¿Por qué quiero ser profesor?

Cuando terminé la carrera, junto con la satisfacción por lo logrado, sentí bastante incertidumbre.
Era ya licenciado y aún no sabía qué quería realmente ser de mayor. Una de las vías que tenía más a
mano era la de continuar con mi formación con el objetivo de conseguir el Doctorado. La vía de la
investigación, con una posible vida en la Universidad, realizando estudios de diversa índole
encadenados uno detrás de otro, avanzando en una comprensión del Universo que facilitara
el desarrollo práctico de aplicaciones.

 

No es por ser simplista, que lo seré descaradamente, para qué negarlo, pero no me terminaba de
seducir la idea de perder el sueño estudiando nanocircuitos de grafeno para mejorar de forma
significativa la vida del ser humano a través del desarrollo del teléfono móvil definitivo, con
pantalla flexible, plegable y táctil (ya ni entraré en el tema de lo factible que es dedicarse a la
investigación en este hermoso país, ya que ese no es el problema, si de verdad quisiese hallaría el
medio de conseguirlo o de largarme a otra parte).

 

Afortunadamente tuve tiempo para pensar, muy detenidamente. Cada vez que me imaginaba mi
vida como investigador se me ocurría una nueva excusa, alguna más realista que otra, que me
disuadía. ¿La alternativa? Quizá la vida docente. Jamás me la había planteado seriamente, pero cada
vez que le daba más vueltas al asunto me desagradaba menos.

 

¿Por qué había querido estudiar Física? Por pura curiosidad. Después de cinco años de carrera
estaba, sinceramente, satisfecho. Contento con lo que sabía. No veía la necesidad de saber más, al
revés, me sentía con cierta necesidad de contarlo, de transmitir esa curiosidad y deseo de
conocimiento. En definitiva, ¿que por qué quiero ser profesor? Simplemente porque creo que ha
llegado el momento de pasar el testigo.

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