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Universidad de Salamanca
Blog de Antonio Notario Ruiz
Facultad de Filosofía. Área de Estética y Teoría de las Artes
 
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Francisco Salinas

Francisco Salinas, nacido en Burgos en un lejano 1513, ha pasado a la historia, sin embargo, por su estancia y trabajo en la Universidad de Salamanca, donde fue Maestro de Artes entre 1569 y 1587, y conoció a Fray Luis de León que, como es sabido, le dedicó la célebre Oda que se puede leer al acabar este párrafo. También en Salamanca falleció un 13 de enero de 1590. Para nuestra desgracia, nada de su música práctica ha llegado hasta nosotros. Solamente conocemos De musica libri septem (1577), que se encuentra en la Biblioteca General, obra suficiente para que todavía hoy respetemos su memoria y procuremos actualizarlo al hilo de planes estratégicos o no. Su obra y su figura impulsaron a un grupo internacional de investigadores a poner en marcha un Proyecto de Investigación que compile artículos y textos de estética y filosofía de la música para la comunidad castellanoparlante. Pero quede aquí ahora la solicitud de memoria y recuerdo permanente para uno de nuestros predecesores más ilustres en las aulas salmantinas. Y nadie mejor que Fray Luis para concretar esta invitación:

Oda a Francisco Salinas

El aire se serena
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la música extremada,
por vuestra sabia mano gobernada.

A cuyo son divino
el alma, que en olvido está sumida,
torna a cobrar el tino
y memoria perdida
de su origen primera esclarecida.

Y como se conoce,
en suerte y pensamiento se mejora;
el oro desconoce
que el vulgo vil adora,
la belleza caduca engañadora.

Traspasa el aire todo
hasta llegar a la más alta esfera,
y oye allí otro modo
de no perecedera
música, que es la fuente y la primera.

Ve cómo el gran Maestro,
a aquesta inmensa cítara aplicado,
con movimiento diestro
produce el son sagrado,
con que este eterno templo es sustentado.

Y como está compuesta
de números concordes, luego envía
consonante respuesta;
y entrambas a porfía
se mezcla una dulcísima armonía.

Aquí la alma navega
por un mar de dulzura, y finalmente
en él ansí se anega
que ningún accidente
extraño y peregrino oye o siente.

¡Oh, desmayo dichoso!
¡Oh, muerte que das vida! ¡Oh, dulce olvido!
¡Durase en tu reposo,
sin ser restituido
jamás a aqueste bajo y vil sentido!

A este bien os llamo,
gloria del apolíneo sacro coro,
amigos a quien amo
sobre todo tesoro;
que todo lo visible es triste lloro.

¡Oh, suene de contino,
Salinas, vuestro son en mis oídos,
por quien al bien divino
despiertan los sentidos
quedando a lo demás adormecidos!

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