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Universidad de Salamanca
Miguel Ángel Aijón Oliva
But just say the word
 

Equis

 

Cada vez que un político o una política dice los ciudadanos y las ciudadanas, muere un profesor o una profesora de Lengua. Si el lenguaje políticamente correcto o, como ahora gusta más, lenguaje inclusivo solo fuera gramaticalmente absurdo, comunicativamente inservible e ideológicamente sesgado, quizá no se diferenciaría mucho de otras numerosas innovaciones expresivas que amplios sectores de nuestra sociedad abrazan con el mayor entusiasmo y sin espíritu crítico alguno. Pero su peculiaridad radica en que, además de ser todo eso, es enormemente complicado. Supone retorcer la gramática y adoptar las formas de hablar y escribir más antinaturales que puedan imaginarse, con el fin de desarrollar e implantar una neolengua que hace que las pesadillas futuristas de Orwell parezcan un sainete. Quien, por anteponer lo ideológico a lo lógico, no puede aceptar algo tan simple como que, en español, las formas masculinas pueden usarse y se usan con valor genérico, y que esto no supone machismo ni una falta de visibilización empoderamiento (por sus vocablos los conoceréis) de las mujeres, se ven obligados a adoptar diversas soluciones que, sin duda, tienen el aspecto de una cadena perpetua lingüística. Citaremos tres de las más recurrentes:

- La repetición del masculino y el femenino cada vez que es necesario utilizar una palabra con variación de género asociada a variación de sexo: Los ciudadanos y las ciudadanas españoles y españolas, así como los extranjeros y extranjeras con permiso de residencia, y aquellos y aquellas… Martilleo cómico y, a la larga, insufrible para cualquier hablante nativo y/o racional. Recordemos, no obstante, que en la primera línea de este texto se asociaba el fenómeno al estereotipo del político actual, lo que facilita el silogismo.

- El uso de términos colectivos para no tener que repetir constantemente esa variación de género, con el consiguiente gasto de saliva o tinta: no se dirá los ciudadanos y las ciudadanas, sino la ciudadanía. En el sistema educativo español, siempre a la vanguardia de todo lo que no implique enseñar y aprender, los profesores tendemos a convertirnos en el profesorado, y los alumnos en el alumnado, a la manera de masas informes, sin ojos, boca ni raciocinio; por lo tanto, mucho más adecuadas a los gustos de nuestras élites políticas y financieras, tan progresistas ellas.

- La introducción, en el plano escrito, de nuevas convenciones destinadas a erradicar de nuestro alfabeto las perniciosas vocales: así, la arroba (l@s ciudadan@s) y, más recientemente (dado que aquel símbolo se encuentra ya demasiado asociado a los correos electrónicos), la equis (lxs ciudadanxs). Al rebuscamiento y la inutilidad de las soluciones anteriores estas añaden el hecho de ser, simplemente, imposibles de pronunciar. Tampoco importa mucho; hoy en día lo que se escribe no tiene por qué tener sentido alguno, como podremos comprobar nada más abrir un periódico.

Lo que es evidente es que nadie puede estar continuamente hablando o escribiendo así. Nos volveríamos locos o imbéciles, lo cual puede ser un objetivo deseable para todos los que viven del negocio de la manipulación lingüística e ideológica; la buena noticia es que aún tienen bastante trabajo por delante. De hecho, como dijo el sabio, quandoque bonus dormitat Homerus, o sea, el mayor seudofeminista suelta un masculino genérico cuando menos lo espera, lo que da lugar a constantes incoherencias. Obsérvese esta imagen, captada muy recientemente en cualquier calle de España:

 Presxs

 

La loable petición de libertad [para los] presos políticos no va acompañada de un mínimo civismo (¿qué necesidad hay de ensuciar las paredes de un edificio que, seguramente, no es propiedad del activista?) ni, por supuesto, de una mínima coherencia dentro de las absurdas convenciones autoimpuestas: ¿por qué presxs y, sin embargo, politicos? ¿No nos han dicho siempre que el adjetivo debe concordar en equis y número con el sustantivo? ¿O es que a los redentores de cavernícolas sexistas se les acaban demasiado pronto las buenas intenciones? Pero así ocurre; podemos apostar a que ningún defensor del lenguaje inclusivo es capaz de improvisar un discurso de medio minuto sin recurrir, al menos una vez, al masculino genérico. De hecho, podemos apostar a que muchos no son capaces de improvisar un discurso de medio minuto.

Por desgracia, ya hemos dicho que esta nueva modalidad de expresión que va a sacarnos de la barbarie cuenta con la bendición de poderosas élites, además de un presupuesto de muchos millones de euros que, afortunadamente, no nos hacen falta para construir colegios, hospitales o carreteras. En la vanguardia de la lucha se hallan, como también hemos señalado, nuestras muy punteras administraciones educativas, y de modo particular las universidades, como queda de manifiesto en este artículo recentísimo y terrorífico (por todo lo que tiene de reproducción textual) de Arturo Pérez-Reverte:

http://www.zendalibros.com/sobre-catedraticos-y-catedraticas/

Si creemos que la inteligencia humana aún tiene salvación, leamos y releamos también el manifiesto “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer”, redactado por Ignacio Bosque y firmado por una serie de hombres y mujeres que, seguramente, siguen pensando que la lengua debería ser un medio para comunicarnos y no un arma de aturdimiento masivo:

http://www.rae.es/sites/default/files/Sexismo_linguistico_y_visibilidad_de_la_mujer_0.pdf

 

 

maaijon

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Una respuesta para Equis

  1. Andanair 30 septiembre, 2016 en 17:16 #

    Somos más listos (y listas) que nadie, y queremos enmendarle la plana a los (las) que han hablado español durante mil años, incluyendo grandes mujeres como Santa Teresa, Rosalía, Pardo Bazán, Martín Gaite… Las cuales seguramente se preocupaban más de otras cosas.

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