
¿Qué nos fascina de la violencia, de la capacidad de ejercer un poder físico sobre los demás para hacerles daño? ¿Qué ganamos con ello? ¿Qué perdemos? ¿Cómo afecta nuestro comportamiento a los seres queridos?
Y aún mejor: ¿cómo nos enfrentamos, nosotros ciudadanos corrientes, a aquellos que son capaces de ejercer una violencia letal sin inmutarse lo más mínimo? Todas estas preguntas son fáciles de hacer, pero responderlas es bastante más complicado. Éste es el tópico central de Una Historia de Violencia.
Todas esas preguntas formuladas anteriormente no tienen mucho sentido para Tom Stall (Viggo Mortensen). Propietario de un tranquilo bar en un idílico pueblo norteamericano, devoto padre de Jack y Sarah, y amante esposo de su mujer Edie (Maria Bello), en un matrimonio que todavía mantiene la chispa del amor, Tom vive sus días con paz y tranquilidad hasta que una noche, y en una escena antológica de suspense, dos putos psicópatas del quince entran en su bar con la intención de cargarse a todo Cristo. Sin ahondar mucho en lo que pasa y pifiar la que es la mejor secuencia del año, diremos sencillamente que Tom salva la situación, se convierte en un héroe y tras salir en las cadenas de medio país, unos viejos amigos llegan para ajustar cuentas.
A partir de ese momento comienza la destrucción del modo de vida americano contemplada por David Cronenberg, el chupamuñones, el hombre que lleva revolviendo intestinos desde hace 20 años. La primera y mejor decisión que toma el director es que podemos prescindir del componente moral de Una Historia de Violencia y seguirla como un magnífico western de ritmo lento y pausado que te explota en la cara en las tres grandes secuencias de acción del film: un prodigio de tensión, montaje, fotografía… y sangre a granel, incluyendo maravillosos planos marca Cronenberg capaces de cortarte la digestión de la semana pasada (¿qué le pasa a la mandíbula de un hombre cuando le disparan en la cara? ¡Lo veréis en esta película!). Tom Stall es una máquina de matar, y lo mejor que se puede decir es que es un héroe en el que podemos confiar: un tío seguro, hábil, sensible pero duro cuando la ocasión lo requiere, enfrentado a tipos muy malos que van recibiendo progresivamente su merecido hasta llegar a un brillante y satisfactorio clímax final.



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