La seguridad ciudadana en Zamora, un bien a preservar Que Zamora sea una ciudad donde nunca pasa nada, puede ser, precisamente, lo mejor que le pase a Zamora

Por si tuvieran pocos frentes que atender, a los empresarios zamoranos les ha florecido una crisis más en estas últimas semanas. Bandas organizadas parecen haber tomado gusto a los polígonos industriales de la ciudad. Proliferan los robos, los daños en las instalaciones y las pérdidas materiales. Desde el pasado mes de octubre, sumados los valores de la mercancía sustraída más las consecuencias del paso de los delincuentes por naves y establecimientos, el botín supera los 700.000 euros. Los industriales temen, además, que esta «moda» de los amigos de lo ajeno se acreciente conforme se acercan las fechas navideñas. Unos temen ser los siguientes y los que ya han sido expoliados ven sumadas dos desgracias: la mercancía perdida y la que difícilmente podrán restablecer a tiempo para una campaña navideña más deseada que en años anteriores, cuando el bache del consumo no era tan evidente.

Los ladrones no llegan a Zamora por casualidad. Conocen bien dónde se mueven y por tanto, saben que hay zonas muy vulnerables, alejadas de las patrullas policiales o por donde las fuerzas del orden pasan de forma menos asidua. La capital nunca ha necesitado un despliegue especial porque nunca han existido graves problemas de seguridad salvo casos puntuales. Ese bajo índice de delincuencia es uno de los mayores exponentes de una calidad de vida más que aceptable de Zamora pese a las carencias de otro tipo de servicios que sí ofrecen las grandes ciudades.

La seguridad es un bien al alza. Cada vez más habitantes de las grandes urbes sacrifican un trabajo mejor remunerado o disponer de una mejor oferta teórica en bienes y servicios, a cambio de ver crecer a sus hijos en un entorno tranquilo, seguro. Que Zamora sea una ciudad donde nunca pasa nada, puede ser, precisamente, lo mejor que le pase a Zamora. Por eso hay que cuidar que siga siendo así.

Los delincuentes tampoco ignoran que ese «nunca pasa nada» se traduce también en una presencia menos evidente de fuerzas del Estado con respecto a ciudades que, desgraciadamente, deben lidiar a menudo con la inseguridad ciudadana. La oleada de robos en polígonos industriales y en comercios del centro ha motivado el despliegue de más vigilancia por parte de la Subdelegación del Gobierno, pero los resultados no son aún visibles.

Existe una junta de seguridad local en la que se coordinan las diferentes fuerzas de seguridad como Policía Municipal, Nacional y Guardia Civil, cuyas reuniones pueden ir más allá de establecer dispositivos para ocasiones especiales como Semana Santa o la Nochevieja universitaria e incorporar cuestiones más cotidianas y, al mismo tiempo, mucho más preocupantes. Una buena coordinación y medidas preventivas serán necesarias si, como parece, la escalada de la delincuencia en otras provincias pretende contagiarse a las que han permanecido ajenas hasta ahora al problema de la inseguridad. Porque lo deseable, al menos en este aspecto, es que siga sin pasar nada.

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