Casi todos tenemos o conocemos a alguien con un montón de trastos que no usan o llenos de polvo arrinconados en algún lugar olvidado de la casa que hemos heredado de alguno de nuestros familiares o que no sabemos qué hacer con ellos y los dejamos allí hasta que un día decidimos mandarlos al punto “R”.
¡Mal hecho!, según mi abuela, que era una persona muy sabia, ¡el que guarda halla, y guardaba un cuerno!. Cuando lo oí por primera vez, yo era una niña y no entendía nada de lo que decía aquella mujer que almacenaba casi de todo; le pregunté qué significado tenía todo aquello del cuerno y ella me dijo: -Nunca sabes lo que vas a poder necesitar mañana!, y empezó a hablar de la guerra y …. .Aquello, para mí, en aquel momento, careció de importancia, más bien me parecieron palabras de una vieja chocha que tenía la manía de guardar bobadas.
Muchos años después, cuando sin mucho dinero comenzamos a arreglar la casa del pueblo, empecé a darme cuenta de que aquella vieja casa tenia cosas mucho más interesantes de lo que yo esperaba. Un día, revisando la ropa guardada en un baúl, descubrí una maravillosa colcha bordada de mi abuela, que solo había usado la primera semana de casada. Quité la colcha de raso de los ochenta que había comprado mi madre y la sustituí por aquella maravilla, que seguro, no tenía nadie y que para mí, significaba tanto.
A partir de ese momento, en mi cabeza empezaron a surgir imágenes de objetos que estaban almacenados por el desván, por las paneras, la cuadra y hasta el gallinero. Fue ahí donde empezó mi revolución personal, pase de ser una consumidora al que le encantaba todo lo bueno y nuevo, a ser la recogedora de todo los trastos feos que mi madre y mis tías guardaron en el desván. Y tengo que decir una cosa, ahora me gustan más mis cosas, las encuentro más mías! ¡Gracias abuela, por haberme enseñado tanto!
