La energía emocional es el wifi de mi vida: cuando se va, todo deja de funcionar

No importa si tienes los mejores planes, la agenda llena o el café más cargado de la ciudad; sin esa conexión invisible, todo se siente más lento, pesado y… un poco absurdo.

Hay días en los que me levanto con la señal a tope, lista para devorar el mundo; y otros en los que, sinceramente, ni reiniciando el router interno logro que vuelva.

Lo curioso es que, igual que con el wifi, pocas veces pensamos en ella cuando funciona bien… pero basta que falle para darnos cuenta de lo esencial que es.


Cinco barritas de ánimo

Hay mañanas en las que todo parece conspirar a mi favor:

  • La música suena como si tuviera Dolby Surround en mi cabeza.
  • Las ideas llegan en fila india.
  • Hasta el pan tostado me guiña un ojo cuando sale de la tostadora.

Esa es mi conexión de cinco barritas, la que me hace sentir pleno.

En esos momentos, mi energía emocional me empuja a decir que sí a planes absurdos, a contestar mensajes que llevaba semanas esquivando y hasta a ordenar ese cajón caótico que parece la guarida de un hámster acumulador.

Lo más raro es que muchas veces no sé de dónde viene: a veces porque dormí como un tronco, otras porque alguien me alegró el día … y otras simplemente porque el universo tuvo un buen día y decidió poner a máxima potencia mi estado interno.


Modo avión emocional

Luego están esos días en los que la barra de señal parpadea como si me avisara: “usuario desconectado”.

No es tristeza, es modo avión emocional. Camino, hablo y hago cosas, pero todo a velocidad de conexión telefónica de los 90.

En mi caso, suele pasar cuando encadeno demasiadas tareas sin un descanso o cuando me dejo contagiar por personas que parecen vampiros de ánimo (y no, no llevan capa ni tienen colmillos).

A veces ni siquiera es culpa de nadie: soy yo mismo dejando abiertas veinte pestañas mentales al mismo tiempo, gastando batería en segundo plano hasta que no queda ni un 1%.


El kit de supervivencia para señal baja

No tengo un manual infalible, pero sí una caja de herramientas para cuando mi wifi emocional se pone rebelde:

  • Apagar y encender → Cerrar redes sociales, silenciar notificaciones y desconectar de todo y de todos.
  • Buscar mejor cobertura → Quedar con gente que me hace reír de forma ridícula o ir a lugares que me llenan de calma.
  • Actualizar el software → Aprender algo nuevo, por absurdo que sea, me da un chute de batería.
  • No olvidar el cable → Dormir bien, comer algo decente y mover el cuerpo, aunque sea unas vueltas sin destino en el barrio.

Reflexión en red compartida

Creo que mi energía emocional funciona como una red compartida: se nutre de lo que vivo, de quién me rodea y de lo que pienso de mí mismo.

Hay días en que la señal se pierde sin motivo… y no pasa nada; porque igual que con el wifi, siempre hay un momento en el que vuelve.

Mientras tanto, intento cuidarla como cuidaría cualquier conexión importante: sin sobrecargarla, sin dar por sentado que siempre estará en la máxima carga y celebrando cada mañana en la que amanezco con las cinco barritas llenas.

Y si algún día solo tengo una sola barra de energía… paciencia, reinicio y a ver si mejora la cobertura.

Ilustración en acuarela de una joven con los ojos cerrados y una expresión serena, conectada con un cable a un símbolo de wifi sobre su cabeza, representando la energía emocional y la conexión interior.

fuentevilla
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