Sin duda alguna, el mayor reto de este viaje, en general, es haber aprendido a vivir sola. Recuerdo que muchos meses antes de viajar, mis padres intentaban que cocine en casa, para estar preparada. Nunca pasó, por lo menos allá. Nunca lavé mi ropa yo misma, nunca iba al mercado a hacer las compras, nunca… nunca y más nuncas que jamás hice.
Pues bien, todo cambió. De repente me encontraba sentada en mi cama, de mi nuevo cuarto, llena de revistas de supermercados, buscando los precios más bajos; mientras esperaba que hiervan las papas para prepararme una causa peruana. Al mismo tiempo que mi ropa se estaba terminando de lavar, y yo seguía llena de páginas abiertas en google, tratando de entender cómo llegar a todos los lugares donde quería ir. ¡Una locura!
Agendas llenas de cosas por hacer: sacar el carnét universitario, conseguir un celular, abrir la cuenta del banco, ir a buscar mis clases, conocer los campus universitarios, hacer compras de última hora, buscar internet, limpiar la casa, preparar almuerzo, lavar ropa, ordenar cuarto, sacar copias, comprar lapiceros, comprar la tarjeta de los buses (que aún no utilizo) … ¡COÑO! Realmente era un sinfín de cosas, actividades que en lugar de ir disminuyendo, solo aumentaban más y más.
Llamar a mi mamá a pedirle que me envíe todas sus recetas, y que me indique cuanto detergente usar para cierta cantidad de ropa, era como un “sí, lo siento debí haber aprendido allá” por el cual debí tragarme el gran orgullo que tengo. Mi primer plato, tallarines, salieron muy bien, mejor de lo esperado, pero al cuarto intento. Y así a manera “ensayo y error” aprendí todo lo que en mis 20 años debí aprender.
Planificarme, ser más ordenada, cocinar, cuidar hasta el último centavo… entre otros, son cosas que sin duda me servirán toda la vida, y que solo podría haber logrado viviendo sola y lejos, lejos donde no estarían mis padres para “salvarme”. Porqué ya no estaba mi mamá, quién cuanto me veía llena de trabajos y sin dormir se acercaba a traerme la comida, o mi papá quién siempre estaba ahí para exigirme que ordene mi cuarto.
Estos seis meses, aprendí que todo depende de mí. Que lo que haga es por mí y para mí. Que la vida en adelante es así. Si cocinó, comeré, y si no, no lo haré. Si lavo tendré que ponerme, y si no, no. Y claro está, que los padres son irremplazables. Y que desearás no pelear con ellos nunca más, así solo sean unos cortos pero largos SEIS MESES.



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