
Popova, hija de ferroviario, creció en Donetsk, en Ucrania, y decidió ser aviadora al ver un aeroplano aterrizar cerca de su casa. Aprendió a volar en los clubes paramilitares de planeadores, los Osoaviakhim, y corrió a alistarse al oír que pedían voluntarias para la fuerza aérea cuando estalló la guerra. La llamada a las chicas la hizo la legendaria Marina Raskova, que no les ocultó que no solo tenían muchas probabilidades de morir sino que lo harían —y lo hicieron— de una forma especialmente horrible. “Puede que os queméis de manera que ni vuestra madre os reconocerá”. Ni Popova, que se enroló con 19 años, ni sus compañeras dudaron. Eran la mayoría muy jovencitas. A Larissa Rasanova, una de las compañeras de Popova, su madre le tuvo que decir que no se llevara a la guerra su muñeca.
La peripecia de las pilotos rusas de la II Guerra Mundial es una de las páginas más emocionantes y conmovedoras de la historia de la aviación. Fueron las únicas mujeres que volaron en misiones de combate durante la contienda. La fuerza aérea soviética, diezmada durante los primeros compases de la Operación Barbarroja, reclutó tres regimientos enteros compuestos solo por mujeres, no solo las aviadoras sino todo el personal de tierra. Popova, una de las miles que se alistaron, fue seleccionada para el bombardeo nocturno, la misión menos glamurosa, pues todas querían ser pilotos de caza, como Lily Litvak, la Rosa de Stalingrado. Pero las “brujas de la noche” se ganaron el respeto de todos. Entre sus tácticas casi suicidas estaba el atacar en parejas: el primer aparato concentraba el fuego del enemigo y así el segundo podía penetrar las defensas, a menudo planeando en silencio con el motor parado. En 1943, las chicas del 588º alcanzaron como premio a su coraje el supremo honor militar de que su unidad fuera renombrada como Regimiento de Guardias, el 46º, una denominación que las integraba entre la élite del Ejército Rojo. Popova, cuyo hermano murió en el frente y cuyo hogar fue envilecido por los nazis al convertirlo en cuartel de la Gestapo, recordaba aquella ocasión de fiesta, orgullo y vodka con lágrimas en los ojos”. Fuente y noticia completa
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