Durante la primera fase, las selecciones de Croacia, España, los Países Bajos y Portugal lograron su pase a la fase final del torneo tras ganar sus respectivos grupos, siendo acompañados por los combinados de Alemania, Italia, Rusia y Turquía. El fútbol ofensivo planteado por muchos de los equipos nombrados fue considerado como vital para su clasificación y buen desempeño, en desmedro de equipos más conservadores, como Francia y Grecia, que quedaron relegados a los últimos lugares del torneo.
En el Grupo A, y comandada por Cristiano Ronaldo —considerado previo al torneo como uno de los mejores jugadores del momento—, la selección portuguesa clasificó sin mayores escollos a la fase siguiente, derrotando a Turquía y la República Checa. Suiza no logró sacar ventaja de su condición de local y quedó eliminada en el segundo partido, rescatando una victoria en el partido final frente a los ya clasificados portugueses. Las victorias de turcos y checos ante los suizos dejó la definición del segundo clasificado del Grupo A para el dramático partido que enfrentó a ambos equipos en Ginebra. Los checos dominaron gran parte del encuentro y se encontraban 2:0 arriba en el marcador pero Turquía intentó revertir el marcador. Un gol de Arda Turan a los 75′ revivió las esperanzas del combinado turco que se concretarían tras un grave error del guardameta Petr Čech que culminaría en el gol de Nihat Kahveci a los 85′. A menos de tres minutos del final, y cuando todo parecía que la definición por penales entregaría el resultado, Kahveci anotó nuevamente y dejó a Turquía en la segunda fase.
Alemania era uno de los favoritos para ganar el Grupo B, pero no logró demostrarlo en la cancha. Una titubeante victoria ante Polonia fue seguida por una contundente derrota ante Croacia. Los germanos lograron el pase a la siguiente ronda eliminando a la coanfitriona Austria por 1:0 gracias a un gol de su capitán Michael Ballack aunque sin mejorar su nivel de juego. La selección croata ganó en sus tres encuentros y se convirtió en una de las selecciones con mayor efectividad de la primera ronda.
El denominado grupo de la muerte enfrentó a los finalistas de la Copa Mundial de Fútbol de 2006, Italia y Francia. Pese a los títulos de ambos equipos, ambos fueron superados ampliamente por Países Bajos. Los neerlandeses obtuvieron sendas victorias por 3:0 ante los italianos y por 4:1 ante los franceses. Rumania logró obtener dos empates ante Italia y Francia, pero quedaron eliminados tras la derrota por 2:0 ante los neerlandeses. En el partido final, Italia derrotó a Francia y logró su pase a la siguiente ronda junto a los líderes del grupo, Países Bajos.
En el Grupo D, España logró quedar invicto tras una racha sucesiva de victorias: 4:1 ante Rusia, 2:1 ante Suecia e igual marcador ante Grecia. La principal figura fue el atacante David Villa, que tras una tripleta ante los rusos y un gol frente a los suecos, logró convertirse en el goleador del campeonato. Rusia, pese a la goleada con que partió el campeonato, logró sobreponerse con el retorno de Andréi Arshavin y pasó a la siguiente ronda, dejando en el camino a Suecia y a la campeona defensora, Grecia, que finalizó en el último lugar de la tabla.
En cuartos de final, sin embargo, la mayoría de los favoritos cayeron. Alemania derrotó por 3:2 a Portugal y Rusia doblegó a los Países Bajos por 3:1 en la prórroga. Croacia y Turquía empataron sin goles durante el período regular y en la prórroga, ambos marcaron un gol minutos antes del final, por lo que hubo una definición por penales en que ganaron los turcos, eliminando así a los invictos croatas. A través de este mismo método, Italia y España definieron su resultado después de empatar sin goles durante los 120 minutos de partido, pasando España a semifinales 24 años después de su última semifinal en un torneo internacional absoluto, en la Eurocopa 1984.
Alemania y Turquía se enfrentaron en una de las semifinales jugando nuevamente al dramatismo. Ambos equipos estuvieron casi la totalidad del tiempo reglamentario empatados, hasta que a los 79′, Miroslav Klose descontó para Alemania. Siguiendo la tradición de los últimos partidos, Turquía anotó a minutos del final, pero Philipp Lahm sellaría el 3:2 en el marcador final. El partido se vio además marcado por una fuerte tempestad en Viena y que cortó de forma inédita las transmisiones internacionales de televisión por varios minutos, impidiendo que muchos vieran los goles finales. En la otra semifinal, España se clasificó de forma brillante para la final tras volver a derrotar a Rusia, esta vez por 3:0.
En el partido final, España y Alemania se enfrentaron el Estadio Ernst Happel de Viena. En un comienzo, Alemania mantuvo el dominio del partido, pero lentamente comenzó a perder el control de éste. A los 32′, Fernando Torres disputó un balón con Philipp Lahm y, ante la salida del arquero Jens Lehmann, logró esquivarlo y anotar un gol. Con el marcador a su favor, España controló el encuentro y pese a los intentos alemanes de descontar, el encuentro terminaría 1:0. La invicta selección de España se coronó así por segunda vez como campeona de la Eurocopa tras la Eurocopa 1964, rompiendo una sequía de 44 años sin ganar un torneo internacional.


EL ANALISIS DE LA VICTORIA
España, campeona de Europa. Suena raro, pero es así. Por una vez, un torneo de máximo nivel premió a la selección que mejor fútbol hizo durante tres semanas. Se habló de Holanda y después de Rusia, se incidió en la maldición de los cuartos de final, se objetó la competitividad de Italia y, ya al final, la eterna suerte de Alemania. Nada de eso. Ni hablar. Un gol de Fernando Torres en el viejo Prater de Viena en el minuto 33 de la primera parte dio a España su segunda Eurocopa. Al fin, una bella historia que contar a los nietos.
Debían ser los nervios. O la responsabilidad, quién sabe. Quizá fue el saberse, aun a tantos kilómetros de distancia, representantes de un país paralizado, de una España entera pendiente de unas imágenes, de unas pantallas, de un televisor. El caso es que la Selección no se pareció en el arranque a nada de lo que veníamos viendo en las últimas tres semanas. Por primera vez, Casillas rifó balones, por primera vez no se buscó el centro del campo, por primera vez veíamos balones volando por encima de las cabezas de nuestros pequeñitos.
Fueron diez minutos, pero parecieron diez siglos. Tan raros nos veíamos que hasta Alemania nos parecía un equipo. Resuelta la pantomima de si Ballack iba o no a estar (¿alguien se creyó que no iba a jugar?), la eterna Germania se sintió dueña del partido. Fueron minutos de sudor frío, con Lahm, Ballack y Hitzlsperger apurando a Casillas, a le defensa roja y a España entera.
Papeles cambiados, sí, pero por poco tiempo. El suficiente hasta recomponerse, hasta recuperar viejos hábitos, hasta saberse, como siempre, dueños del fútbol y del balón. La batuta, otra vez, la tomó Xavi, secundado por Cesc y por Iniesta. Los tres jugones para encontrar la tecla. Combinando hasta la extenuación, Alemania empezó a correr detrás de España y encontró ahí su perdición, justo donde empezaba la bendición de España. Toque y pausa en espera de la jugada, en busca del pase bueno, de la carrera de Torres, del momento de gloria, del grito en el cielo.
Un alarido de gol y fiesta que se intuyó con un remate de Torres al palo, de cabeza, imponiéndose a los tallos del Norte, cuando ya España se imponía a su rival de cabo a rabo. Minutos intensos, con el uy siempre a punto hasta que Cesc pide el balón entre líneas, hipnotiza a todo lo blanco que por ahí pasa y la pone larga para Torres, como a él le gustan, con especio para su velocidad. Por el medio Lahm, desastroso en la cobertura, y por encima, muy por encima, el Niño, lo suficientemente listo, lo suficientemente bueno para humillar a Lehman y firmar el gol de la Eurocopa, el 1-0 de la final, el tanto que siempre marcan los grandes.
Demasiado bonito para ser verdad y demasiado tiempo por delante. Peso era antes, cuando España se sumía siempre en las maldiciones y en la mala suerte, en el gol de rebote que siempre la hundía. Historias viejas y ya rancias. Lejos de contemporizar, el equipo de Luis mantuvo su ley y su juego, algo terrible para Alemania, impotente, y para Ballack, la estrella desquiciada y perdedora.



