Durante el siglo XIX fueron constantes las guerras, especialmente las que mantuvo Francia con otros países (Austria, Prusia, China…). Cada vez se fue innovando más sobre las armas, siendo más ligeras y requiriendo menores cuidados. Ya no era necesario limpiar el cañon cada vez que se realizara un disparo ni se disponía de un número excesivamente limitado de tiros. Por tanto, se avanzó en el desarrollo de las contiendas y, por defecto, se aumentó el número de víctimas mortales y heridos, provocando grandes masacres tanto de soldados como de población civil.
Pero no sería hasta el S.XX cuando se producirían las dos guerras más sangrientas y crueles de la historia humana: las dos guerras mundiales.



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