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Skate Or Die
La vida vista sobre ruedas
 

La vida le va sobre ruedas

Stevie Williams, del gueto de Filadelfia a lo más alto del ‘skate’ profesional.

Es una rareza por dos motivos. Primero, porque Stevie Williams es negro, un color de piel poco habitual entre las estrellas del muy californiano y rubio mundo del skate. Segundo: en un universo monopolizado por marcas especializadas, Stevie es la imagen de una gran multinacional. En concreto, de DGK, la debutante línea de skate de compañía británica de zapatillas Reebok. Sus productos acaban de lanzarse en España.

Williams nació hace 27 años en un barrio pobre y conflictivo de Filadelfia, como corresponde a los inicios de las grandes historias y a los chavales destinados a las mejores cosas. Según la leyenda el skate entró en su vida disfrazado de una apuesta: un grupo de chavales quería saber si un novato pardillo sería capaz de aprender en una sola tarde a hacer un ollie, una maniobra que consiste en un salto con la tabla pegada a los pies y que es al deporte, algo así como lo que las vocales al lenguaje. Williams, que entonces tenía 10 años y concentraba sus energías en jugar al baloncesto, lo consiguió en menos de una hora.

Tomó nota y cambió su bicicleta por una tabla de skate para convertirse en habitual del Love Park, un lugar público lleno de bordillos y forrado de cemento, el sueño húmedo de cualquier skater y el punto de encuentro favorito de los patinadores callejeros de su ciudad.

A los 13 años, con solo 20 dólares en el bolsillo, hizo las maletas para partir hacia California, la meca dorada del patinaje. En San Francisco entró en contacto con la estimulante escena de skate de la ciudad. Sus cinco compañeros del diminuto piso en que vivía, pasaban el día patinando, igual que él. En la ciudad siguió perfeccionando su técnica. Pronto empezó a ser conocido por su capacidad para encadenar hasta 10 trucos en un solo gesto. También refinó su capacidad para los trueques: intercambiaba los productos (caros) que le regalaban sus patrocinadores por… dinero. Volvió a casa con 1.700 dólares. Entonces, debió de pensar que el skate podía ser un modo de vida después de todo.

Desde entonces, ha participado en campeonatos por medio planeta, ha abierto una tienda de skate (buena idea, si se tiene en cuenta que, según dice, rompe una tabla por semana de rudo patinaje callejero) y sale en los videojuegos (Tony Hawk’s Proving Ground). En otras palabras, ha cumplido el difícil sueño de vivir del skate.

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En 2004, con sólo 23 años, firmó un sustancioso acuerdo con Reebok que incluye entre otros compromisos su línea de ropa y calzado, bautizada Dirty Ghetto Kids, que se puede traducir por chicos sucios de barrio y sirve también de nombre para su equipo de skate (en el que junto a él figuran los patinadores Jack Curtin, Marcus McBride, Lenny Rivas y Nick Lockman).

La inspiración de todo el asunto está, claro, en sus orígenes humildes, que se reflejan también en su filosofía de vida y en el hecho de que Williams diga frases como: “Si no eres DGK, estás en medio de nuestro camino”.

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