Los sudafricanos han demostrado una enorme capacidad para solidarizarse cuando enfrentan dificultades. El régimen de apartheid cayó al final gracias a la unidad de los que vieron negados sus derechos y gracias a que todos los sectores de la sociedad reconocieron que tenían más que ganar trabajando de consuno que peleando entre sí. Esa misma cualidad nos ha ayudado, con suma rapidez, a sentar las bases de una vida mejor.
Cuando el apartheid llegó a su fin, nos tropezamos con la difícil tarea de reconstruir nuestra destrozada sociedad y prestar los servicios más elementales a nuestra población. Tuvimos que construir escuelas y hospitales, proporcionar vivienda y empleos, impulsar nuestra economía, proteger los derechos de nuestros pueblos por medio de la Constitución y de los tribunales, ayudar a Sudáfrica a buscar solución a la división que existió en el pasado y comenzar el proceso de curación y búsqueda de soluciones a los abusos y al daño que sepultaron a la mayoría de nuestras comunidades.
En lo esencial, nuestra tarea era crear las condiciones en las que cada sudafricano tuviese la oportunidad de crear una vida mejor para sí mismo. Pero el gobierno no puede hacer frente a esos problemas por sí solo. Hace falta que todos aunemos esfuerzos, colectivamente, para lograr los cambios necesarios.
Para lograr esos objetivos, necesitamos también transformar al gobierno de un sistema que servía a intereses minoritarios a otro que atienda las necesidades de todos los sudafricanos. Y todas estas cosas hubo que hacerlas en un país donde la mayoría se vio privada de la experiencia de gobierno o de la educación y formación profesional adecuadas. Por esa razón, hemos hecho un gran hincapié en crear capacidad de gobierno…
Cuando decimos que las mejores soluciones para estos problemas solo se pueden hallar cuando trabajamos coordinadamente, lo que requiere un compromiso de todos y cada uno de nosotros. Hoy deberíamos preguntarnos: ¿Qué he hecho para mejorar el entorno en el que vivo? ¿Estoy ensuciando o protegiendo mi entorno? ¿Promuevo el odio racial o la paz y la reconciliación? ¿Compro objetos robados o ayudo a combatir el delito? ¿Pago mis deudas o hago trampa con los impuestos, el pago de los servicios y las licencias? ¿Espero a que todo me lo pongan en la mano o trabajo con los concejales de mi localidad para crear una vida mejor para mí y para mi comunidad?
Mientras la pobreza, la injusticia y la evidente desigualdad persistan en nuestro mundo, nadie podrá realmente descansar. Nunca olvidaremos cómo millones de personas en todo el mundo se han unido a nosotros en solidaridad para luchar contra la injusticia de nuestra opresión mientras estuvimos en la cárcel. Esos esfuerzos no fueron en vano y ahora podemos estar aquí y sumarnos a millones en todo el mundo que luchan por la libertad y contra la pobreza.
La pobreza masiva y la repugnante desigualdad son terribles flagelos de nuestros tiempos, tiempos en que el mundo alardea de adelantos impresionantes en ciencia y tecnología, en la industria y la acumulación de riquezas.
Vivimos en un mundo en el que los conocimientos y la información han avanzado a pasos agigantados, sin embargo millones de niños no van a la escuela. Vivimos en un mundo en el que la pandemia del SIDA pone en peligro el entramado mismo de nuestras vidas. Pero gastamos más dinero en armas que en garantizar el tratamiento y el apoyo para millones de personas infectadas con VIH. Es un mundo de grandes promesas y esperanzas. Pero también es un mundo de desesperanza, enfermedad y hambre.
La eliminación de la pobreza no es un gesto de caridad. Es un acto de justicia. Es la protección de un derecho humano fundamental, el derecho a la dignidad y a una vida decente. Mientras persista la pobreza, no habrá verdadera libertad. Las medidas que tienen que adoptar las naciones desarrolladas están claras.
La primera es garantizar la justicia en el intercambio comercial. He dicho anteriormente que la justicia en el intercambio comercial es una manera verdaderamente útil en que los países desarrollados pueden demostrar su compromiso de lograr que se ponga fin a la pobreza en el mundo. La segunda es poner fin a la crisis de la deuda de los países pobres. La tercera es prestar cuanta ayuda sea posible y velar por que esa ayuda sea de la más alta calidad


