En una casa vivían papá y mamá. Por la mañana, después de lavarse y vestirse, desayunaban los dos juntos en el comedor de su casa. Todos los días, a la hora del desayuno, el café le decía a la leche:
—Vamos a mezclarnos y así haremos café con leche—. Pero la leche siempre le contestaba lo mismo:
—No, no, no. Que a mamá le gusta la leche sola y a papá el café solo—. Cada mañana, el café repetía la misma propuesta y la leche siempre se negaba.
Un día se estropeó la calefacción de casa y papá y mamá se fueron a dormir al hotel que había cerca de casa. A la mañana siguiente, los papás desayunaron en el restaurante del hotel. Allí les sirvieron café con leche, todo mezclado. A papá y a mamá les gustó mucho el café con leche y dijeron que, al día siguiente, ya en casa, también desayunarían eso.
Al otro día, por la mañana, a la hora del desayuno, el café volvió a decirle a la leche:
—Vamos a mezclarnos y haremos café con leche.
La leche volvió a responder: —No, no, no. Que a mamá le gusta la leche sola y a papá el café solo—. Pero, esta vez, mamá exclamó: —¡Sí, sí, sí! Que ayer en el hotel tomamos café con leche y nos gustó mucho.
Y desde ese día, papá y mamá desayunaron café con leche, por lo que el café y la leche se mezclaban todos los días y los dos estaban contentos. Y, colorín, colorado, este cuento se ha terminado.![]()
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