Me desperté a las 7:30 de la mañana, con la lágrima en el ojo por el madrugón infernal que me pego casi todas las mañanas para ir a la biblioteca y “convertirme” en un supuesto “hombre de provecho”. La perra me miraba en plan: “A esta hora no están abiertas ni las tiendas tio, y son rebajas”. […]
¡Hola mundo!
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