Dejémonos de tibiezas: Robe es mucho Robe. No existe ahora ningún otro adalid del rock patrio capaz de casi agotar durante dos noches el papel en Las Ventas.
El sonido llega sin distorsión y Robe Iniesta ejerce con solvencia su ya acreditadísima condición de Mesías apócrifo. Esa escuálida figura desharrapada no se ajusta a los cánones de la fotogenia y su voz cazallera solo se consigue contraviniendo muchas recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Pero tras las greñas y la camiseta andrajosa se esconde un tipo que lleva un cuarto de siglo haciendo su santa voluntad. Un verso libre que recibe medallas en parlamentos autonómicos. Y un paria que, por decirlo a su manera, sigue yendo a su bola. Por eso suscita tanta admiración: es ese ácrata poeta que todo el mundo, siquiera en una noche traviesa, ha soñado ser.
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