Todos hemos oído alguna vez esta palabra: Preferentes. Ya sea en la tele, en el periódico o por la boca de tus padres, amigos o incluso profesores en la universidad.

Por definición, “una acción preferente es aquel valor emitido por un banco, una caja o una empresa financiera, que no confiere ninguna cuota en su capital ni tampoco derecho de voto en la junta de accionistas. Sus características (y es ahí donde está el kit de la cuestión) son su perpetuidad, el no vencimiento y que su rentabilidad depende de la obtención de beneficios. Por lo que son un activo de alto riesgo financiero cuyas condiciones se negocian directamente con la entidad a la que son compradas”.
El auge de este producto financiero, es decir, cuando empezaron a emitirse desenfrenadamente, fue hacia 2009, sobre todo por Cajas de Ahorro y con rentabilidades bastante por encima de lo que se manejaba normalmente en productos parecidos.
Hasta aquí todo parece normal.
¿Cuál es el problema entonces? ¿Por qué en España se ha producido tanto revuelo con esto? ¿Por qué lo conocido ya como “La estafa de las preferentes”?
La esencia de este engaño se traduce en que es un producto muy complejo “no apto” para el perfil de persona normal de la calle sin apenas conocimientos sobre economía financiera. Y ya no te digo el perfil (donde se colocaron mucha parte de ellas) del aquel jubilado que invirtió sus ahorros que años y años de trabajo le costó ganar.
Las cajas y los bancos, aprovechando la confianza de sus clientes de toda la vida, vendieron (no vamos a decir ilícitamente, allá en sus conciencias) estos productos. Muchas veces no explicaban sus características e incluso llegaron, engañosamente, a venderlas como productos de renta fija.
Ya había empezado la crisis, las cosas no iban demasiado bien, y estas entidades necesitaban liquidez: era el producto perfecto.
Este tema, como ya he dicho, es muy complejo y es imposible llegar al fondo en poco espacio. Estas líneas son tan solo una pequeña pincelada y sería maravilloso si a alguien le pudiese llegar a servir de aclaración.
Pero, unas dudas, ¿Cuánto de responsabilidad tiene uno mismo cuando firma algo que no entiende? ¿Cómo de tranquilo se puede dormir sabiendo que se está aprovechando de la ignorancia de los demás? ¿Debió la CNMV informar más “llamativamente” del riesgo y complejidad de este producto?
Y por último un vídeo explicativo y fervientemente recomendado
Lorena.






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