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Blog de Miguel Pericacho
Reflexiones sobre docencia e investigación
 

Afrontar un examen

Es tremendamente importante el ánimo con el que vas a un examen. No son pocos los casos de personas que estudiando (y sabiendo) menos que otros compañeros, luego hacen un examen mejor y sacan más nota. Porque van más confiados, seguros de sí mismos, sin nervios… Y al final esas cosas hacen que dudes menos. Que seas más directo. Que hagas un mejor examen, en definitiva. El problema es que para algunos de vosotros esto es imposible. Aunque lo sepáis, aunque os lo digan y os lo repitan. Simplemente no es algo que podáis controlar.

Porque el día del examen estáis cansados, nerviosos, pesimistas. Lleváis tanto estudiando que ni sabéis lo que leéis. O dudáis de todo y pensáis que no entendéis nada. O directamente es que algo os ha impedido estudiar. Sabéis, estáis convencidos al menos, que el examen va a ir mal. No vais a aprobar. La nota va a ser mala. Y no podéis con ello. “Para eso mejor no me presento”, decís. Algunos hasta me escribís: “Lo siento, pero no voy a ir al examen”, “Siento que vayas a tener que leer el desastre de pregunta que haré”, “He tenido que dejarla porque xxxxx, así que nos vemos en el final”. Y es normal que lo digáis. Nadie quiere recibir una mala nota. Y parece que no presentarse es distinto. No te llevas el disgusto, ha sido una decisión tuya. Nadie puede hacerte daño si no vas. Y tu no quieres que te hagan daño.

Pero a cualquiera que me pregunte se lo digo: “Preséntate. Al menos ve al examen”. Sin ir más lejos este fin de semana lo he dicho ya 3 veces. ¿Y por qué digo esto? Pues porque, una vez asumido que vas a suspender (un no presentado ahora es como un suspenso*), al menos intenta sacar algo positivo de ello:

-       Lo primero para saber el tipo de preguntas que caen en el examen. Cómo están planteadas, si son largas o cortas, etc. Es un buen aprendizaje si te vas a tener que presentar de nuevo.

-       Por otro lado, nunca se sabe. Igual sabes más de lo que pensabas, igual cae eso que sí que te sabes y que entendiste tan bien, igual las preguntas de test te suenan, … Igual como vas más tranquilo porque “sabes que vas a suspender”, resulta que el examen te sale mejor (como decía al principio). Nunca se sabe. Y si no te arriesgas a ir (y hacer el examen), no sabes lo que podría pasar.

-       Y finalmente, lo puedes utilizar como un simulacro para saber dónde estás realmente. Vale, vas a suspender, pero ¿cómo de mal lo llevas? A lo mejor esperabas sacar un 2 y sacas un 4. Pues sabías más de lo que pensabas. Y eso nunca lo sabrás si no vas a un examen e intentas hacerlo. Aunque sea como un simulacro. No pierdes nada, total, no ibas a presentarte, no?

Y seguro que hay más ventajas de ir a un examen que ahora no se me ocurren. Pero, aun así, para algunos no será suficiente. Por que si vais lo pasaréis mal. No queréis sacar esa mala nota. Que nadie la vea, que no haya sucedido. Es orgullo, vuestro orgullo. Vergüenza, quizá. “Qué van a pensar de mi si saco esa nota, si hago ese examen, si…”. Sólo os puedo decir, que no penséis que una nota os define. Cualquiera puede tener un mal día o una mala racha y eso no significa que sois mejores o peores personas, ni que vayáis a ser mejores o peores profesionales. No dejéis que eso marque vuestra vida de estudiantes. Habrá veces que todo vaya bien y veces que las cosas vayan mal. Aun en esos casos, intentad sacar lo mejor de cada situación. Si aprendéis eso, sí que seréis grandísimos profesionales. Os lo garantizo.

 

* Con el cambio de licenciatura a grado desapareció aquello de tener X convocatorias para aprobar una asignatura. Ahora hay X veces que te puedes matricular de una asignatura, independientemente de las veces que te presentes. Por tanto, un no presentado y un suspenso son exactamente lo mismo.

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