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Universidad de Salamanca
Blog de Miguel Pericacho
Reflexiones sobre docencia e investigación
 

Al salir del examen

Acaba el examen y salís preocupados. Serios. Alguno con la mirada perdida. Otro comentando las preguntas. Alguno casi llorando y otro riendo. Y me sale preguntaros, interesarme, saber si os ha parecido fácil o difícil. Animaros. Hablaros. Escucharos. Simplemente me sale.

Pero no siempre es el momento y puede que no queráis. Por favor, si es el caso decídmelo. No puedo evitar preguntaros o acercarme a preocuparme por saber cómo os ha ido. Saber si mis preguntas han sido más difíciles de lo que pensaba, si se entendían, si os ha ido bien o aquella tutoría en el despacho sirvió para que contestases esa pregunta de desarrollo que al final ha caído. Alegrarme de haber acertado y de haberos ayudado y de que haya salido bien. O lamentarme de que haya sido difícil y piense los siguientes días en qué ha salido mal. Pero si no es el momento de hablar con un profesor, simplemente decídmelo. “Miguel, ahora no. No es el momento.” Y discretamente os dejaré en paz. Repasando el examen. Comentándolo con vuestros compañeros. O solos con vuestros pensamientos. Lo entiendo, es normal y no os lo tendré en cuenta. Al contrario, agradeceré que me lo digáis.

Pero no dejaré de hacerlo. Porque algún día alguien necesitará una palabra de apoyo y no sabrá cómo pedirla. O que le confirme que su sensación sobre el examen es correcta y no se atreverá a preguntar. O necesitará simplemente decirle a alguien de que por fin ha acabado y que está vez es la buena. Y ese día estaré ahí. Preguntando que tal. Aunque para muchos me equivoque. Aunque no parezca lo correcto. Aunque parezca empatizar demasiado. Lo seguiré haciendo. Por si acaso. Por que me sale. Por que, en el fondo, soy así.

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