El toro está presente, en muy diversas áreas de la sociedad española, en el ámbito de las fiestas patronales de los pueblos y ciudades, dedicada al patrón o patrona de una determinada localidad, de un determinado pueblo.
Muchos son los toreros que no conciben la fiesta sin patrón y, mucho menos, sin pasar por la capilla antes de pisar el albero. Lo que se hace no es únicamente pedir por el triunfo de esa tarde sino en meditar, en compartir los miedos y pasiones, y en pedir que si existe la desgracia de una cornada que no sea mortal.
Cuando el presidente saca el pañuelo blanco, para iniciarse el paseíllo y con él la corrida, muchos son los diestros que hacen la señal de la cruz en el piso. En este paseíllo, principalmente los matadores de toros más adinerados en el capote de paseo llevan bordado a su Virgen o a su Cristo, y se puede observar también a la gran mayoría que en su montera llevan la imagen de su patrón.
Y como escribía ayer en la entrada sobre el maestro S. M. El Viti, que este decía: “el torero tiene que hacerse amigo del de arriba y el de arriba del torero”.
Puedes creer en la religión o no, pues en el mundo de los toros es similar.




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