La batuta colombiana que deslumbra a Europa se presenta en Medellín

Esta semana el público colombiano podrá ver y escuchar a la Mahler Chamber Orchestra, dirigida por el colombiano Andrés Orozco-Estrada, el jueves 11 de noviembre en Medellín y el viernes 12 en Bogotá. Estos conciertos constituyen un acontecimiento especial para la escena de la música clásica del país, por la calidad de la orquesta invitada y por los grandes logros que ha tenido el joven director.

La Mahler Chamber Orchestra es una institución musical singular. Fundada en 1997 por el director italiano Claudio Abbado, la orquesta está compuesta por cerca de medio centenar de músicos de 20 nacionalidades, y se dedica a dar conciertos alrededor del mundo sin patrocinios oficiales. El trabajo de la orquesta en su temporada 2010-2011 abarca un recorrido por 35 ciudades en 12 países, entre ellos Colombia y Brasil, únicos destinos de su gira suramericana.

La visita de la Orquesta Mahler no tendría tanta novedad si no hubiera invitado a dirigir sus conciertos en Suramérica a Andrés Orozco-Estrada, quien puede llegar a ser el director de música clásica más importante que haya dado el país. Como esta afirmación está sujeta a polémica, conviene mencionar un hecho para ponerla en contexto: hace menos de un mes, Orozco-Estrada fue invitado a dirigir la mítica Orquesta Filarmónica de Viena que, junto a la Orquesta Filarmónica de Berlín, fueron los dos pilares de la música clásica en el siglo pasado, bajo la dirección de Leonard Bernstein y Herbert von Karajan. Su jerarquía se mantiene intacta hoy en día, como lo demuestra un sondeo realizado por la revista especializada Gramophone. Para la crema de los críticos internacionales, la Filarmónica de Viena ocupa el tercer lugar entre las orquestas más importantes del mundo, detrás de la Royal Concertgebouw y la Filarmónica de Berlín.

Aunque esta reafirmación de la categoría de la Filarmónica de Viena pueda resultar redundante para algunos, permite dimensionar el éxito alcanzado por Orozco-Estrada en su debut como director invitado de la orquesta a mediados del mes pasado. La prensa vienesa no ahorró palabras para elogiarlo. “Uno de los debuts más brillantes que se recuerden con la Filarmónica. Sin duda oiremos mucho en el futuro acerca de este director”, señaló el Wiener Zeitung. “Hubo dos ovaciones de pie en el teatro. Para ganárselas (Orozco-Estrada) combinó un perfecto movimiento de manos con un temperamento que sabe administrar con delicadeza”, afirmó Der Standard. “Un debut triunfal”, sintetizó el Kronen Zeitung.

Con logros como éste, el futuro de Orozco-Estrada en las grandes ligas de la música clásica sin duda es muy auspicioso. Por eso llama la atención que mucha gente en el país ni siquiera reconozca su nombre o haya oído hablar de su trayectoria.

La carrera ascendente de Andrés Orozco-Estrada constituye un caso singular en el que se han combinado el talento, la perseverancia y el sentido de la oportunidad para superar toda clase de obstáculos. Andrés nació en 1977 en Medellín y su primera infancia transcurrió en el populoso barrio Manrique, que en esos años era un hervidero por cuenta de la violencia del narcotráfico. Desde muy niño mostró una notable inclinación por la música: a los dos años de edad imitaba al director de la Banda de la Universidad de Antioquia, al que veía en los conciertos de los domingos, y se interesó por los instrumentos de una chirimía que tenía su tío, quien una noche lo encontró sentado en su cama dirigiendo sonámbulo una orquesta en medio de sus sueños.

Pero cultivar ese talento innato no fue cosa fácil. Cuando Andrés cumplió diez años, su madre, Nora Estrada, decidió separarse de su papá y los dos se fueron a vivir solos, con serias restricciones económicas. El esfuerzo que hizo su mamá para sacarlo adelante fue tan importante, que Andrés tomó la decisión de hacer explícito su apellido materno cada vez que se menciona su nombre.

La formación básica de Andrés transcurrió en el Instituto Musical Diego Echavarría, un colegio privado de Medellín que ofrece una formación con énfasis en el desarrollo musical y que le dio una ayuda financiera para que pudiera cursar sus estudios. Allí conoció a quien habría de ser su tutora en cuestiones artísticas: Cecilia Espinosa, una profesora que no sólo le transmitió su pasión por la música, sino que además le regaló su primera batuta y de paso le dio la oportunidad de estrenarla. A los 15 años de edad, Andrés dirigió por primera vez, cuando Cecilia se enfermó y él tuvo que reemplazarla a las volandas al frente de un ensamble de las orquestas del Instituto Diego Echavarría y la Batuta de Antioquia.

Cuando Andrés se graduó del colegio, se ganó una beca para estudiar en la Universidad Javeriana de Bogotá, donde permaneció un par de años hasta que se dio cuenta de que debía viajar a Europa si quería seguir avanzando en su formación musical. Sin hablar casi alemán, con pocos conocimientos de piano y cifrando todas sus esperanzas en su aptitud para dirigir, viajó con otros tres colombianos a Austria con el propósito de estudiar en la Academia de Música de Viena. Allí sólo había diez cupos para de cien aspirantes, y entre los elegidos quedaron dos colombianos: Andrés y otro alumno de su colegio.

Su ingreso al mundo de las orquestas de Viena también fue cuestión de dedicación y sentido de la oportunidad. Cuando estaba en el último año de la universidad, un amigo le pidió dirigir una obra suya en un concierto de la Orquesta Tonkünstler. El resultado fue tan bueno, que el gerente de la orquesta le pidió que trabajara como asistente, una labor que lucía poco glamorosa, pero que no tardó en rendir frutos. La primera incursión de Andrés al frente de la Orquesta Tonkünstler, en 2004, fue celebrada por la prensa local como “un milagro en Viena”, y en 2007 fue elegido director titular de la agrupación, labor que inició en 2009 por un periodo de tres años. A su trabajo en Viena pronto se sumó una estrecha labor con la Orquesta del País Vasco (Orquesta de Euskadi), que lo llevó a ser elegido su director titular a partir del año pasado.

Además de dirigir la Tonkünstler y la Euskadi, a los 33 años de edad, Andrés Orozco-Estrada ya ha sido director invitado de orquestas como la Filarmónica de Múnich, la Filarmónica de Hamburgo, la Sinfónica de Dusseldorf y -¿cómo no?- la Filarmónica de Viena. Ese es el envidiable palmarés de una estrella en ascenso, cuya exitosa carrera tendrá esta semana una escala en Colombia, que nadie puede perderse.

Orozco, en palabras

 

 

“Yo casi no tengo amigos de la universidad de Viena, porque al terminar clases todos salían corriendo a estudiar o a ensayar. En cambio, en Colombia al final de las clases todo el mundo se quedaba conversando y tomando gaseosa”.

“En la universidad los austriacos nos hacían sentir limitados porque veníamos de un país que no tiene el bagaje cultural de Europa, y lo peor es que hasta cierto punto tenían razón. Para ellos una sinfonía de Mahler es lo más normal y para nosotros no: sólo hace unos años se tocó por primera vez una sinfonía de Mahler en Bogotá, y en Medellín apenas se habrá tocado un par de veces”.

“En Europa he podido alcanzar cosas importantes con el paso del tiempo, mientras que acá logros iguales o menores siempre se enredan por las razones más absurdas”.

(www.eltiempo.com)

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