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El diarium (abandonado) de Iago Ramos
 

Los nuevos bárbaros

La filosofía clásica articulaba los distintos conocimientos a través de un aparato teórico capaz de construir un conocimiento unitario del mundo. Su función principal era dar sentido a los descubrimientos particulares. Algunos autores consideran que esta filosofía surgió con la imposición del mito al rito, a medida que se introducían narraciones capaces de dar un sentido ulterior a la actividad individual. Podemos imaginar fácilmente esta génesis. Una sociedad en la que se va estableciendo una mayor distancia entre acto y explicación, en la que la transmisión de los quehaceres va más allá de la imitación conforme estos requieren menos tiempo, donde surgen las preguntas propias del ocio: ¿qué podemos hacer ahora? ¿por qué esperar? Las distintas labores y cuidados del orden irían ganando un sentido propio ajeno a la propia necesidad. De manera que un cierto espíritu inquisidor comienza a ocupar los espacios que se originan con un perfeccionamiento de las actividades. La función del discurso filosófico clásico sería aportar un lugar de encuentro para las distintas preocupaciones individuales. Se erigiría como el santuario del espíritu inquisidor de la comunidad. Su fuerza unificadora enriquecía los individuos que se reunían en torno al agora porque daba un sentido social a las actividades y las cosas.

El declive funcional de este tipo de filosofía se produce cuando tiene que hacer frente a lo bárbaro.

Conforme las sociedades clásicas amplían sus fronteras, la filosofía tiene que enfrentarse a actividades cada vez más plurales y su discurso unitario se debilita con la participación de plumas ajenas a la comunidad original y los encuentros entre distintas comunidades. De modo que surgen las distintas academias, escuelas y liceos que intentan mantener íntegro aquel espíritu original asimilando de distintas maneras las nuevas cosas y actividades que se ven obligados a reconocer. Pero con la ampliación constante de los territorios y el aumento de la independencia de las distintas actividades del hombre, lo que ha originado un mayor número de disciplinas capaces de manejar un aparato teórico, la posibilidad de plantear un discurso unificador y, sobre todo, la posibilidad de que este pueda ser aceptado, se hace más y más difícil. Ya no hay un agora alrededor de la cual poder debatir sobre las actividades y las cosas porque, debido a la inmensidad de la comunidad, atender a las distintas ponencias paralizaría la comunidad más tiempo del que esta se puede permitir por motivos de subsistencia.

Es cierto que han surgido ágoras de representantes e instituciones que intentan describir en una única narración las distintas actividades de cada comunidad, que lo bárbaro ha dejado de serlo para convertirse en lo traducible y que parece que nunca antes en la historia del hombre las comunicaciones habían sido tan fluidas. Aún así, todos los esfuerzos por recuperar el agora clásica son vanos. La obligación de estratificar los diálogos y la división sectorial que las comunidades acogen en su seno establecen fronteras que si bien las cosas son capaces de atravesarlas impunementes, las actividades que las acompañan no. Las comunidades que podrían acudir a un debate global, tienen problemas para escuchar a sus propios participantes mientras estos logran comunicarse con los sectores equivalentes en otras comunidades generándose ágoras alternativas y parciales. La comunicación y el debate que permitía unificar el discurso se producía en un orden social cuantificable y limitado que hoy es imposible reproducir. En el mundo moderno hay una comunicación entre los distintos individuos, pero esta comunicación ya no posee las dos dimensiones que tenía en la época clásica, cuando se podía hablar sobre actividades y cosas. La modernidad es un tiempo en el que sólo podemos debatir sobre las cosas, de manera que lo bárbaro ha dejado de ser lo extraño a una comunidad primigenia para convertirse en todo aquello que nos resulta esotérico.

About iago

Doctorando del área de Filosofía. Actualmente estoy escribiendo mi tesis doctoral: Rousseau y el ser del hombre.

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