Toy Story 3 es un homenaje al cine, y también a nosotros mismos porque nos habla del niño que llevamos dentro, de las cosas que vivimos a tan corta edad, y que hacía que nuestra ingenuidad se convirtiera en una bondad tal que llegábamos a tener cariño no sólo por nuestros amigos y nuestra familia, sino también por aquellos juguetes a los que poníamos nombre, inventábamos un pasado y un presente, y con los que jugábamos por las tardes después del colegio. Ver Toy Story 3 te hace sentir esa nostalgia dulce, esa mezcla entre tristeza y alegría que se produce al revivir momentos de la infancia. Y también te hace recordar la sensación que tuviste en los momentos en los que tomaste la decisión de guardar tus juguetes más queridos en una caja, almacenando de alguna manera tu infancia.
Y vivir esta historia, la del adiós a la infancia desde el punto de vista de estos juguetes, es llevada de una manera por momentos emocionante, desternillante o, en otros, tan emotiva, que hace que, sin duda, sea una de las mejores películas de 2010.
Recomendadísima. De hecho, no creo que por muy buenas o muy malas expectativas que tengais creadas en torno a ella os decepcione.



