El municipio de Matilla de los Caños del Río, ubicado en medio del basto campo charro, parecería a vista de pájaro un pueblo más de la inmensa provincia de Salamanca. Pero detrás de sus casas bajas, su iglesia de tres naves, el discreto ayuntamiento o la plaza que preside el pueblo, se escribió una de las páginas más negras de la historia de España.
Matilla no sería ajena al golpe de Estado de 1936, la sublevación fascista y la adhesión de la práctica totalidad de la submeseta norte hizo de Salamanca un enclave estratégico desde donde dirigir el “alzamiento”. Los avances entre agosto y septiembre de ese año permitieron a los golpistas despejar un corredor que conectaba bajo su dominio desde Sevilla hasta A Coruña.
La capital del Tormes se ubicaba caprichosamente en medio de esa franja y a varios cientos de kilómetros del frente más cercano, una plaza ideal en la retaguardia desde donde dirigir la contienda sin exponerse al fuego enemigo. Fue así como Franco instaló en Salamanca, en octubre del 36, el “Cuartel General” de los sublevados, convirtiendo el palacio arzobispal en “residencia oficial” y la ciudad en capital de facto del bando golpista; dudoso honor que ostentaría hasta enero de 1938, cuando el Estado mayor fascista se trasladó a Burgos.
Poco antes, a finales de septiembre de 1936, la “Junta de Defensa Nacional” (sublevada) con el añadido de los militares Orgaz, Gil y Yuste y Kindelán decidieron concentrar en un mando único sus fuerzas, designando a Francisco Franco como “Generalísimo” de los tres ejércitos y Jefe de Gobierno. El acuerdo fue tomado en el aeródromo de San Fernando, una instalación militar creada ad hoc durante los primeros compases de la Guerra Civil, que recibía su nombre por estar ubicada en la Finca de San Fernando, propiedad de la poderosa familia ganadera Pérez-Tabernero y ubicada en el término municipal de Matilla de los Caños. Fue así como este discreto pueblo salmantino pasó a ser recordado como el lugar donde Franco consolidó su poder absoluto.
Desde entonces, la historia de Matilla de los Caños del Río ha quedado irremediablemente ligada a la figura del dictador. Una idea que las propias autoridades franquistas de la localidad quisieron ratificar nombrando, por acuerdo del pleno del ayuntamiento en 1965, a la mujer de Franco, Carmen Polo, como “Alcaldesa Honorífica” del municipio.
Matilla de los Caños del Río es sin duda parte de la historia de España, y aunque esta sea oscura no puede esconderse u olvidarse. La memoria democrática ofrece el marco adecuado para abordar y recordar estos hechos sin caer en maniqueísmos y mucho menos en exaltación de la dictadura. Urge, por decencia y necesidad, que el consistorio salmantino retire de manera inmediata los honores de los que aún goza la que fue mujer del dictador que asoló durante más de 40 años nuestro país. Una medida rápida y completamente gratuita a la que le obliga el actual marco legal. La insuficiente ley de 2007 es tajante al señalar que estos honores a autoridades y figuras destacadas del régimen deben ser retirados. Respecto al “Aeródromo de San Fernando”, en desuso desde el final de la guerra, me permito sugerir que su relevancia histórica le empuja a ocupar un lugar como un museo o centro donde no solo se cuente la designación de Franco como Generalísimo, sino donde recordar y rendir homenaje a los miles de represaliados por la sanguinaria dictadura que en parte tomo forma en Matilla de los Caños.
Tan solo en Salamanca, donde no se cavó una sola trinchera durante la guerra, fueron asesinadas más de 1.200 personas. Avanzar en memoria democrática es la única manera con la que Matilla y el conjunto del país pueden reconciliarse con su historia.
Néstor Prieto Amador
Línea de Memoria Democrática
Clínica Jurídica de Acción Social