La gente se pasa la vida preocupándose por ser mejor que el resto. En ser más guapo que el que tiene al lado, en tener más dinero, en tener más amigos… Pero no se dan cuenta de que lo importante es ser cada día mejor que uno mismo; superarse poco a poco, sin prisas, mejorando las pequeñas cosas del día a día.
No somos conscientes de lo que podemos cambiar el día de las personas que queremos tan sólo con nuestra actitud: nada tiene que ver despertarte odiando el mundo y tu existencia y, por lo tanto, transmitir eso a los que te quieren, con despertarte y, por muy “amargado” que amanezcas, decidir que prefieres convertir ese día en un buen día, si no para ti, al menos para los que te rodean.
Y aquí es donde quiero llegar. ¿De qué nos sirve ser “mejores” que el resto si no somos capaces de alegrar el día a quien de verdad nos importa? ¿No sería mucho más reconfortante para uno mismo preocuparse de hacer más fácil la existencia a sus personas más cercanas, que tratar de superarlas en diferentes aspectos?
Posiblemente, si nos centrásemos en las cosas que de verdad importan, nos sentiríamos mejor y no tendríamos esa NECESIDAD de sabernos “superiores” al resto.
Por todo esto, creo que deberíamos reflexionar sobre cómo queremos afrontar la vida, sobre qué cosas son las que de verdad nos importan y dejar de mirar lo que hace el de al lado. Total, ¿si tú consigues hacer felices a los tuyos, qué más da lo que esté haciendo el “vecino”?



Aún no hay comentarios.