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Universidad de Salamanca
Blog de Ana Fraile
Facultad de Ciencias
 

29ª lección: ser parte de un proyecto de innovación.

Hay veces que en el momento en el que hacer algo lo ves normal o natural. No te paras a pensar en la transcendencia de lo que tiene o si tiene más implicaciones más allá de una actividad académica.

El otro día por casualidad descubrí que había formado parte de un programa innovador dentro de la facultad el primer año de carrera: entregas y rúbricas en la asignatura de termodinámica y electroquímica. Puedo aportar la visión del profesor, ya que es la parte que fue expuesta el otro día pero incluso mejor, puedo aportar la parte del alumno, una parte que no es tan conocida. Cierto es que sólo es la experiencia personal pero puedo hacer observaciones del contexto de la clase ya que aún recuerdo a mis compañeros y compañeras y las situaciones que se generaron.

 

Cuando comenzamos la asignatura recuerdo que nos dijeron que de una semana para otra debíamos hacer un problema (relacionado con lo que se había dado esa semana y además susceptible de ser modelo de examen). Esta entrega se daría a la profesora los lunes (a primera hora de la tarde que teníamos clase) y se repartirían entre el miércoles y el jueves a los alumnos presentes para que nos corrigiéramos entre compañeros. Por supuesto, las entregas y rúbricas con buena nota contaban entre un 10-20% de la nota de la asignatura que, para no estar en plan de grado, era un pico y siendo una asignatura bastante complicada, no venía nada mal contar con ello (contando además con el inminente cambio a grado en el curso posterior).

 

Debo decir que desde el primer momento, y en mi caso (y el de otros grupos de los de primer años) el trabajo no era estrictamente individual: cualquiera que quisiera aula de grupo los lunes por la mañana lo tenía difícil (o los viernes a la salida de laboratorio): nos juntábamos en grupos para hacer la entrega. Específicamente nos juntábamos tres personas, tras avanzar todo lo que podíamos el fin de semana, teléfono mediante, para rematar la entrega o resolver aquel punto en el que nos hubiéramos encasquillado. Grupos más extensos trabajaban de una manera más cómoda donde había subgrupos que se turnaban para hacer la resolución o cada persona se ocupaba de lo que mejor se le diera y compartían.

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La primera vez que corregimos debo decir que fue un desastre en algunos sentidos. Algunas personas de grupos más pequeños nada sabíamos del acuerdo tácito que habían hecho otros compañeros de modificar el documento que le tocara corregir (si era en cosas puntuales)para que el compañero pudiera llevarse un 10. La que pudo caernos a los que no nos habíamos enterado fue grande… En el momento en el que puse un 8 a una persona y no le corregí ciertas cosas (no modifiqué el documento original, vaya) pasé a buscarme una enemistad sin saber por qué. No fue el único caso, pero sí es cierto que eso determinó desde la primera semana y media las relaciones que podíamos establecer con los compañeros, tendentes a cero porque nos habían cogido bastante tirria/manía. Ni que decir tiene que eso tuvo consecuencias en mis propias entregas.

 

Otro de los aspectos que me trajo personalmente de cabeza fue la elección de personas para digitalizar esas entregas y que llegaran al profesor antes que a los compañeros (según se entregaban). Puedo decir que instalarlo en mi ordenador que por aquel entonces tenía ya 6 años largos fue un logro, pero conseguir que reconociera lo que escribía ya… ¡fue un milagro! Recuerdo estar como dos horas en el despacho de la profesora para pasar a limpio la entrega que llevaba hecha. A priori parecía sencillo, pero en realidad no lo era tanto: el bolígrafo a veces no cogía bien el trazo, otras al mover la mano dejaba esa línea dibujada, inexplicablemente letras se quedaban a medias. Todo esto no se sabía hasta que no volcabas lo que se había recogido de información en el ordenador.

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Al final lo logré.

A pesar de pintar esto de forma muy catastrofista, debo reconocer las virtudes del método. Aunque fuera en equipos, al final todos aprendíamos al menos algo de Termodinámica. Íbamos más o menos preparados para el examen. También es cierto que ibas a clase al menos dos días de cuatro, y ya que ibas dos pues ibas todos (en realidad ibas todos porque durante la semana se explicaba lo necesario para resolver la entrega). Los días de rúbrica salías sabiendo cómo lo habías hecho, en qué habías fallado y estabas más atento porque sino había salido durante la semana estabas más pendiente de la resolución y comentarios de los compañeros.

De manera personal debo decir que la asignatura se me atragantó en cuanto empezamos a dar las relaciones termodinámicas y las derivadas parciales (o sea, segundo tema) y aún así, entre el esfuerzo de las rúbricas y haberlas hecho conseguí defender el examen.

Considero que fue un método muy útil, me gustó porque en parte me preparaba y podía saber por la propia rúbrica si iba bien o mal resolviendo aunque no puedo decir que haya sabido termo (ya digo, que se atascó) pero al menos me ayudó en la siguiente asignatura relacionada a la que temía muchísimo (termo 2, otra que por los pelos). Si no hubiera contado con ese empujón puede que me hubiera quedado atascada ahí por siempre, así que considero que sí sirve para el propósito y que es una lástima que generaciones posteriores buscaran sólo la picardía y desaprovecharan la oportunidad de entender problemas tipo que nos daba la propia profesora.

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