Hoy he tenido examen. Y hasta ayer por la noche (de madrugada casi) no puse la pregunta de desarrollo. Estuve pensándola mucho tiempo. No me gustan las preguntas de memorizar, eso se lo digo siempre a los alumnos: “La pregunta será de relacionar, de unir conceptos, ¡quizá este año hasta caiga un problema!” Por eso la estuve pensando tanto. Quería que hiciera referencia a diferentes partes del temario, que me sirviera para evaluar si habían entendido los conceptos clave de la teoría que les he explicado, quería… quería que no fuera una pregunta difícil. Y me parece que lo ha sido.
Hoy en el examen, a medida que pasaba el tiempo, empezaron a acumularse las dudas. Manos levantadas en cuanto aparecía por la puerta. Incomprensión. Cuando subes por las escaleras, a intentar resolver alguna duda, te vas fijando en los alumnos. Tu pregunta delante de miradas perdidas. Miradas que hablan, como las de esos alumnos con los que te llevas bien y te miran y te lo dicen todo: “te has pasado”. Otras que transmiten desesperación. Como alguno de esos alumnos que conoces de otros años, que les has animado cien veces: “Esta vez sí. Ánimo, preséntate”.
Ahí es donde te das cuenta de que no, que la pregunta no es fácil. Que tu puedes creer que lo es. Pero ellos están de acuerdo en algo: “No lo es”. Te lo confirman en los comentarios al salir. Gente que llorando te pregunta qué había que poner. O el que te dice, que no quiere comentarlo, pero que si no había algo más difícil que preguntar. Buscas a gente conocida, quieres saber una opinión. ¿Qué ha fallado?¿De verdad era imposible? Porque en realidad no lo entiendo. De verdad que no. Lo pienso y sigo pensando que es necesario que sepan eso. Mejor dicho, que entiendan eso. Que tienes que salir de esta asignatura siendo capaz de razonar y entender lo que sucede en ciertas situaciones.
Y a lo mejor ahí es donde está el problema. En las expectativas. En las expectativas por mi parte hacia ellos. En que no van a tener problema en hacer eso. ¿Cómo no lo van a saber? Y en sus expectativas. “Esto nunca cae”. “¿Cómo va a preguntar esto?”. “Seguro que como es majo la pone fácil”.
Siempre se dice que hay que aprender de los errores. Yo no se si es un error, pero si lo veo un fracaso. Mi fracaso. Porque me gusta enseñar. Y me gusta que la gente aprenda conmigo. Y en eso he fallado. No he sido capaz de hacerles entender las cosas. O de hacerles cambiar la perspectiva. O las expectativas. O igual he explicado mal. No lo se. Creo que es el momento de abrir un intenso período de reflexión. De cambiar las cosas. De hacerlas de forma diferente. Más diferente. Aunque no les guste. Aunque yo pregunte si quieren cambiar la forma de las clases y me digan que no. Obligarles a pensar. Pero, ¿eso se puede hacer? Tengo alumnos brillantes. Lo mejor de cada clase de secundaria. La envidia de miles de profesores. Y aun así, aquí estoy. A punto de empezar a corregir una pregunta que me temo que será un desastre. Esto ya no tiene marcha atrás. El examen está hecho. Solo queda tomarlo como un aprendizaje. Espero que de todos.



El error, no es de quien pone la pregunta de desarrollo, el error es de cómo están diseñadas (de manera global) todas las asignaturas en relación con su método de aprendizaje/evaluación, pues en base a eso, hacen que el “estudiante” se prepare unos contenidos (preguntas test y no sus conceptos y sus relaciones) para, si, para, soltarlos en 2 horas y olvidarlos al salir de ese examen.