi pecho. Allí estaba
dormido, celeste, acaso luminoso. Recorría mi sangre
su sabido dominio, pero llegaba un instante
en que pasaba por la secreta yema donde tú residías,
secreto nombre, nunca sabido, por nadie aprendido…

Aleixandre toma los gestos más breves como motivos poéticos. Pero esos instantes tienen para quien ama una temporalidad distinta (¿cerrada al tiempo real?). Una simple pronunciación se analiza en todas sus sensaciones y se multiplica en muchos movimientos.

Esta poética persigue otra forma de perduración. En Historia del corazón el poeta abandona su profusa imaginación anterior y busca, con dilatar el instante, una vía de simbolización. En «Nombre», el nombre de la mujer es la sustancia que sostiene la existencia del amante. Para Aleixandre, perdurar un momento no solo es demorarlo, sino hallar en él otras resonancias que trascienden la fugacidad de las horas.

El corazón del Cid

15/04/20, 8:06

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Siempre me ha parecido que el momento más emotivo del Poema de Mio Cid es el reclamo de Rodrigo ante el rey Alfonso por la violencia que los infantes de Carrión hicieron a sus hijas tras desposarlas. Actualizo (espero que bien) el castellano antiguo:

¿Por qué me desgarrasteis las telas del corazón?
A la salida de Valencia a mis hijas os di yo
Con muy grande honra y bienes a su nombre.
Y si no las queríais, ¡ya perros traidores!,
¿por qué sacasteis de Valencia sus honores?,
¿por qué las heristeis con cinchas y espolones?
Solas las dejasteis en el robledo de Corpes
a las bestias fieras y las aves del monte.
¡Por lo que habeis hecho, menos valeis vosotros!… (vv. 3260-3268)

No es el único episodio emotivo de la obra. En el primer verso, el Cid llora “fuertemente” pues ha sido desterrado y nadie debe recibirlo o “perderemos los ojos de las caras” (lo dice la niña de nueve años que Ezra Pound habrá de recoger en su canto III). Cuando se separa de Jimena y sus hijas, se aparta “como la uña de la carne” (nos lo dice el narrador). El dolor interno se figura como violencia física, porque, en su ámbito guerrero, el poema se sirve de lo que tiene a la mano, aunque con mucho arte.

Pero el fragmento en discusión es superior en intensidad. Es el clímax de un discurso judicial escalonado: primero, reclama por sus espadas; luego, por su dinero; y al final por sus hijas. Del exterior al interior: el Cid se ha analizado como ser social, económico y como hombre que siente. Es la primera vez que Rodrigo muestra sentimientos tan íntimos en boca propia. Se permite un ataque de ira en la corte y una declaración de debilidad (le han herido el corazón). Él antes tan lacónico en su estilo, medido en sus gestos: ahora tan desbordado (y acumulativo) en su hablar.

Esto nos descubre lo que a veces olvidan los comentaristas, cuando dicen que el asunto del poema es simple. Lo es en cuanto a la trama, lineal y estrecha si se compara con la Odisea. Pero Rodrigo, como personaje, es una construcción compleja, porque evoluciona. El reclamo del Cid, además, nos hace ver el carácter artístico de esa evolución. Es el punto climático de todo el argumento de la obra, pues en él se transparenta el cambio de más de una dimensión del personaje. Nos pinta a un Cid con una subjetividad más rica. Y las mismas palabras traslucen su nueva posición social: un infanzón cuestiona, a gritos, el honor de dos miembros de la sangre más rancia; cuando el tema de la obra es, justamente, la nobleza ganada por las acciones propias. La evolución del héroe es un elemento del que carece Homero, sus héroes son de dibujo invariable y ello asegura la unidad estructural de sus narraciones.

La ironía de Fray Luis de León

15/04/20, 7:53

El maestro salmanticense fray Luis de León, en la elevada pretensión de sus versos, tiene momentos de ironía que, dependiendo de quien lea, pueden producir una amarga sorpresa o bien asomarle alguna risa maliciosa. Así, en su primera oda señala que los ambiciosos «la mar enriquecen a porfía» al ahogarse en busca de riquezas, misma idea de «ir por lana y salir trasquilado». Y en la oda XIV, que el viento, en su violencia y desorden, es «guía» de los tripulantes (¿Hacia dónde los guiará…?).

Lo cierto es que fray Luis conocía la «ironía per modum irrisonis» (lo cito de un comentario suyo) y que también su querido Horacio era asiduo a salpicar de ironía sus odas de tono grave. Pero pincelar con chanzas un motivo tan amargo, como es la muerte violenta en un naufragio, solo lo veo posible en la poesía moderna. Además, se contradice con el tono de compasión (consecuencia del horror por el mar) con que la voz refiere a los náufragos en la oda XIV.

En todo caso, al señalar que quienes buscan riquezas a toda costa mueren enriqueciendo al mar, el poeta resalta con el léxico el desenlace inherente de ciertos vicios. Y cuando califica de «guía» al «bravo soplo», nos dice justamente que es la falta de horizonte moral lo que conduce a los tripulantes a tales aprietos.

naufragio