Platero y yo, de Juan Ramón Jimenez.
“Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.”
Así comienza este libro maravilloso apto para todos los públicos. La primera vez que lo leí, me cautivo, aunque no se si con mi corta edad de entonces sabía lo que era cautivar. Cuando lo releo, solo me vienen puros y claros recuerdos de una niña imaginando tocar esa suave piel. Cada vez que veo un burro, me acuerdo de Platero. Y aunque pueda sonar muy típico, si tuviera un burro, lo llamaría Platero.
El argumento es tan sencillo como conmovedor, la vida de Platero, en la que el autor, acompañado de Platero, te cuenta las idas y venidas de su pueblo. El vive con Platero parte de su infancia, momentos bonitos y alegres desde el punto de vista de un niño.
Aunque en el prólogo del libro aclara Juan Ramón Jimenez, que suele creerse que él escribió Platero y yo para los niños, pero acaba diciendo que él nunca escribió ni escribiría nada para niños, porque creía que un niño podía leer los libros que leen los hombre, con algunas excepciones. A mi parecer, yo disfrute de niña, y sigo disfrutándo de mayor. Que pueda ser mas alegre o mas triste, eso es independiente. Y no os cuento mas, solo os invito a leerlo si no lo habeis hecho aun y a releerlo si ya lo habeis hecho. Solo decir que es uno de los libros mas bonitos que he leido nunca, y que como veis, mi edición ya esta un poco…vieja no, curtida.
No os voy a dejar solo con el primer párrafo, aquí va un trocito de mi pasaje preferido:
“De las siete galerías del Paraiso se creyera que tiran rosas a la tierra. Cual es la nevada tibia y vagamente colorida, se quedan las rosas en la torre, en el tejado, en los árboles. Mira: todo lo fuerte se hace, con su adorno, delicado. Más rosas, más rosas, más rosas…”
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