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Reglas de tres, go home forever please! (parte II)

Este post es la segunda parte del mini-proyecto que me he propuesto: intentar que las reglas de tres se queden junto con las chaquetas con hombreras, es decir en el desván de los trastos viejos e inútiles.

En un post anterior esgrimí una serie de razones por la cuales las reglas de tres NO son operaciones matemáticas válidas. Una vez que os he convencido de abjurar de las reglas de tres, seguro que muchos se encuentran huerfanitos de padre y madre para resolver ciertos cálculos. Entonces, ¿qué hacer? Yo propongo dos soluciones no excluyentes:

a) emplear los factores de conversión: los factores de conversión tienen en cuenta la relación entre dos magnitudes y entre dos unidades de una misma magnitud.

y b) conocer la relación existente entre dos magnitudes.  Para ello es necesario conocer la materia de la que se está hablando.

Creo que lo mejor es poner un ejemplo práctico para explicar qué son los factores de conversión a aquellos que les suenen a chino mandarín (no debería ser así, pero todavía me encuentro con alumnos “excelentes” que resuelven las operaciones matemáticas por medio de la “cuenta de la vieja”).

Ejemplo práctico: calcular cuántos gramos de alcohol se ingieren al beber 0.5 L de una buena cerveza de importación (7% v/v). Dato: densidad del EtOH = 0.78 g/mL. Bien, ésto es un poco difícil hallarlo con una regla de tres, pero si aplicamos los factores de conversión es pan comido:

Bien, si esto no os parece útil, os diré que el alcohol aporta 7 Kcal/g, por lo que esa cervecilla ha aportado 191.1 Kcal “sólamente” del alcohol (luego hay que sumarle las calorías de los hidratos de carbono etc). Así, podréis calcular cuántas horas de bicicleta estática debéis hacer para bajar el alcohol trasegado en una noche de fiesta.

 

La otra opción, que recalco no es incompatible con los factores de conversión, es saber la relación entre dos magnitudes. Por ejemplo, conociendo el Primer Principio de la Termodinámica de José Mota dice así: “El número de gallinas que entran ha de ser igual al número de gallinas que salen”, se pueden resolver ciertos problemas. Y suele ser extremadamente útil para problemas de diluciones, mi gran caballo de batalla en las clases. Vamos con un ejemplo práctico: si sustituimos el término “gallinas” por “masa”, podemos afirmar que en nuestro mundo macroscópico, la cantidad de materia ha de permanecer constante; si lo formulamos sería así:

volumen1 * concentración1 = volumen2 * concentración2

Vamos a ver una aplicación práctica:

- un alumno de grado se bebe 1L calimocho en una proporción 50% vino (12% alcohol) / 50% coca-cola (bien, soy conservadora y no pongo 4 ó 5 L por noche que acostumbran)

- un becario predoctoral ingiere 4 copas ron-cola de 330 mL en una proporción 1:5 de alcohol y de un ron de 22.7 grados

- mientras que un catedrático prefiere una sola copa de 13.3 cl, pero de calidad, de whisky Isle of Jura, al 45% de volumen.

Aunque está bien claro quién pagará más por su bebida, quién tendrá que ir más veces al baño y a cuál de ellos le dolerá más el bolsillo de acuerdo con su economía doméstica (recordemos lo bien pagada que está la Ciencia en España), ¿quién de todos hará trabajar más al hígado, asumiendo que ninguno de los alcoholes está adulterado con alcohol metílico?

Bien, el alcohol no se esfuma de ninguna de las copas, simplemente está más o menos diluido, y para hallar la cantidad de alcohol hay que saber que ésta permanece constante, aunque su concentración disminuye de acuerdo con el aumento del volumen final.

Alumno:

 

Becario predoctoral:

 

 

Catedrático:

 

 

 

Como se puede comprobar, aunque el sufrido becario es el que más necesita ahogar sus penas en alcohol, todos ingieren la misma cantidad de alcohol, si bien no en el mismo volumen final. Es decir, todos son igual de dipsómanos.

 

Termino de una vez contando una anécdota relacionada con las reglas de tres. Durante la dictadura franquista, se editó una revista de humor llamada “La Codorniz” (“La revista más audaz para el lector más inteligente”), que debido a su carácter irreverente y a su enfrentamiento con el régimen, a menudo solía ser censurada, sus números secuestrados, e incluso cerrada su edición. Cuenta una leyenda urbana que, después de un tiempo suspendida su publicación, la portada del número siguiente rezaba así:

Cajín es a Cajón

Como

Cojín es a X,

Importándome 3X que me cierren la edición.

 

En este caso, despéjen ustedes el valor de X para saber lo mucho que le importaba al autor el cierre de la edición. Bien, ésta portada jamás existió pero se ha convertido en una leyenda urbana, como esa que dice “hijo estudia mucho para luego poder encontrar un buen trabajo”.

 

Espero haber concienciado algo sobre la inutilidad de las reglas de tres, sobre todo por mi bien, porque cada vez que veo una de ellas escrita, creo que me va a reventar la carótida, tal y como le sucede a una conocida tertuliana del corazón.

 

Servus!

 

vgnunez

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