Desde el principio de los tiempos, el instinto de supervivencia nos ha obligado a defendernos de las diversas amenazas que presentan una amenaza hacia nuestra vida. El problema es que ni somos la especie más fuerte físicamente ni estamos entre las que más lo son, pero sí contamos con un gran poder: el intelecto. Esto nos ha permitido crear múltiples artefactos que hemos podido desarrollar a lo largo del tiempo que nos permiten defendernos de los peligros: las armas.
Las primeras armas que el ser humano fue capaz de crear contaban con una estructura simple ya que no existía ningún tipo de tecnología que permitiese crear nada mejor. Por tanto, mediante piedras y palos se crearon las primeras armas, las lanzas, que permitían cazar otras especies animales, tanto en tierra como en agua. Además, se pudo diversificar esto, creando hachas o martillos.
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